Autor: ROBERTO CAREAGA C.
El regreso del novelista que le quitó el velo al exilio
El regreso del novelista que le quitó el velo al exilio RESCATE Un narrador de los 90:Carlos Cerda, Había regresado a mediados de los 80 a Chile tras un largo exilio en Alemania y rápidamente empezó a hacer teatro con el Grupo Ictus. Tenía un pasado como dramaturgo y cuentista, también uno político y una resaca del desarraigo que se había convertido en una certeza que lo excedía: algo se había perdido. En el país, en el mundo. Carlos Cerda había pasado más de una década en la República Democrática Alemana y llegó a conocer de cerca los socialismos reales. Tanto, que llegó a entender que la utopía comunista en la que él había creído, allá al menos, había sido destruida. Pero como contaría alguna vez, esa desilusión también fue un motor para escribir la historia de un grupo de exiliados chilenos precisamente en Berlín, que terminan conociendo de qué se trata una experiencia kafkiana. La novela es Morir en Berlín y fue publicada en 1993 para convertirse muy rápidamente en uno de los documentos literarios más significativos del exilio chileno en dictadura.
Fue lanzada para sumarse a un conjunto de títulos que ya habían explorado el tema, como No pasó nada (1980), de Antonio Skármeta; Eljardín de al lado (1981), de José Donoso; El anfitriónMORIR EN BERLÍNCarlos CerdaArbolee / Ediciones UC, 247 páginas, $20.000 NOVELA(1987), de Jorge Edwards, y Cobro revertido (1992), de Leandro Urbina.
Pero en Cerda había un latido diferente: exploraba el desarraigo a ras de suelo en un grupo de personajes arrastrados por los vaivenes de la historia hasta una zona de amargura y, aún más, sus destinos políticos quedaban en un plano secundario en una serie de laberintos y tramas cotidianas que los aplastaban. Si necesitaban visas para salir de Berlín, el engranaje burocrático comunista el de los chilenos y menos el de los alemanes los mantenía en vilo. Elogiada por la crítica en los años en que apareció, Morir en Berlín fue traducida al inglés y alemán para gozar de la misma suerte. Tuvo varias reediciones, pero desde la muerte de Cerda, en 2001, la novela desapareció de librerías y su estela se anduvo difuminando con las preocupaciones del nuevo siglo. Pero ahora la colección Arbolee-UC, de la fundación del mismo nombre, publica junto a Ediciones UC una ree-dición de la novela y su vigencia parece intacta. Quizás es porque mañana, 9 de noviembre, se cumplen 35 años de la caída del Muro de Berlín, pues el libro reconstruye un mundo en que aquello llegó a ser un imposible.
El mismo Cerda llegó a creerlo, y cuando en 1989 el muro efectivamente fue echado abajo, él estaba en Santiago mirando en la televisión un programa deportivo y la noticia le sonó a un error: “Seguramente escuchaste mal, eso no va a pasar nunca”, le dijo a su mujer que le contó los hechos. “Nos trasladamos a un Berlín que ya no existe”, anota Arturo Fontaine en el prólogo de esta nueva edición de Morir en Berlín. Y agrega: “Y aunque ese mundo nos sea ya muy ajeno, lo que nos encontramos en él nos sacude: seres humanos como los de ayer, de hoy, de siempre, que quieren y son queribles. Están atrapados en sus fidelidades e infidelidades de índole matrimonial, familiar y política. La novela desborda su marco histórico concreto y con un foco alumbra el presente. Es una obra impregnada de compasión humana y que va a perdurar”. La presión brutalLos hechos suceden a mediados de los 80, en unos pocos días. Sobre Berlín cae la nieve. Mario, escritor y profesor universitario, acaba de dejar a su esposa, Lorena, un actriz con una carrera abortada por el exilio. Ella toma la decisión de dejar Alemania, ya tiene donde llegar a México, solo le faltan las visas.
Para dejar el país y también para ir a buscar a sus padres al BerlínA E L O R E I V A J O C S I C N A R FEsta novela la empecé a RDA”. dictadura de allá en la pesadilla de la kafkianas, de la bastante laberínticas, memoria imágenes teniendo en mi durante la dictadura, escribir aquí en ChileOccidental, donde de improviso llegarán desde Chile. No se han visto en más de una década.
Los papeles son un problema, porque para acceder a ellos hay que solicitarlos a La Oficina, un aparato de los chilenos en el exilio alemán dirigido por Don Carlos, un exsenador comunista ya enfermo, tan rígido con su historia y convencido de la lealtad ante la RDA que no está disponible para dar su brazo a torcer: “El huésped no puede tener derechos que no tienen los anfitriones”, dice, aludiendo a las restricciones a la libertad que tienen los berlineses como base para los chilenos. La trama de los papeles y las burocracias tiene en Morir en Berlín un decorado, esencial, es cierto, para unas vidas que se desmoronan. La presión del sistema comunista los tiene atrapados. “No es una novela política. De hecho, ocurre cuando nadie imaginaba que el muro podía caer”, contó Cerda en una entrevista en 1999. “Tampoco analiza los mecanismos de la burocracia estatal, sino que es una novela que aboga por el reconocimiento del derecho de las personas a ser personas. Todos los personajes de esta novela están sometidos a una presión brutal que se origina en el hecho de que su condición de personas no es reconocida. Tanto a los que viven allá como a los que viven acá y tienen que irse”, añadió.
A poco andar de la novela, Lore-na escribe una carta para el Ministerio del Interior, en que plantea que no quiere que La Oficina tome parte en su petición de las visas: es un asunto “estrictamente personal, tan personal como decidir qué libros deseo leer y qué vino prefiero tomar”, dice. El texto provocará la furia de Carlos, que ve en sus palabras una impugnación al sistema que él representa, y también a la RDA: “Esta carta es absolutamente inaceptable. Sugiere aquí que estamos esclavizados. No solo ella, todos debiéramos estar avergonzados de tamaña barbaridad”, llega a decir el viejo senador ya desahuciado. En esa diferencia está el nudo moral de la novela. Una novela de la pérdidaNo es una novela a ser personas”. que aboga por el política.
Tampoco analiza los mecanismos de la burocracia estatal, sino que es una novela reconocimiento del derecho de las personas“Esta novela la empecé a escribir aquí en Chile durante la dictadura, teniendo en mi memoria imágenes bastante laberínticas, kafkianas, de la pesadilla de la dictadura de allá.
Y si tú miras bien lo que estaba pasando en el mundo, había una suerte de esquizofrenia: aquello que era considerado bueno aquí, era considerado malo allá”, contó Cerda en una entrevista al programa “Off The Record”. “La propaganda oficial de la Alemania del Este en relación con Chile apuntaba a condenar de la manera más categórica hechos como los siguientes: no hay libertad de información, n o h a y l i b e r t a d d e prensa, no funciona el Parlamento, no hay sindicatos, es un país militarizado. Pero resulta que lo que nosotros veíamos es que aquellos que manifestaban eso tampoco tenían sindicatos, ni prensa libre, tampoco había democracia ni Parlamento, y era una sociedad militarizada. Lo mismo se puede decir de la derecha chilena, aquello que criticaron del comunismo era exactamente lo que ellos estaban aplaudiendo acá durante la dictadura de Pinochet”, añadió. En ese entonces, en el tránsito de los 80 a los 90, Cerda estrechó su relación con José Donoso.
Había escrito sobre su obra de tesis para el doctorado que estudió en Alemania, en la Universidad de Humboldt, la que luego publicó como el ensayo José Donoso: originales y metáforas (1988). Dos años después, Cerda adaptó al teatro la novela de Donoso Este domingo, y la amistad entre ambos se volvió una complicidad. Tanto que cuando en 1992 terminó el primer borrador de Morir en Berlín, se lo envió a Washington, donde el autor de “Coronación” pasaba una temporada. Tres días después recibió una respuesta. “Llego una noche a mi casa y me encuentro con un sobre de esos que uno aprende a querer en el exilio, bordeado del tricolor que anuncia que viene de muy lejos. Esta vez venía de muy lejos, pero con un sentido absolutamente distinto. Me abalanzo sobre ella: era de Pepe”, recordó Cerda. “Y lo que imaginé de inmediato es que nos habíamos cruzado correspondencia.
Pero abro la carta, y dice: Anoche terminé tu novela, la leí en tres días sin parar, y de ahí viene la famosa frase con letras grandes y hartos exclamativos de la contraportada ¡ ¡¡No es una novela del exilio! !!, ¡ ¡¡es una novela de la pérdida! !!, y luego desarrolla esa idea, hablando de cada personaje, poniendo el dedo en la llaga y señalando cuál era a su juicio la pérdida de cada uno”, agregó. Tras leer la novela, es difícil estar en desacuerdo con Donoso. Se trata de un novela llena de pérdidas, pero su componente político la hace también un relato del exilio. De hecho, la crítica que publicó en su momento Antonio Avaria la situó en ese contexto. Y fue más allá: “A Cerda no lo tienta la picaresca, ni siquiera la caricaturización del absurdo burocrático, como en las burlas de Mrozek o Kundera.
Al construir una novela centrada en el exilio chileno en el país alemán socialista, el autor hace un melancólico ajuste de cuentas con su propia vida, con la ideología queprofesó, tal vez con los fantasmas que asomaban cabeza tras la fe y la militancia. Un ánimo de desesperanza recorre el libro de punta a cabo”, dijo.
Después de Morir en Berlín, Cerda siguió explorando los fantasmas de la historia política que había vivido: en Una casa vacía (1996), un matrimonio a mediados de los 80 se enfrenta a los recuerdos más oscuros de los años de la Unidad Popular, y en Sombras que caminan (1999) relató el amargo destino de un actor tras pasar por un campo de concentración en dictadura.
Y aunque a Cerda le penaban los fantasmas del pasado, especialmente al vivir en un socialismo real en la RDA, nunca dejó de pensar la posibilidad de una utopía: “Fue decisiva, fue dolorosa mi experiencia en Berlín Oriental.
Fue en un sentido estimulante, puede que cuando te das cuenta de que cierta forma de construir la utopía destruye la esencia misma del sueño no queda más camino que retomar el sueño; en vez de abandonar con un gesto de indiferencia o con una pataleta histérica aquello en lo cual creíste. Yo sigo creyendo esencialmente en que es posible construir una realidad social más armónica, menos conflictiva, más generosa, más estimulante, más creativa, una humanidad que merezca el nombre de tal”, dijo en 1999. A 35 años de la caída del Muro de Berlín, se puede leer una serie de títulos sobre la Alemania comunista que ilustran cómo era la vida bajo el telón de hierro soviético.
Desde El cielo partido, de Christa Wolf, ambientada en la RDA justo antes del la construcción el muro, a En tiempos de luz menguante, de Eugen Ruge, un narrador de origen ruso que cuenta la historia de una familia y sus integrantes desde los 50 hasta los 90.
Pero quizás el último libro que ha llamado la atención del mundo sobre el tema sea Kairós, de Jenny Erpenbeck, ganador del Premio Booker 2024, que relata una historia de amor entre una joven de 19 años y un escritor ya mayor en la RDA justo en momentos en que empieza a tambalear el régimen. La relación es el centro de la trama, pero lo es a la luz del quiebre histórico, la tensión, esperanza e inquietud que vive Alemania al caer el muro y avanzar los 90.
Según el jurado, la novela retrata “el ensimismamiento de los amantes, su descenso a un vórtice destructivo, y continúa estando conectado a la historia más amplia de la Alemania del este durante ese período, aunando con frecuencia la historia y los ángulos extraños”. La novela Kairós fue publicada en español el año pasado por editorial Anagrama y está disponible en librerías chilenas. La narrativa en torno al muro.
Fallecido en 2001, el escritor chileno pasó más de una década exiliado en la República Democrática Alemana y en 1993 publicó Morir en Berlín, una novela que al retratar el desarraigo de los chilenos ahí también ilumina el sistema kafkiano en que se convirtieron los socialismos reales. El libro ahora es reeditado por Arbolee y Ediciones UC justo cuando se cumplen 35 años de la caída del Muro de Berlín.