Autor: POR MURIEL ALARCÓN FOTO SERGIO ALFONSO LÓPEZ
Resistencia pacífica
Resistencia pacífica A la salida del Instituto Nacional, entre estudiantes que se dispersan rumbo al metro, Alejandro Antilef, 17 años, aparece en uniforme escolar. Su amigo León Arraño, 15 años, lo espera frente a la reja del acceso principal. Se conocieron en esos mismos pasillos hace un año, en medio de uno de los períodos más convulsionados de aquel emblemático liceo.
A raíz de lanzamientos de bombas molotov, enfrentamientos con Carabineros, destrozos, clases suspendidas y un ambiente de tensión que opacó la tradición de excelencia académica de ese lugar, Alejandro gestó un movimiento estudiantil "antiviolencia", al que León adhirió.
Lo llamaron "Respawning El Nacional", aludiendo al término en inglés "respawn", que en el videojuego Minecraft hace alusión a que, después de morir, un jugador puede renacer. "A mí se me ocurrió", dice ahora Alejandro desde el café al que siempre van a conversar, a media cuadra del colegio, en un pasaje tranquilo. Queda atrás el murmullo lejano de una protesta de profesores convocada ese día, entre otras razones, por la crisis en la educación pública. La reciente amenaza de encapuchados a una inspectora reactivó las alarmas en torno a la violencia escolar. Cae una tarde de mayo y ellos piden lo habitual: una CocaCola Zero con hielo. Continúa: "Dijimos respawning porque nosotros debíamos `respawndear' el Nacional", explica. El movimiento cobró fuerza con un diario escolar, que tuvo una tirada de 5.000 ejemplares impresos financiados con completadas a mediados del año pasado. Rescataba la historia y el legado del Instituto.
Aunque su primera edición fue celebrada por figuras como el presidente Gabriel Boric y José Maza, la segunda nunca vio la luz: coincidió con que estudiantes tildaron de "facho" a Alejandro y rompieron panfletos frente a él. Tras ese quiebre, él decidió empezar de nuevo desde otro lugar. Ya no está en el Instituto Nacional y "Respawning El Nacional" quedó en el pasado.
Ahora es estudiante de cuarto medio en el Liceo de Aplicación y desde ahí, junto a León, quien sí cursa segundo medio en el Instituto Nacional, y otros alumnos, buscan impulsar un nuevo movimiento, esta vez, que agrupe a toda una red de liceos públicos emblemáticos.
Para eso formaron lo que llaman "una comisión", a la que convocaron a establecimientos como el Liceo Tajamar, el Liceo 1, el Lastarria y el Carmela Carvajal. "Queremos unir a todos los colegios emblemáticos, porque este año hay elecciones presidenciales", dice Alejandro. "Con León no hemos escuchado a ningún candidato hablar sobre el futuro", añade. "Queremos hablar con ellos y saber el plan que tienen para los jóvenes". En un video que hoy hacen circular, Alejandro, León y otros alumnos de sus respectivos colegios, de frente a la estatua del general José Miguel Carrera, en las afueras de La Moneda, declaran: "Como alumnos de los liceos emblemáticos que alguna vez fueron ejemplo para Chile, queremos compartir nuestra preocupación. Vemos los resultados de años de abandono en la educación.
Miles de niños han visto en bandas delictuales una puerta para sobrevivir al futuro". Originario de Antofagasta, Alejandro Antilef se vino a vivir a Santiago a los 12 años con su papá, Rodrigo Antilef, vendedor para una empresa de telecomunicaciones. "Siempre me decía: `Quiero que mi hijo salga del Instituto Nacional'. Era un honor". La transición no fue fácil. En Antofagasta había estudiado en un colegio particular. Mudarse implicó adaptarse a una ciudad marcada por el estallido social. Recuerda cómo las clases se suspendían: "Despachaban, porque las lacrimógenas llegaban cerca del ambiente". Alejandro entró a primero medio al Instituto Nacional en 2022. Venía del encierro de la pandemia. De pronto se encontró con pasillos repletos y un curso nuevo, el Primero Medio G. Al principio, dice, le costó adaptarse. Una lesión en el pie le impedía caminar con normalidad.
Sus compañeros le pegaban en la nuca y le decían "cojo". "Sufrí bullying los primeros días". Asegura haberle contado a una inspectora, "pero no hizo nada". Un día lo molestaron tanto que se rebeló: "Le pegué un combo a mi compañero". El profesor, cuenta, los anotó, pero no pasó de eso. "Entonces, me dije: `Si es que acá los inspectores no van a hacer nada para que esto cambie, es la ley del más fuerte la que funciona'". En su colegio privado de Antofagasta, explica, "los inspectores estaban mucho más encima". La primera vez que vio encapuchados en el liceo, no sabía quiénes eran. Sumaban quince, con bombas molotov y palos.
Sus compañeros le advirtieron: "Aquí va a quedar la grande, ten cuidado". Uno se le acercó y le dijo "casita", una palabra que luego aprendió significaba cubrirlo con su mochila para que pudiera arreglarse la máscara sin ser visto. Con el tiempo, las salidas de los encapuchados se volvieron parte del paisaje.
En 2024, en el Reglamento interno de convivencia escolar del Instituto Nacional, se indicó que se decretaría "la evacuación parcial a una zona segura" si es que se observaban encapuchados con elementos incendiarios cerca de las salas de clases, oficinas u otras dependencias. "Era casi siempre en el primer recreo", dice.
Algunos se quedaban deambulando por el centro, otros volvían a sus casas. "Y eso ya era toda la semana". Poco a poco, empezó a sospechar que "había cabros que lo hacían para irse, porque tenían prueba". Alejandro era presidente de curso. En las reuniones del consejo de delegados, planteó que había que hacer algo. "Nos estábamos yendo todos los días a las nueve de la mañana. No estábamos aprendiendo nada", recuerda. Sabía que enfrentarse a los encapuchados no era fácil: eran varios grupos organizados, algunos con vínculos entre sí. "Si te tiras contra de ellos, te vas a tirar a todo ese grupo encima. Son violentos", le advirtieron sus amigos. Aun así, decidió seguir adelante. Con compañeros, pensaron en una forma de actuar sin enfrentarse: crear un movimiento.
Así nació desde el Tercero Medio A "Respawning El Nacional". La primera acción fue crear un diario escolar, donde Alejandro escribió: "Nos invitaron a una lucha revolucionaria que dañaba hasta la infraestructura del colegio, nos alejamos de nuestra historia, la sociedad dejó de creer en el Instituto Nacional". También organizaron conversatorios, como el que trajo de regreso al político Osvaldo Puccio, exintegrante del centro de alumnos, quien habló de su época estudiantil. También a Karina Yoma, la hermana de Katherine, la profesora fallecida en Antofagasta, víctima de violencia escolar. Residente en Calera de Tango, León Arraño ingresó al Instituto Nacional motivado por su buen rendimiento escolar y porque su hermano había estudiado ahí. "Dije: es el mejor colegio público de Chile.
Y postulé". Si bien ya existía el sistema de tómbola, creado en 2016 para eliminar procesos de selección, "uno podía dar la prueba y tener más oportunidades de quedar". León conoció a Alejandro a través del diario escolar. "Era raro ver a alumnos que quisieran optar por el diálogo", dice. "Ver que había quienes querían las cosas sin violencia me gustó. Este año ya hemos perdido como 36 mil horas de clase por los días que salen los capucha", agrega.
El diario, que se repartía a mano entre pasillos y salas, apenas volvieron de vacaciones de invierno, se convirtió también en una forma de interpelar a sus propios compañeros. "Les decíamos a los institutanos que mucha gente no sabe de dónde venimos, entonces queríamos que reflexionaran: quiénes somos", cuenta Alejandro.
En los cursos menores, muchos no reconocían a los retratados. "Me decían: `¿ Y estos quiénes son?'. Y yo les respondía: `Estuvieron aquí, en estas mismas salas, y pasaron a la historia del país'". Profesores, estudiantes y exalumnos valoraron el gesto, y varios se acercaron a felicitar al equipo. Entre ellos, León, quien se presentó directamente: "Me gustaría trabajar con ustedes", les dijo. Ese fue el comienzo de una colaboración que daría paso a acciones más visibles y simbólicas. En octubre del año pasado, para el quinto aniversario del estallido social, el movimiento de Alejandro hizo un llamado a la no violencia desde la Antigua Fuente, atacada en 2019.
Con su dueño presente, Carlos Siri, dieron un mensaje centrado en "dejar atrás las ideologías" y en que "nunca más volvamos a agredirnos entre nosotros". En la ocasión, Alejandro dijo que, "como parte de una nueva generación, exigimos a la clase política gobernante que mire y analice el país que se está construyendo, un país sin cultura real, un país carente de virtudes y que hoy se desarrolla con valores alejados del bien común". La acción, grabada en video, fue difundida por redes. "Lo hicimos para (reconstruir) comunidad, pensando en los estudiantes que se van despachados a las nueve de la mañana", agrega Alejandro. A pesar del respaldo que recibieron por el video, la sensación de peligro nunca desapareció. Mientras más visible se hacía su mensaje, más se intensificaban las señales de advertencia. Pronto llegaron los primeros mensajes.
Un compañero encapuchado, que le tenía aprecio, dice, le advirtió: "Lo que estás haciendo está bien, pero hay otros que no lo ven así". Le mostró chats donde hablaban de golpearlo entre varios, quitarle las zapatillas y la mochila. Después que la segunda edición de su diario no saliera y con el fin de año encima, Alejandro comenzó a retirarse. León lo buscó, pero supo que su amigo planeaba mudarse a Antofagasta con su papá.
Le dio pena: "Quería que el movimiento siguiera". A principios del año escolar, Alejandro le contó que no había encontrado colegio allá y que pensaba volver a Santiago, aunque ya no seguiría en el Instituto Nacional, porque se había matriculado en el Liceo de Aplicación. Alejandro asegura que la decisión de cambiarse de colegio no guardó relación con las amenazas. "Yo desde un inicio sabía a lo que me podía enfrentar y decidí tomar ese riesgo", dice. Con el cambio de colegio volvió a surgir entre ambos adolescentes la idea de iniciar un nuevo movimiento a nivel metropolitano. "Hay una frase que me gusta mucho: el que no arriesga no gana. Decidí (volver a) arriesgarme y alzar la voz", dice Alejandro. Su padre Rodrigo Antilef observa esa determinación con una mezcla de inquietud y respeto. "Por supuesto que me preocupaba", dice. "A mí me tocó ver de cerca (lo que vivió) Alejandro en el Instituto Nacional. Pero al mismo tiempo no puedo ser egoísta y pensar (en) mi comodidad. La mirada que Alejandro está construyendo con su compañero (responde a) la época que les tocó vivir. Yo como padre, evidentemente, lo voy a apoyar". Alejandro se cambió al Liceo de Aplicación, porque conocía a un par de excompañeros del Instituto que también se habían matriculado ahí. Apenas ingresó, comenzó a trabajar en la formación de una lista para las elecciones del centro de alumnos.
Pero durante la campaña, semanas atrás, después de que circularan videos que lo vinculaban con la acción en la Antigua Fuente, estudiantes lo increparon: "Decían que era facho, que me juntaba con políticos, que no creía en el movimiento estudiantil", recuerda. Aunque se retiró antes de que terminara la campaña, no abandonó su impulso por participar. Canalizó esa energía en otra dirección. Propuso crear un vínculo entre los liceos emblemáticos. Compartió la idea con León, quien se entusiasmó de inmediato. Juntos comenzaron a formar la nueva "comisión" con estudiantes de distintos liceos públicos de Santiago. La motivación hoy, dicen, es transversal: evidenciar las falencias del sistema educativo desde sus propias salas. "Hay abandono en la educación", insiste Alejandro.
Cree que el aumento de la violencia entre estudiantes también se debe a la falta de esperanza en que los políticos vayan a impulsar cambios. "El político está encargado de generar políticas públicas, de resolver los problemas de la ciudadanía.
Pero vemos cómo muchos han usado la política solo para asegurarse la vida". A eso se suman los conflictos con los docentes. "Un profesor que estudió para enseñarnos merece un buen sueldo y atención", complementa León. En el video que hoy viralizan, frente a La Moneda, Alejandro y León parafrasean al presidente Arturo Alessandri Palma, en un discurso de 1920.
Ellos dicen que quieren ser "una amenaza para los espíritus reaccionarios, que resisten toda reforma justa y necesaria", "para los propagandistas del desconcierto y del trastorno'". Cansados de las bombas molotov, enfrentamientos con Carabineros y destrozos que interrumpen las clases y deterioran la convivencia, un estudiante del Instituto Nacional y otro del Liceo de Aplicación impulsan un movimiento antiviolencia que busca algo tan simple como poderoso: poder tener clases. Desde sus colegios, convocan a otros liceos emblemáticos a unirse por una educación pública donde el diálogo reemplace a la confrontación. POR MURIEL ALARCÓN FOTO SERGIO ALFONSO LÓPEZ Resistencia pacífica "Como alumnos de los liceos emblemáticos que alguna vez fueron ejemplo para Chile, queremos compartir nuestra preocupación. Vemos los resultados de años de abandono en la educación. Miles de niños han visto en bandas delictuales una puerta para sobrevivir al futuro". futuro"..