Autor: Dr. Juan Luis OyarzO GáLvez, ACADéMICO, INgENIERO COMERCIAL
Columnas de Opinión: Crecimiento sin región no es desarrollo
Columnas de Opinión: Crecimiento sin región no es desarrollo En su último informe de política monetaria el Banco Central ha actualizado sus proyecciones para el año 2025: el crecimiento económico mínimo se estima en 2%, y la inflación esperada sube levemente de 3,8% a 4%, principalmente por el ajuste en tarifas eléctricas. Sin duda, estas cifras ofrecen cierta tranquilidad en un contexto global incierto. Sin embargo, para una región como Magallanes, este tipo de noticias macroeconómicas suelen llegar con un sabor distante, casi ajeno e incluso, como si fuera una realidad diferente. Nuestra región representa apenas el 1% del total de trabajadores del país y concentra una economía que, aunque resiliente, sigue siendo estructuralmente pequeña, dispersa territorialmente y con ello, costosa. La inversión interna en Chile se contrajo un 0,2% del PIB en 2024. Y eso, más allá de las cifras, es una señal clara: sin inversión, no hay desarrollo genuino, y sin desarrollo, regiones como Magallanes seguirán dependiendo del impulso externo o del ciclo estacional. Aquí la geografía importa. La lejanía, el clima, la logística y la baja densidad poblacional no solo encarecen el funcionamiento de la economía, sino que requieren políticas diferenciadas, con visión de largo plazo y pertinencia territorial. El problema es que el debate nacional sigue centrado en el crecimiento agregado, sin preguntarse dónde se genera ni cómo se distribuye. En regiones como la nuestra, el crecimiento necesita ser más que una cifra: debe traducirse en oportunidades concretas, empleo de calidad, innovación productiva y sostenibilidad real. Magallanes posee un potencial único: somos puerta a la Antártica, territorio estratégico en energías limpias, espacio de desarrollo turístico con identidad y biodiversidad, y reserva de investigación científica de relevancia global. Pero ese potencial no se activa por inercia; requiere decisión política, inversión pública inteligente y alianzas con el mundo académico y productivo local. Celebrar un 2% de crecimiento nacional está bien, pero en Magallanes sabemos que las cifras generales no siempre nos incluyen. Por eso, más que crecer, necesitamos transformarnos. Y esa transformación no vendrá desde Santiago ni desde las proyecciones macro: debe nacer aquí, desde el sur del sur, con mirada regional, justicia territorial y visión estratégica. En este escenario, insistir en una política pública homogénea es no solo ineficaz, sino también injusto. Las necesidades de Magallanes no pueden medirse con la misma vara que la Región Metropolitana. Aquí, una carretera, un subsidio de conectividad o una universidad pública no son lujos ni excesos presupuestarios: son condiciones mínimas para la integración y la equidad. Cuando el diseño de política económica ignora estas realidades, lo que reproduce no es solo desigualdad territorial, sino también una sensación creciente de abandono. El desafío es claro: necesitamos una estrategia de desarrollo que piense en Magallanes no como una periferia a sostener, sino como un polo a proyectar. Esto implica fortalecer nuestra matriz productiva con criterios de sostenibilidad, invertir en ciencia aplicada en condiciones extremas, fomentar cadenas de valor locales y descentralizar la toma de decisiones. Porque si el crecimiento económico no se traduce en bienestar para todos los territorios, entonces no estamos hablando realmente de desarrollo. Estamos simplemente administrando la desigualdad..