Ernesto Ottone "LO PASÉ MUY MAL. AFORTUNADAMENTE
Ernesto Ottone "LO PASÉ MUY MAL.
AFORTUNADAMENTE Ernesto Ottone toma un libro --uno de los tantos que ha escrito-y lee: "Hay quienes incluyen en la definición del desarrollo el tema de la felicidad, beati loro, ¡dichosos ellos!, dicen los italianos (... ) "Sin entrar en el ámbito de mis creencias más íntimas (sigue leyendo), me resulta difícil pensar que el ser humano que día a día con mayor o menos conciencia lúcida constata angustiado su extrema fragilidad, puede instalarse en un estado de felicidad permanente, y menos que se pueda crear una sociedad marcada por la felicidad (... ) "Nadie cuerdo, entonces, se puede declarar feliz en permanencia, sabiendo que la desgracia personal nos aguarda a la vuelta de la esquina, y que al final del día está la vejez, el dolor y la muerte", agrega y cierra su libro El segundo piso, publicado en 2016 y que forma parte de su trilogía más personal junto a Viaje en rojo (que relata su pasado comunista) y El viejo puerto, sobre su niñez porteña. Pero en los primeros días de febrero pasado se podría decir que Ernesto Ottone estaba en lo más parecido a ser feliz.
En su departamento, donde vive desde 1990 con su mujer por 35 años, Eliana Rahal; medio retirado de la política, pero muy vigente con sus opiniones en distintos medios y respetado en el mundo intelectual, indicado siempre como el más influyente asesor del expresidente Ricardo Lagos, escribiendo un nuevo libro, rodeado de los otros cientos que tiene, de sus cuadros, y mirando desde el sexto piso las copas de los árboles. --Estaba trabajando en un libro que se llamará algo así como "Ilusiones perdidas", sobre este cuarto de siglo, un mundo difícil, tratando de explicar los fenómenos... Y de pronto aparece el fenómeno individual --dice. La desgracia, afirma, aguardaba a la vuelta de la esquina. El 5 de febrero, un llamado le avisó que había muerto en México, de un infarto fulminante, su sobrino Ernesto Anaya Ottone, a quien quería como un hijo. Dos días después, cuando se trataba de reponer del golpe, Eliana comenzó a sentirse muy mal. Partieron a la urgencia de la Clínica Alemana. Ahí, las imágenes del cerebro fueron claras. Había un aneurisma de cinco centímetros. --Gigante-dice Ottone--. Médicamente se llama gigante.
Y el médico no hallaba cómo contarme porque el peligro de una hemorragia significa... (se queda callado por un segundo). De ahí ingresaron a la UCI, y el director de neurocirugía le explicó la situación. --Y la situación era como tener una granada en la cabeza, eso estaba a punto de explotar. Por el daño, ya estaba empezando a quedarse con la mitad del cuerpo paralizado. Tras cinco días con un tratamiento con corticoides para desinflamar el cerebro, la pudieron operar. Días que pasó cerca de ella, en la UCI, asustado. --¿ Ustedes tenían hablado qué harían en una situación así, con los riesgos, las posibles secuelas ? --Ninguno de los dos queremos vivir una indignidad.
Por lo tanto, cuando el doctor me dijo que iban a operar, yo sabía que era un todo o nada porque ella no hubiera querido vivir... (se queda un momento callado). Afortunadamente no hubo daño cerebral porque no hubo hemorragia y ahora está en un proceso de recuperación que me ha asombrado. Pero lo pasé muy mal. Afortunadamente zafamos. La psicóloga Eliana Rahal y Ernesto Ottone --sociólogo, académico, escritor-se conocieron en el exilio y juntos armaron un segundo matrimonio, sumando a los dos hijos de ella, los dos de él, y ahora nueve nietos. Todos viven en Francia. Ottone volvió a Chile en 1989 --entró en la última lista de exiliados-y desde entonces vive con Eliana en este hogar, amplio y recovequeado porque juntaron dos departamentos.
También van seguido a Playa Ancha, donde él nació y donde ella lo acompaña feliz "en mis paseos melancólicos por los barrios a mal traer". En el caso de su sobrino, ahora los recuerdos son dolorosos. --Era muy querido, mucho más que un sobrino para mí. Yo tenía 20 años cuando mi hermana lo tuvo. Mi cuñado andaba trabajando en Catapilco, y yo tuve que firmar, porque en el hospital les tuvieron que cambiar la sangre.
Esa hermana, Mirella, y su familia, se fueron de Chile, lo que permitió a Ottone verlos más que al resto mientras estuvo exiliado. "Y con Ernesto, teníamos una relación muy fuerte, además él tenía inquietudes intelectuales desde chico. Estudió derecho, después cine en México, en Roma, se hizo guionista, y se dedicó a la publicidad y a la dramaturgia. Era un ser luminoso. Y además era muy amigo de Eliana. Los dos eran melómanos, fanáticos de Mahler, y lo escuchaban juntos. Cuando llegamos a la clínica, estábamos en pleno duelo por él.
Entonces, como que la vida de repente... se ensaña". La experiencia la deslizó en su columna del 2 de marzo en La Tercera, "Verano aciago", en la que hablaba de los incendios y de la trágica muerte del presidente Sebastián Piñera. "Cuando a ello se une, como ha sido mi caso, dolores privados, pérdidas y conmociones profundas, abruptas, inesperadas, que nos recuerdan brutalmente la fragilidad y el arbitrio de la condición humana, el verano se vuelve un báratro". --¿ Quedó más asustado de la vida? --Te diría que estoy todavía en la pelea porque Eliana se recupere, en la pelea de poder hacer a fondo el duelo por mi sobrino, y ver lo que quedó de su obra para que se conozca más. --Su humor legendario le estará ayudando algo en esta pasada. --Mucho y la Eliana también es divertida. Nos reíamos de "pucha en la que estamos", dos viejos patulecos, y conversábamos. Nunca nos abandonó aquello. Si no te ríes de ti, te conviertes en un personaje latero. Yo tengo tres hermanas mayores que yo, que son adorables. Me apoyaron mucho, y Agustín Squella. --Que no le habrá llevado un rosario... --(Se ríe) No. Pero mis hermanas y mis sobrinas, sí. Ahí había mucho rosario. Yo convivo muy bien con eso, si a mi me bendicen, yo agradezco la bendición. --¿ Sus papás eran creyentes? --Mi mamá era muy creyente. Mi papá más oportunistamente porque se hizo más creyente a medida que envejecía. Los padres de Ottone murieron muy ancianos, cuenta. Su mamá, Otilia Fernández, de 96. --Conversó toda la noche que se murió. Decía "si yo me estoy muriendo de vieja, no de enferma". Era muy divertida. Yo le decía "¿ Te doy un poquito de agua?, y decía `dame un poquito de whisky'". Y, después murió. Nos dejó la vara alta.
Como buen agnóstico, Ottone ha escrito y reflexionado mucho sobre su pérdida de fe, un proceso paulatino, dice, como todos los suyos. "A fines del primer año de universidad, había abandonado mi fe religiosa, es verdad que fue un proceso largo, lento y sufrido, sobre todo por lo que significaba en mi entorno familiar", escribió. "No fue una conversión súbita a un ateísmo militante, y a quemar todo lo que había adorado, en verdad fue algo paulatino y meditado con múltiples lecturas.
En un momento llegué a la conclusión de que si bien la ciencia y la filosofía no lograban explicarme sino parcialmente el misterio de la existencia, debía aceptar que la terrible lucidez de la conciencia humana que aspira a la búsqueda de un sentido de la vida y una explicación de la existencia, no encontraba en mí una respuesta en la fe religiosa". --Y ahí se cambió a la fe política, porque entró al PC. --No. Eso fue después, un poco después. Su "viaje en rojo" duró 16 años. --Pero en cierto modo quemó todo lo que adoró: la fe católica y luego el comunismo. --Claro, el tema es el método cómo lo haces. El mío no son rupturas de converso, y creo que nunca he estudiado más historia religiosa que cuando ya acepté que no tenía fe. Cuesta hoy imaginar a este hombre, pausado y divertido, de alto dirigente de la Juventudes Comunistas. Calmo, como diría él.
En su libro Después de la quimera, escrito con Sergio Muñoz Riveros, recuerda que el día que ganó Lagos la presidencia, "Soledad Alvear me pidió que la acompañara; parece que por mi carácter estoy llamado a jugar un rol de `compañía calma', que naturalmente se acompaña de colon irritable". Así imaginó de chico que sería su vida: tranquila. --Pero una vida calma era incompatible con militar en el PC. --Claro, y primero estudiar en la Escuela Militar, por un pésimo cálculo con que empecé mi adolescencia, que fue que mi padre era buena persona, pero muy severo, y para salir de eso no se me ocurrió nada mejor que irme a la Escuela Militar.
Después fui dirigente estudiantil y vinieron los años 60, las reformas y todo eso, el gobierno de la Unidad Popular, luego el Golpe, y ya, claro, un deber frente a una situación dramática... Ahí empezó esta vida loca. Me mandaron a Hungría a ser vicepresidente de la Federación Mundial de la Juventud Comunista, después fui presidente, daba vueltas por todo el mundo, traté de entrar a Chile y me tomaron preso en Argentina. Una vida muy extraña, que jamás imaginé. Conocí lo que era el socialismo real, y llegó un momento en que me pregunté: "Estoy luchando contra una dictadura, pero vivo en una dictadura". El camino eran las reformas, la socialdemocracia. Y ahí, bueno, volví a, por decirlo así, a hacer mi doctorado en Ciencias Políticas en París, entré a Naciones Unidas y dejé el Partido Comunista. Fue asumido, porque fue muy gradual, como casi todas las cosas en mi vida. El naufragio lento A la derecha del sofá en que hace recuerdos está el comedor en el que por años se reunió lo que sería después el mítico "segundo piso" del gobierno de Lagos.
Ahí llegaba también, puntualmente cada semana, quien después sería candidato presidencial y sobre un mantel verde, como de mesa de pool --cuenta Ottone--, redactaban las minutas del que sería su futura administración. --¿ Y ha hecho el duelo por el retiro de Lagos de la vida pública? --Me pareció extraordinariamente grande su actitud de retirarse cuando sintió que no tenía la fuerza para seguir apoyando sus ideas en el debate público. Tiene 86 años. Fue quizá demasiado pronto, porque su madre vivió hasta más allá de los 100. --¿ No comparte su decisión? --La comparto plenamente.
Nos vemos una vez a la semana, hablamos, seguimos siendo muy amigos. --¿ Y no cree que es una voz que sigue siendo necesaria? --Es que la voz está, pero va a surgir solamente en momentos importantes para Chile porque él tiene un cansancio muy fuerte. Pero él está bien, sigue al país, está en todo. --¿ Usted no tiene el miedo al olvido, como casi todos los políticos? --No.
Cuando nosotros terminamos el gobierno, yo veía de pronto caras largas, gente a la que se le caían los ojos, y yo estaba feliz porque volvía a lo mío. --¿ Tiene ganas de retirarse a los cuarteles de invierno? --Tengo la edad que tengo y creo que mi aporte en este momento es intelectual, de consejo, pero no es un aporte militante. --En su caso, ¿es muy fuerte la nostalgia por lo vivido? ¿ Tiene nostalgia "política" de los 90, por ejemplo? --Sí, echo de menos. Y es un tema a nivel mundial, si piensas en las figuras políticas como Felipe González, Miterrand, Blair... Para qué hablar de los grandes viejos, los De Gaulle, Churchill. Pero hay que mirar hacia adelante porque es la forma de recuperar la nostalgia. Si no, entras en una melancolía paralizante.
Ahora, yo no renuncio a la melancolía, ni a la nostalgia, ni al tango, ¡ni a nada! --Hoy se habla mucho de la vejez, se la odia o se la ensalza, ¿dónde se sitúa usted? --Siempre he considerado que hablar de la vejez como la edad dorada es una estupidez. Yo digo que la vejez es un naufragio, como decía De Gaulle, que era un viejo muy sabio. ¡Y es un naufragio! porque te acercas al final. El cuerpo se debilita. Te enfermas, el cuerpo no te responde, hay cosas que ya no puedes hacer. Ottone dice que se cuida, "sin esperanza, pero es mejor hacerlo". Escribe, camina cinco kilómetros todos los días, y hace ejercicio, "pero no pensando en que no me pasan los años. Sí me pasan. Y escribo y estoy en el debate, pero entendiendo que eso va a ir disminuyendo hasta la nada". --¿ Le da susto ese naufragio lento? --Claro que sí. Porque uno quiere vivir, a mí la vida me gusta, me gusta estéticamente, me lleno de colores --mira este departamento-me lleno de música, de lecturas. A mí me gusta vivir, para qué andamos con cuentos, y no vivir... claro, no va a ser nada. Pero prefiero ser antes que no ser.
El sociólogo, escritor y exasesor de Ricardo Lagos deslizó en una columna a comienzos de marzo que había tenido un difícil verano con "dolores privados, pérdidas y conmociones profundas". Perdió a un sobrino y por un momento pensó que también a su señora. Tras el episodio, aquí reflexiona sobre la vida, la muerte y su visión sobre la vejez. Todo muy al estilo Ottone. POR PAULA CODDOU B. FOTO CARLA PINILLA Ernesto Ottone "LO PASÉ MUY MAL. AFORTUNADAMENTE ZAFAMOS" La psicóloga Eliana Rahal y Ernesto Ottone llevan 35 años juntos. En la foto, ambos en su departamento, después de superar un grave aneurisma de ella en febrero. "Siempre he considerado que hablar de la vejez como la edad dorada es una estupidez. Yo digo que la vejez es un naufragio, como decía De Gaulle, que era un viejo muy sabio". sabio"..