COLUMNAS DE OPINIÓN: Chile, país que despierta en su patrimonio
COLUMNAS DE OPINIÓN: Chile, país que despierta en su patrimonio 31 Domingo 18 de mayo de 2025 Cultura www.ladiscusion.cl Chile, país que despierta en su patrimonio Alejandro Arros Aravena Doctor en Educación, Académico Departamento de Comunicación Visual UBB E l Día del Patrimonio Cultural se ha transformado en una de las expresiones más visibles del vínculo entre identidad y política pública en Chile. Lo que comenzó como una celebración nacional en el año 1999 ha ido ganando densidad ciudadana, permitiendo que las personas recorran edificios históricos, visiten espacios públicos y dialoguen con su memoria. Sin embargo, más allá de la apertura de puertas y de la fotografía ocasional frente a una casona antigua, el concepto de patrimonio está comenzando a redefinirse como un eje productivo emergente. En particular, las regiones con fuerte impronta cultural -como Ñublese posicionan con ventajas comparativas en este escenario.
Allí, la tradición artesanal de la alfarería de Quinchamalí y la cestería de las colchanderas de Ninhue no solo encarna prácticas de transmisión intergeneracional, sino que también ilustra la posibilidad de una matriz económica basada en el valor simbólico, cultural y creativo del trabajo local. La alfarería de Quinchamalí, reconocida en 2022 por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere medidas urgentes de salvaguardia, es un ejemplo paradigmático. Las piezas, realizadas por mujeres que heredan el oficio desde niñas, combinan técnica, identidad campesina y estética propia. Cada figura modelada en barro negro, decorada con incisiones blancas, representa escenas cotidianas del mundo rural: la guitarrera, el huaso, la gallina. Estas piezas no solo tienen valor artístico, sino que también constituyen una forma de economía doméstica.
Sin embargo, como ocurre con muchos oficios tradicionales, el envejecimiento de sus cultoras, la precariedad del acceso a materias primas y la falta de canales formales de comercialización hacen que su futuro sea incierto, pese a los reconocimientos institucionales. De manera similar, en Ninhue, las colchanderas conservan un saber que combina agricultura, diseño y memoria oral. Trenzar la paja del trigo, cuelcharla y transformarla en chupallas y objetos El Día del Patrimonio no debe ser solamente una ocasión para mirar hacia atrás, sino también una invitación a imaginar nuevos futuros. En ese sentido, reconocer el valor económico y social de la alfarería, la cestería y la arquitectura en adobe no es un gesto romántico, sino una decisión estratégica. Invertir en patrimonio, en definitiva, es invertir en desarrollo sostenible, en equidad territorial y en soberanía cultural. Chile necesita una política de Estado que no vea el patrimonio como un ornamento, sino como un fundamento. El futuro no será solamente tecnológico ni extractivista: será también simbólico, plural y situado. Y en esa construcción, los oficios de Ñuble, sus materias y sus memorias, tienen mucho que decir. utilitarios requiere un conocimiento técnico y material que no puede aprenderse de forma acelerada. Es un proceso que toma tiempo y que exige una relación cercana con el entorno natural. Este tipo de prácticas, aunque arraigadas en territorios rurales, son una muestra viva de lo que algunas economistas culturales definen como activos creativos: recursos que pueden generar valor económico sin perder su arraigo territorial. Conversando con el historiador Dr.
Felipe López, colega y profundo conocedor del devenir de las culturas locales, surgió una idea que parece ir ganando terreno en el debate público: la transición de Chile debe migrar desde una economía basada casi exclusivamente en la explotación de recursos naturales hacia una matriz que incorpora con mayor seriedad el patrimonio cultural y la economía creativa. Esta migración no se trata de una sustitución total -la minería y el sector agrícola seguirán siendo relevantes-, sino de una diversificación estratégica. El potencial de las industrias creativas en este contexto es significativo. Según datos de la Unctad del año 2022 las industrias culturales y creativas representan cerca del 3% del PIB mundial. En América Latina y el Caribe, un estudio reciente del BID estima que estas industrias generan alrededor de 124 mil millones de dólares anuales y emplean a más de 1,9 millones de personas.
Chile, aunque con rezago respecto a México, Argentina o Brasil, ha mostrado avances: según cifras del Ministerio de las Culturas, las artesanías y el sector editorial concentraron cerca del 60% del total de exportaciones creativas en el país en 2022, alcanzando más de 400 millones de dólares. La CEPAL, por su parte, destaca que la economía creativa es un espacio estratégico para el desarrollo sostenible, pues promueve empleos no automatizables, fomenta la innovación local y fortalece la cohesión social. Sin embargo, no todo en este modelo es luminoso. La implementación de políticas públicas orientadas al fomento de la economía creativa en América Latina ha sido dispar y, en muchos casos, deficiente. Los marcos legales suelen ser fragmentarios, y la institucionalidad cultural, especialmente a nivel regional o local, carece de herramientas técnicas y recursos presupuestarios. A ello se suma una tendencia a replicar modelos centralistas que privilegian capitales culturales metropolitanos en desmedro de los territorios periféricos. Lo que en Santiago se piensa como "economía naranja", en Ñuble muchas veces sigue siendo un acto de supervivencia cotidiana sin apoyo estatal. Además, la noción de patrimonio como eje económico no está exenta de tensiones. Existe el riesgo de convertir lo patrimonial en mercancía, vaciando de sentido su dimensión comunitaria. La estandarización de procesos creativos, la producción en serie para responder a demandas turísticas, y la apropiación cultural sin reconocimiento ni retribución justa a los autores originales son fenómenos ampliamente documentados. El desafío, entonces, no es solo invertir más en cultura, sino hacerlo con criterios de justicia y pertinencia territorial. Pese a estas dificultades, hay razones para el optimismo. Experiencias comunitarias exitosas, como el fortalecimiento de cooperativas artesanales, o la inclusión del diseño tradicional en plataformas digitales de comercio justo, muestran que es posible articular lo local con lo global sin sacrificar la autenticidad. El enfoque de "economía creativa con identidad" que han propuesto organizaciones como la Fundación Interarts o la Red IberCultura Viva apunta precisamente a este horizonte. Ñuble, con su combinación de saberes tradicionales, recursos naturales y capacidad organizativa comunitaria, puede desempeñar un papel clave en esta transformación. El Día del Patrimonio no debe ser solamente una ocasión para mirar hacia atrás, sino también una invitación a imaginar nuevos futuros. En ese sentido, reconocer el valor económico y social de la alfarería, la cestería y la arquitectura en adobe no es un gesto romántico, sino una decisión estratégica. Invertir en patrimonio, en definitiva, es invertir en desarrollo sostenible, en equidad territorial y en soberanía cultural..