Autor: Diego Benavente, ingeniero civil y regionalista
COLUMNAS DE OPINIÓN: Con licencia para capear
COLUMNAS DE OPINIÓN: Con licencia para capear Diego Benavente, ingeniero civil y regionalista ¿ urante las últimas las últimas blicos fueron sorprendidos viajando al extranjero viajando al extranjero viajando al extranjero o IN l un nuevo escándalo ha vuelto a golpear la ya debilitada confianza ciudadana en el aparato estatal: más de 25 mil funcionarios púse encontraban con licencia médica. El hallazgo fue posible gracias a un simple cruce de bases de datos, algo que debería ser rutina en cualquier sistema mínimamente eficiente. Peronolo fuehasta ahora. Elmérito es dela actual contralora, Dorothy Pérez, cuya labor ha sacudido los cimientos de una institucionalidad que parecía cómoda ensu letargo. La actuación de Pérez no sólo es técnicamente impecable, sino que además ha devuelto algo muy escaso en estostiempos: fe pública. Su gestión ha demostrado que, incluso en un aparato estatal anquilosado y muchas veces opaco, es posible hacer bien las cosas. Y nosólo bien: con rigor, valentía y sentido de urgencia. Si existiera un Premio Nacional a la Gestión Pública Proba y Eficiente, ella sería su primera merecida galardonada. Y si no existe, ya va siendo hora de crearlo. Este problema, sin embargo, no es nuevo. En 1981, enmi primer trabajo como ingeniero civil en la CAP de Talcahuano (Huachipato), participéen una investigación sobre el uso excesivo de licencias médicas. En una empresa de capitales mixtos, con fuerte participación estatal, elausentismo porlicencias alcanzaba entre el 25% y 30% del personal. Para ponerlo en perspectiva: en una empresa privada, la tasa normal nosupera. el 2960 3%. Es decir, había un ausentismo diez veces superior alo aceptable. Recuerdo casos insólitos. Algunos trabajadores aprovechabanla licencia médica para atender negocios particulares, especialmente en época estival. Comenzamos a detectar patrones: losmédicos que otorgaban estas licencias eran siempre losmismos, y en cantidades desproporcionadas. La 'COMPIN, el Servicio de Salud y el Colegio Médico de entonces parecían mirar hacia otrolado. No había fiscalización real. Nadie quería hacerse cargo. Lo que hoy ha destapado la Contraloría ya se veía venir desde hace décadas. La diferencia es que ahorase cuenta con herramientas tecnológicas que permiten detectar este tipo deabusos con rapidez, pero, sobretodo, con voluntad polé tica para actuar. Enel caso de Huachipato, una vezconcluidala investigación, se tomaron medidas.
Algunosresponsables fueron sancionados y, como era de esperar, el mensaje fue claro: el au cionados y, como era de esperar, el mensaje fue claro: el au cionados y, como era de esperar, el mensaje fue claro: el au sentismo bajó significativamente.
La señal fue nte y efectiva. ¿Por qué no aplicar el mismorigor hoy? Lo que hareveladola Contraloría no es simplemente una anécdota más de la picaresca nacional, sino una muestra del daño profundo que estas prácticas generan al sistema completo. Nosolo hay pérdida de recursos; hay una erosión silenciosa, pero letal, de la ética pública. Cuando un funcionario viaja al extranjero mientras está " no solo engaña alsistema: desprestigiaal Estado, ofende al ciudadano que paga impuestos, y debilita el contrato social sobre el quese sostiene nuestra democracia. Esmomento deir másallá de la denuncia. Senecesita una reforma integral al sistema de licencias médicas. Fiscalización seria, sanciones ejemplares, y -por qué no una revisión dela ética profesional de los médicos que participanen este tipo de maniobras. Sino enfrentamosesto ahora, lo que hoy parece un escándalo se convertirá en norma. Y cuando. elabuso se normaliza, la corrupción florece. Por eso, más que indignarnos, debemos actuar. Con inigencia, con decisión y con una meta clara: rarlafe enlo público. enlo público. enlo público. enlo público. enlo público..