Autor: Por: Valentina Echeverría O.
La torre dormida: El olvidado carrillón que espera volver a entregar sus melodías a La Serena
La torre dormida: El olvidado carrillón que espera volver a entregar sus melodías a La Serena El proyecto incluye respaldo eléctrico para funcionar incluso ante cortes de luz, y se enmarca en un plan mayor de recuperación del cerro Santa Lucía y sus áreas verdes. Sin embargo, hasta ahora, la iniciativa ha quedado estancada «Hay adultos mayores que aún recuerdan sus melodias. Para ellos, y para los que vienen, queremos que vuelva a sonar», señaló Juan Kubota. «La Serena ha trabajado por rescatar su patrimonio: el faro y la réplica de la portada. El carillón también merece una segunda oportunidad» Mientras tanto, la torre blanca sigue en pie. Silenciosa, pero no olvidada.
Hay quienes la visitan, quienes la cuidan, y quienes sueñan con el momento en que su música vuelva a recorrer la ciudad En lo alto del parque Santa Lucía, una torre blanca se alza en silencio. El carrillón colonial, donde alguna vez resonaron melodías que marcaban las horas del día, permanece dormido. El cual fue considerado el símbolo sonoro de la ciudad durante décadas. Hoy, un grupo de ciudadanos busca devolverle su voz y traer de vuelta esa música que, como un corazón, latía junto al pulso serenense. El carillón fue inaugurado en los años 50 como parte del Plan Serena, con una estructura neocolonial que escondía un mecanismo musical avanzado para su tiempo. Su sistema de martillos mecánicos, conectado a 56 parlantes, emitía melodías tradicionales, valses y fragmentos del himno de la ciudad, a horas programadas. Francisco Deck, oficial a cargo del lugar, conoce bien su historia y relató que «era parte del día a día. Todos sabían que a tal hora, sonaba un vals o la canción Mi Playa.
Era identidad pura». Con el paso del tiempo, el reloj que lo regulaba comenzo a fallar, y sin recursos para su mantención, el instrumento quedó en silencio. «El sonido empezó a desfasarse, y a veces sonaba con demasiada fuerza en la noche. Finalmente se detuvo. Hoy solo queda la estructura y un sistema obsoleto que ya no funciona». Pero no todos han olvidado su importancia. Desde antes de la pandemia, un grupo de vecinos agrupados como Amigos por el Carillón trabaja para recuperar su funcionamiento. Uno de sus impulsores es Juan Kubota, quien apoyó en la formulación de un proyecto técnico y cultural que fue presentado al Gobierno Regional. «La idea no es solo que vuelva a dar la hora. Queremos recuperar las melodías, rescatar su valor patrimonial, y también integrarlo como sistema de alerta para emergencias. El proyecto está listo, pero quedó en pausa y no se volvió a retomar». La propuesta contempla una modernización completa del sistema. El hijo de Juan, David Kubota, ha sido parte del diseño técnico. «Lo que proponemos hoy es un cariIlón digital, resistente al agua, al viento y al sol, conectado a red Wi-Fi. Se puede comandar desde cualquier punto de la ciudad, programar distintas melodías, e incluso usar como altavoz ante sismos o tsunamis. Tiene un valor sentimental y otro práctico», La tecnología actual permitiría reemplazar los 56 parlantes originales por solo ocho direccionales de alta fidelidad.
Además, se proyecta instalar una sala de interpretación musical dentro del edificio para mostrar cómo funcionaba el instrumento original y conservar su legado. «Queremos que los más jóvenes lo escuchen, pero también que lo entiendan», aseguró Francisco Deck. En sus años de gloria, el carillón era un ícono vivo. Sonaba al amanecer, al atardecer, en celebraciones y ceremonias. Era parte del paisaje auditivo de La Serena. David lo recuerda con cariño, expresando que «en mi infancia, escuchar el carillón era una de las cosas que más me hacía sentir en casa. Hoy la ciudad merece recuperar sus símbolos patrimoniales. Y este es uno de los más valiosos».. Construido en los años 50, el instrumento musical del cerro Santa Lucía dejó de sonar hace décadas. Hoy, un grupo de ciudadanos busca revivir su música y rescatar un símbolo sonoro que marcó la identidad serenense.