Ese mar que tranquilo nos baña
Ese mar que tranquilo nos baña E l comienzo del verano activa cada año nuestro imaginario playero, propio de un territorio que exhibe sus 4.634 km de extensión al océano Pacífico. Como un recordatorio irónico, en los últimos días nos hemos sorprendido por marejadas intensas y persistentes que han hecho flamear las banderas rojas, afectando además a la llamada infraestructura costera.
Mientras pienso que tal desconcierto no es más que una reiterativa manifestación de nuestra ignorancia frente al incumplimiento de normativas relativas a edificaciones y urbanizaciones, surgen personas como Carolina Martínez, denunciando que esto no es más que el resultado de nuestra intervención excesiva a ecosistemas y humedales marinos, lo que ha provocado la consecuente erosión y degradación de bancos de arena y campos de dunas, "primera línea de defensa contra eventos extremos como marejadas y tsunamis". La asertividad de la directora del Centro UC "Observatorio de la Costa" continúa la visión de la zoóloga marina oriunda de Pensilvania Rachel Carson, quien en su libro El borde del mar (1955) nos describía a este "lugar extraño y maravilloso (... ) donde las olas rompen con fuerza contra la tierra, donde las mareas han avanzado sobre los continentes, retrocedido y regresado una y otra vez (... ). Hoy, un poco más de tierra puede pertenecer al mar, mañana, un poco menos... [... ] Bajo la belleza de este espectáculo, existe un significado y una trascendencia. Es lo escurridizo de ese significado lo que nos inquieta, lo que nos envía una y otra vez al mundo natural, donde la clave del enigma está oculta.
Nos envía de regreso al borde del mar, donde el drama de la vida inició su primer capítulo en la Tierra y, quizás, incluso su preludio, donde las fuerzas de la evolución están en acción hoy, como lo han estado desde la aparición de lo que conocemos como vida... [... ] La verdadera comprensión [de la orilla] surge solo cuando, de pie en una playa, podemos percibir los largos ritmos de la tierra y el mar que moldearon sus formas y produjeron las rocas y arenas que la componen; cuando podemos sentir, con los ojos y oídos de la mente, el pulso de la vida golpeando siempre en sus costas: ciega e inexorablemente, buscando un lugar donde afianzarse". Me pregunto si tenemos que seguir edificando en la roca o si es necesario subirse a una Rueda de la Fortuna para "percibir un mundo de aguas que todo lo impregna". Carson sería más sencilla, invitándonos a algo tan simple como dejar que el océano cubra nuestros pies.
Ese mar que tranquilo nos baña Romy Hecht Arquitecta e investigadora UC PAISAJES IDEADOS FRANCISCO JAVIER OLEA Me pregunto si tenemos que seguir edificando en la roca o si es necesario subirse a una Rueda de la Fortuna para "percibir un mundo de aguas que todo lo impregna"..