COLUMNAS DE OPINIÓN: La universidad y sus enemigos
COLUMNAS DE OPINIÓN: La universidad y sus enemigos Durante los últimos meses un gran número de voces se levantó para criticar las medidas del gobierno norteamericano contra sus universidades de élite, como Harvard. Se trató de una reacción en gran medida justificada. Dichas universidades ciertamente tenían y tienen problemas muy severos. Políticas de admisión que usan criterios raciales, por ejemplo, y una tendencia a la homogeneidad intelectual y política de proporciones descomunales. Harvard, en concreto, ha sido descrita y vivida por muchos como un apéndice del Partido Demócrata. Pero aunque todo eso sea verdad -y sigue siéndolo-, eso no significa que cualquier tipo de respuesta se justifique. Las universidades son ecosistemas "Las universidades son ecosistemas imposibles de reformar con medidas t oscas desde afuera. Por lo mismo, cuando existen tales medidas hay que preguntarse si sus responsables quieren realmente reformarlas o en realidad castigarlas y destruirlas". imposibles de reformar con medidas toscas desde afuera. Por lo mismo, cuando existen tales medidas hay que preguntarse si sus responsables quieren realmente reformarlas o en realidad castigarlas y destruirlas. Ahí hay entonces un tipo de enemigo para las universidades: el que cree poder dar desde fuera un golpe de timón, sin invertir de modo intenso en su reforma desde dentro. Esa manera de enfrentarlas tiene un problema adicional. Enfrentadas a un tosco adversario extemo, ellas se cierran a reconocer sus problemas, y tienden a simplemente obnubilarse con la idea de que son bastiones de pensamiento crítico, lo sean realmente o no. En esa autocomplacencia, se vuelven enemigas para símismas. Ahí hay un segundo tipo de enemigo. Pero hay también otros adversarios, enemigos bien conocidos que olvidamos con demasiada facilidad.
La semana pasada la Universidad de Indiana Bloomington, una prestigiosa universidad estatal en Estados Unidos, hadecidido suspender más de un centenar de programas por no contar con el número de graduados anuales (que ahora son fijados ahí por ley). Se trata de una medida que afecta a disciplinas científicas tanto como a las humanistas. Si traemos aquí a colación esa historia, de entre tantas otras, es por el contraste que hay entre su escasa cobertura y las ampliamente discutidas políticas de Trump. Se trata de una medida radical, pero al no ser parte de la actual guerra cultural y política no recibe nada de la atención mundial que esas otras medidas atraen. Cuestiones como esta nos obligana preguntar cuál esrealmente el principal enemigo de las universidades.
Y el caso sugiere una respuesta muy obvia, pero que solemos pasar por alto: en medio de todas nuestras querellas y de lasamenazas reales para la universidad que hay en ellas, uno de sus principales enemigos sigue siendo el utilitarismo superficial, la incapacidad de ver el conocimiento como algo que por sí mismo vale la peha cultivar.
Y hay un enemigo más: el intento por hacer caber todo bajo una misma norma. ¿Merecían algunos de esos programas ser cerrados? Seguramente, Pero ese tipo de pregunta solo se puede resolver con un juicio concreto sobre el valor de cierto saber, no mediante una política general sobre el número de graduados. Una universidad que no sabe transmitir el valor del saber prudencial, concreto, termina ella misma siendo víctima de su ausencia. Manfred Svenson Universidad de los. Andes Andes. - - - -