El club de los padres primerizos de Nueva York
El club de los padres primerizos de Nueva York.
El club de los padres primerizos de Nueva York El club de los padres ji primerizos de Nueva York LO QUE PARTIÓ COMO CONVERSACIONES EN LÍNEA ENTRE UN GRUPO DE NUEVOS PAPÁS, HOY ES UN GRUPO CON UN CENTENAR DE INTEGRANTES QUE PASEAN MIENTRAS EMPUJAN LOS COCHES DE SUS HIJOS. SE LLAMA BROOKLYN STROLL CLUB Y EN CADA REUNIÓN, ADEMÁS DE DIVERTIRSE CON SUS NIÑOS, TAMBIÉN INTERCAMBIAN EXPERIENCIAS SOBRE CRIANZA, HORARIOS DE ALIMENTACIÓN Y HORAS DE SIESTA. POR Alexis Benveniste, THE NEW YORK TIMES. FOTOS: Tony Cenicola.
En En una cálida mañana de sábado de marzo, mientras los veinteañeros influencers y los jóvenes financieros de Williamsburg Williamsburg todavía duermen, un grupo de más de 30 hombres hombres se reúnen en McCarren Park, un parque público de Brooklyn, Nueva York. Algunos vienen desde lejos como las montañas Catskill, ubicadas en el sureste del estado de Nueva York. Tras los saludos, pasan a hablar de entrenamiento para dormir y de los coches en los que pasean a sus hijos. Todos tienen una cosa importante en comlIn: sus bebés. “Cuántos años tiene el tuyo?”, se preguntan a medida que van llegando otros padres. Benjamín Vélez, de 32 años, se acerca corriendo a la multitud con su hija de un año, Wynter. Recién terminó su turno de noche como telefonista y recepcionista. Uno de los hombres le comenta sobre la bebida energética Monster que llevaba en su cochecito. Vélez le dice que también contiene cafeína. Víctor Ayala, de 36 años, inspector de control de calidad, y su hijo de 2 años, Cassius, llegan al parque en un Uber desde Cobble Hill, en el noroeste de Brooklyn. La pareja fue elogiada por su estilo: el Ayala viste una camiseta, una chaqueta de lona blanca con rayas negras, zapatillas amarillas y una gorra del Brooklyn Stroll Club. Cassius duerme relajado en un coche Bape x Airbuggy que un amigo de su padre le envió desde Japón. Víctor Ayala estrecha la mano de Joe Gonzáles antes de que el grupo de unos 35 hombres y bebés caminen hacia Canopy, un espacio espacio de juegos en Williamsburg. “Cuando Joe lanza un evento, es como si se lanzara una zapatilla”, dice un padre que se había perdido la reunión de febrero.
Mientras el grupo se prepara para dar una vuelta por el parque antes de dirigirse a Canopy, Calvin Eng, de 30 años, chef y propietario propietario del restaurante cantonés Bonnies y autor del libro “Sal, Azúcar,. El club de los padres primerizos de Nueva York MSG" (que reúne recetas e historias de un hogar cantonés en Estados Unidos), se integra al grupo con su hijo Levi, de dos años y medio. Joe Gonzales, de 32 años, lo recibe y lo trata como si se conocieran de toda la vida, aunque es la primera vez que se ven. Caminar es lo que une al Brooklyn Stroll Club.
El grupo fue fundado en octubre por Joe Gonzales, productor sénior de una agencia creativa y padre primerizo de un bebé de 10 meses llamado Sol. "Las mamás llevan mucho tiempo aguantando y son muy buenas para construir comunidad", dice Gonzales. "No tenía muchos amigos papás en Nueva York, y tenía muchas ganas de conectar con personas que estuvieran pasando por una experiencia similar", añade. El grupo se ha convertido en una comunidad de padres que se han hecho amigos. Y el interés va en aumento. "Al principio, la paternidad fue una experiencia muy aislante", comenta un padre que llegó desde East Harlem para el encuentro. En los meses más fríos, los papás tienen que ser creativos y reunirse en interiores, pero esto implicó un aforo limitado. Joe Gonzales anuncia los eventos en un canal de Discord que creó con más de cien miembros. Cuando las 50 entradas se ponen a la venta para la siguiente reunión, se inicia una loca carrera para conseguirlas. Hoy todos los padres llegaron a tiempo, una hazaña notable cuando se trata de sacar a un niño de la casa. Cruzan la calle como un rebaño compuesto de unos 35 bebés y sus padres, quienes van intercambiando historias sobre lo que sus parejas estaban haciendo esta mañana.
Cuando llaga a su destino, la fila para entrar a Canopy da la vuelta a la manzana. "Solíamos hacer fila para entrar al club", comenta Mike McGlarkner, quien viene de Harlem con su hijo Jackson, de 2 años. Lentamente, los padres y sus hijos se apiñan en el ascensor.
Rocker, creador de contenido de 28 años, se siente como un padre joven para los estándares de la ciudad. "En Nueva York, tener un bebé a los 28 años es un embarazo adolescente", dice y añade que ninguno de sus amigos comparte su experiencia.
Atrás de él está Samuel Ourlicht, padre de 28 años que trabaja en una pastelería y viene del sur del Bronx con Zuriah, una niña de un año y medio. "Buscaba algo así, pero no pensé que lo encontraría, y entonces encontré a Joe en Instagram", dice Rocker, sentado en un sofá bajo una estantería mientras su hijo Isaiah duerme sobre su pecho. Junto a las ventanas, algunos padres se toman un descanso para darles de comer a sus hijos. Luis Cisneros, un empresario de 34 años que dice haber esperado con ansias tener hijos, se sienta en el suelo con su hijo Noah, quien dio sus primeros pasos esa mañana.
A pocos metros de distancia, más allá de un caballito de madera, René Jiménez, de 31 años, vicedecano de estudiantes de la Escuela Dalton, sostiene a su hija de 19 meses, Aubrey, en equilibrio sobre su cadera. "Al principio, la paternidad fue una experiencia muy aislante", comenta Jiménez, y a su lado asiente otro padre.
René Jiménez viajó desde East Harlem para la reunión. "Estar en una comunidad con otros hombres que están tratando de descubrir cómo ser realmente buenos padres y romper ciclos que se han repetido durante años, es realmente importante", explica.
Eganam Segbefia, un trompetista conocido como ÉGO, suele tocar en el entretiempo de los partidos de los Knicks en el Madison Square Garden, pero ahora toca éxitos de las películas de Disney como "Bare Necessities" de "El libro de la selva" y "Under the sea" de "La sirenita". Mientras comienza la inevitable cuenta regresiva, aparecen silenciosamente entre los niños las rabietas somnolientas. El bullicio del espacio de juegos se traslada a una sala lateral amplia y luminosa. Después de un largo día, los niños necesitan una siesta. Los papás, luchando contra sus propios bostezos y párpados pesados, aceptan en silencio que a ellos también les vendría bien una. n Decenas de padres primerizos asisten a los eventos del Brooklyn Stroll Club..