COLUMNAS DE OPINIÓN: Saludos a Camilo Henríquez
COLUMNAS DE OPINIÓN: Saludos a Camilo Henríquez S e cumplen doscientos años de la muerte del sacerdote Camilo Henríquez, el más enigmático e incomprendido de los llamados "padres de la Patria". En el Museo Histórico Nacional hay un retrato suyo que pone esta singularidad de manifiesto: se le ve tumbado en una otomana, rodeado de libros, en una pose más de Madame Récamier que de revolucionario, a los que solía retratarse muy erguidos, con el pecho abombado, sus músculos en tensión y los mostachos electrificados, o bien montados a caballo, con el sable en una mano y la otra apuntando hacia el porvenir. Henríquez tampoco fue el típico religioso guerrillero, como el mexicano Morelos. Fue un ideólogo, en el sentido literal del término, porque su modelo fueron los «ideólogos» franceses como Destutt de Tracy, Cabanis y Volney. Henríquez nació en Valdivia y muy joven viajó a Lima para educarse en un ambiente muchísimo más estimulante. Allí entró en la orden de los frailes de la Buena Muerte, que asistían a los moribundos, y vio de cerca el movimiento intelectual de esta ciudad que era la luz del continente. Sin embargo, sus ganas de aprender le costaron caro, porque tuvo tres encontrones con el Tribunal de la Inquisición, por leer libros prohibidos, que lo dejaron asustado de por vida. Volvió a Chile hacia fines de 1810, se supone para no perderse lo que empezaba a tramarse en su país. Venía de Quito, lo que equivalía a venir del futuro, porque había visto de cerca como las autoridades habían reprimido allí un conato de independencia con terrorífica violencia. Por eso, y por sus ideas, el sacerdote llegó mucho más radicalizado que sus compatriotas.
Cuando José Miguel Carrera asumió el control del incipiente movimiento revolucionario, Henríquez se hizo cargo de la redacción del primer periódico nacional, La Aurora de Chile, y luego de El Monitor Araucano, labores que hizo casi solo. Es por esto que el gremio del periodismo lo recuerda como su patrono, aunque en realidad, de periodista tuvo poco o nada.
Fue, en cambio, uno de los primeros economistas de su tiempo y autor de una obra pionera del teatro nacional, la horrible "La Camila". Por si esto fuera poco, también más tarde se recibió de médico, en su exilio en Buenos Aires. Pese a esta diversidad de afanes, Henríquez fue antes que nada un político, y un propagandista a tiempo completo para difundir un liberalismo igualitario, mucho más extremo que el de cualquiera de sus contemporáneos. Leer hoy sus escritos es un ejercicio curioso.
Hay que hacerlo considerando que su retórica exaltada era deliberada, porque buscaba entusiasmar al más bien indiferente pueblo chileno con la emancipación y convencer a las clases más altas de que esto no era algo satánico o una vía a la anarquía. Donde fracasó de manera rotunda fue en su intento de divulgar las luces o la ilustración a través de sus escritos, que de seguro poquísimos entendieron. En este sentido, Henríquez fue un pionero de los políticos divorciados de la realidad en la que viven. Saludos a Camilo Henríquez Marcelo Somarriva Q. "Henríquez fue antes que nada un político, y un propagandista a tiempo completo para difundir un liberalismo igualitario"..