Guillermo Blanco, homenajeado en su ciudad natal
Guillermo Blanco, homenajeado en su ciudad natal T enía apenas ocho años cuando sus padres se trasladaron con él a Santiago, dejando atrás la ciudad en la que había nacido el 15 de agosto de 1926 y en la que, reconocía, "fui inmoderadamente feliz". Quizás por eso, Guillermo Blanco Martínez se sintió talquino hasta el final de su vida, el 25 de agosto de 2010. Era lo primero, y probablemente lo único, que le interesaba destacar cuando había que caracterizarlo.
Luego venía todo lo demás: periodista, escritor, profesor universitario; miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua y correspondiente de la Real Academia Española; uno de los fundadores de Televisión Nacional --donde fue director de programación--, de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica --en la que también desempeñó el cargo de vicerrector de Comunicaciones-y de la revista Hoy; integrante de la Mesa de Diálogo, miembro del Consejo Nacional de Televisión y presidente del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, entre otros títulos y responsabilidades que dan cuenta de la impecable trayectoria de un hombre comprometido con su tiempo y con la palabra.
Discreto y amable, tomaba con humor la paradoja de que en todas partes lo presentaran como "el escritor Guillermo Blanco, Premio Nacional de Periodismo". Recibió este reconocimiento en 1999, pero sin duda merecía también el de Literatura.
Nieto de españoles "por los cuatro costados" que llegaron a asentarse en Talca, lamentaba no haber conocido a sus abuelos, aunque los llevaba "algo camuflados" en su nombre completo: Guillermo Santos Eleuterio. "Según la tradición familiar, Eleuterio Blanco cultivó tierras en la que ahora es la Séptima Región, y fue el primer cándido a quien se le ocurrió el disparate de plantar arroz en lugares donde hoy prosperan fértiles arrozales. No los de él", contaba divertido.
Y afirmaba que "don Eleuterio tenía algo de Quijote y casi nada de Sancho". Por su parte, el abuelo materno, Santos Martínez, "quijoteó a su manera" con una tienda de artículos importados a la que llamó la Villa de Madrid.
Parte de sus ganancias se convirtió en libros y su biblioteca fue considerada durante años la mejor de Talca. "Yo alcancé a jugar en ella, vi su retrato pintado por mi madre, y fue un modo inicial de entablar una frágil forma de relación con él", evocaba. Sí conoció a sus abuelas, María Cruz Medina y Susana Martín de Martínez, quienes siendo muy distintas dejaron sus propias huellas en este nieto único. Ya instalado en la capital, Talca siguió siendo su patria, y su fidelidad fue retribuida en 2006, cuando lo declararon hijo ilustre de la ciudad. Dos años antes, la U. de Talca le había otorgado la medalla Abate Molina.
Hoy, a las tres de la tarde, en el Campus Lircay de esta universidad, se realizará una ceremonia íntima, encabezada por el rector, Carlos Torres, y por la directora de Extensión Cultural, Marcela Albornoz, en la que también estarán presentes los hijos del escritor, Mónica, Jaime, Rosa María y María del Pilar, así como sus nietos y nietas, y otros familiares y autoridades de la institución educativa.
Para el rector Torres, "este no es un simple acto, es un testimonio del profundo vínculo que Guillermo Blanco construyó con nuestra universidad a lo largo de su vida". En el Parque de las Esculturas, frente a la obra "Alas al viento", de Marta Colvin, y a los pies de una araucaria donde en 2010, y según la voluntad del escritor, se depositaron sus cenizas, esta tarde se instalará una placa conmemorativa en su homenaje.
En palabras del rector Carlos Torres, este es "un lugar de arte, reflexión y vida universitaria, es el hogar perfecto para sus cenizas, un espacio donde su espíritu creativo y su amor por Talca y nuestra universidad se entrelazan para siempre". Guillermo Blanco fue miembro de la Junta Directiva de la U. de Talca durante seis años. Y poco antes de su muerte donó más de mil libros de su colección personal a la Biblioteca Central. Además, con motivo de los 25 años de esa casa de estudios, publicó con ellos el volumen "Cosecha de invierno", una recopilación de sus crónicas.
Marcela Albornoz, también directora del sello editorial, recuerda: "A través de las lecturas de sus libros y de su cercanía cuando trabajamos en el libro `Cosecha de invierno', pude conocer de cerca su humanidad, su calidez y su maravillosa sensibilidad". El rector Torres asegura que la voz de Guillermo Blanco "sigue resonando a través de sus libros, sus crónicas y, sobre todo, a través de los muchos periodistas y escritores que formó". Pero hay más.
En una entrevista de 2005, y a propósito del relato "Los dos, ahora", donde una pareja se reencuentra después de muerta, Guillermo Blanco dijo: "Es un cuento que no tiene lógica y la verdadera idea es que donde ha vivido gente algo queda de ella, no tiene que ver con otra vida, no hay nada mágico, místico, es la percepción, que para mí es muy fuerte, de que uno deja algo donde ha estado.
Hay una cosa muy fuerte: de repente me empecé a dar cuenta de que tenía cosas que eran, por ejemplo, de mi abuela materna, que era muy buena para la chacota, a veces yo sé que estoy en onda de ella, otras veces de mi papá, de mi mamá... Hay cosas mías que van a estar en mis hijos, y esa es una supervivencia. Uno deja algo". A quince años de su muerte, sus palabras están más que comprobadas. MARÍA TERESA CÁRDENAS MATURANA Guillermo Blanco fue autor de novelas, como "Gracia y el forastero" y "Camisa limpia", y de volúmenes de cuentos: "Cuero de diablo", entre ellos. A los 4 años, en Talca, jugando a ser bombero. A quince años de su muerte, hoy la Universidad de Talca recordará la figura del destacado escritor y periodista con la instalación de una placa conmemorativa en el Campus Lircay..