Autor: Alejandro Retamal Maldonado, docente einvestigador del CEDER dela Universidad de Los Lagos
Columnas de Opinión: Mayo, mes del mar... ¿y del olvido territorial?
Columnas de Opinión: Mayo, mes del mar... ¿y del olvido territorial? Estemes deberíaser una oportunidad para preguntarnos ¿ qué tipo derelación queremos establecer con nuestro mar? ¿ Essólo una fuente deriqueza económica o también un espacio transcendental paralavidasocial, cultural y ecológica delas comunidades? La historia reciente muestra que los derechos de uso sobre este espacio no hansido distribuidos de manera equitativa: mientras las grandes empresas gozan de concesiones estables y rentables, los pueblos indígenas recién comienzan a ser reconocidos mediante insC ada mes de mayo, Chile rinde homenaje al mar evocando el Combate Naval de Iquique, en la Guerra del Pacífico.
Desfiles, ceremonias y campañas educativas marcan lo que se ha denominado el “Mes del Mar”. Sin embargo, más allá de la épica militar, esta conmemoración pareceomitir una dimensión fundamental: la compleja y muchas veces conflictivarelación entrelas comunidades costeras y un modelo de desarrollo que mercantiliza ellitoral chileno. Chile es, sin duda, un país «marítimo. Con más de 100 mil kitrumentos como los Espacios Costeros Marinos para Pueblos Originarios los ECMPO), cuyaimplementación hasidolenta, burocrática y conflictiva. Mayo, entonces, debería ser también un mes para repensar nuestro vínculo con el mar. Más que ensalzar heroísmos militares, urgeabrir un debatesobrelagobernanzaterritorial costera, lajusticiaambiental yla sostenibilidad.
Proteger el patrimonio marítimo-costero no essólo cuestiónde conservar especies o paisajes; es también salvaguardar modos de vida, saberes y vínculos comunitarios que han sido históricamente de dejar de mirar el mar sólo como una fuente dereinvisibilizados. Estiempo cursos ilimitados y comenzar a reconocerlo como un territorio vivo, complejo y compartido. Soloasíel “Mes del Mar” podráserrealmente un mes con sentido de presente y de futuro para las comunidades costeras del país. Jómetros de costas incluyendo islas, fiordos y canales, el mar no sólo define nuestra geografía, si no también nuestras economías locales y culturas ancestrales. No obstante, el modelo de desarroNloimperantehaintensificadosu lógica extractivista que amenaza tanto la biodiversidad marinacomol tejido social costero. La expansión delaacuicultura industrial, por ejemplo, ha generado una presión creciente sobre los ecosistemas y ha provocado contlictoscon comunidades indígenas y pescadores artesanales, actores históricamente marginados dela toma de decisionessobreel uso delazona costera. “Mayo, entonces, debería ser también un mes para repensar nuestro vínculo con el mar”. Columna.