Autor: IRene RamíRez méRIda, SEREMI DE AGRICULTURA DE MAGALLANES
Columnas de Opinión: Cuando la tierra enseña y el saber campesino guía
Columnas de Opinión: Cuando la tierra enseña y el saber campesino guía En una época marcada por la urgencia climática, la degradación de los suelos y la necesidad de sistemas alimentarios más saludables y respetuosos con el medio ambiente justo ocurre en Magallanes un hito que no puede pasar desapercibido.
Veinte agricultores y agricultoras del extremo sur del país acaban de egresar del Programa de Transición a la Agricultura Sostenible (TAS), luego de dos años de formación, acompañamiento técnico e inversión para cambiar no solo sus prácticas productivas, sino también su manera de entender la relación con la tierra. Este no fue un simple curso. Fue un proceso transformador que, en palabras de quienes lo vivieron, reconfiguró su vínculo con el suelo, con la naturaleza y con sus propias historias. No se trató solo de aprender a producir sin agroquímicos o aplicar técnicas nuevas.
Se trató de recordar saberes antiguos, de recuperar una mirada respetuosa y regenerativa que había quedado opacada por décadas ante la revolución verde que trata de una agricultura caracterizado por nuevas tecnologías como variedades de cultivos de alto rendimiento, fertilizantes sintéticos, pesticidas y sistemas de riego, con el objetivo de aumentar la producción de alimentos. “No se trata de alimentar la planta, sino el suelo”, dijo con claridad Julia Muñoz, una de las egresadas. Esa frase resume un cambio de paradigma que muchos técnicos discuten en seminarios, pero que aquí se volvió realidad en los surcos del sur austral. Porque la agroecología, más que una técnica, es una ética: cuidar la vida que sostiene toda vida. Lo potente del programa TAS es que, más allá de los contenidos, consolidó una red de personas comprometidas con un modelo distinto de producción. Agricultores que ahora también son educadores, líderes que seguirán compartiendo lo aprendido con otros, como Macsemina Cheuquel, quien desde su experiencia personal demuestra que el saber campesino es una fuente viva de innovación. Que este proceso haya ocurrido en Magallanes tiene un valor simbólico y estratégico. Aquí, donde las condiciones climáticas son desafiantes y las brechas estructurales se sienten más crudas, se sembró una semilla que ya está dando frutos.
Gracias al compromiso del INDAP, del INIA y del Ministerio de Agricultura, pero sobre todo gracias a la convicción y perseverancia de sus protagonistas, hoy la agroecología dejó de ser un ideal lejano para convertirse en práctica cotidiana.
En agosto comienzan otros 20 nuevos participantes, quienes no parten de cero: tienen a s u d i s p o s ic ión n o s olo he r ra m ie nt a s técnicas, sino el acompañamiento humano y vivencial de quienes ya recorrieron el camino. Lo vivido en Llanuras de Diana no es solo una buena noticia para el sector agrícola. Es una señal de que sí se puede cambiar, de que la sostenibilidad no es una moda, sino una necesidad urgente.
Y, sobre todo, es una demostración de que el futuro de nuestra alimentación está en manos de quienes, con humildad y sabiduría, cultivan con respeto, enseñan con generosidad y cuidan lo más valioso: la tierra que nos alimenta..