Autor: JAIME FAURÉ Académico de Psicopedagogía UNAB.
COLUMNAS DE OPINIÓN: LAS ESCUELAS Y SUS VERDADES OCULTAS
COLUMNAS DE OPINIÓN: LAS ESCUELAS Y SUS VERDADES OCULTAS En En la escuela es posible encontrar muchas ideas que simplemente damos por ciertas. Algunas se repiten una y otra vez, ya sea en políticas públicas, en reuniones de apoderados o en conversaciones cotidianas. Pero no por eso tenemos que darlas por ciertas. Que nos digan qué es “bueno”, qué es “normal” y cómo deben actuar quienes aprenden y enseñan no significa que siempre tenga que ser así. De hecho, muchas veces detrás de estas ideas se ocultan otras formas posibles de entender la educación. Uno de esos discursos dominantes es el de la competencia. La escuela, bajo esta lógica, se convierte en un espacio donde se premia a quienes rinden más, se mide el éxito con puntajes y se asocia el mérito al esfuerzo individual. Lo que no entra en una prueba, pierde valor. Lo que no se puede comparar, queda fuera. Pero detrás de ese discurso hay una posibilidad mucho más humana: que la educación no sea una carrera, sino un proceso colectivo. Y esto no es un mantra espiritual, es lo que dice la evidencia. Que no se aprende contra otros, sino con otros. Que el aprendizaje profundo ocurre cuando se cuidan los vínculos, se reconocen las trayectorias de aprendizaje y se cultiva el sentido personal. Menos presente en la agenda, esta idea parece revolucionaria, pero es más cercana a lo que muchos docentes vivimos día a día. Otro discurso dominante es el que equipara disciplina con control. Según esta mirada, educar bien es mantener el orden: alumnos en silencio, cuerpos quietos, tiempos marcados. Se enfatiza la autoridad, la obediencia y la vigilancia. La convivencia se entiende, muchas veces, como ausencia de conflicto. La verdad que se oculta aquí es otra: aprender exige movimiento, participación, presencia activa. Que el cuerpo también piensa, que la creatividad se despliega cuando hay confianza, y que la autonomía no se impone, se cultiva. Este es otro enfoque más vinculado a pedagogías activas o no directivas y no siempre tiene espacio en los discursos oficiales. Sin embargo, está muy presente en prácticas escolares que buscan poner al estudiante en el centro y obtienen excelentes resultados. Un tercer discurso dominante es el que da un lugar central a los contenidos. La cobertura curricular, el cumplimiento de objetivos, la preparación para pruebas estandarizadas: todo parece girar en torno a “pasar la materia La calidad se asocia con la cantidad de contenidos enseñados. Aquí, la verdad es que lo esencial ya dejó de ser cuánto se enseña o aprende, sino cómo. Lo importante en una sociedad como la actual ya no es comprender una información concreta, sino desarrollar una identidad de aprendiz, es decir, una herramienta para pensar, adaptarse, y seguir aprendiendo cualquier cosa. Formar personas capaces de hacerse preguntas sobre lo que no conocen es más valioso que asegurar que recuerden todas las respuestas de aquello que sí conocen. Este enfoque sigue siendo minoritario en nuestro país, pero otros países ya lo tienen incorporado en sus planes. Frente a todos estos discursos dominantes, no basta con ajustar las políticas o cambiar las evaluaciones. Es necesario hacer algo más difícil, pero más profundo: revisar las ideas con las que hemos aprendido a entender la escuela. Y abrir espacio a discursos distintos, que valoren la colaboración, la diversidad y aprender a aprender como formas de participación clave para el logro de aprendizajes relevantes. Porque buena parte de los problemas que enfrentamos no son solo técnicos o materiales. También son culturales. Cambiar esa cultura no es simple, pero sí que es posible. Y necesario. La buena noticia es que ya hay escuelas que lo están haciendo. Docentes que enseñan dando vuelta su sala de clases. Estudiantes que participan y se emocionan. Comunidades que repiensan normas, tiempos y formas de evaluar. Esas experiencias nos muestran que otra escuela es posible.
Y que, para construirla, lo primero es animarse a preguntar: ¿ qué discursos queremos seguir reproduciendo? Y cuáles estamos dispuestos, por fin, a transformar? r LAS ESCUELAS Y SUS VERDADES OCULTAS JAIME FAURÉ Académico de Psicopedagogía UNAB..