Directores de colegios
Directores de colegios U n importante reproche han formulado diversos académicos y estudiosos al agobio que están sufriendo los directores de colegios, que deben dedicar la mayor parte de su tiempo a responder un inmenso "entramado de regulaciones, normativas e instructivos". Las autoridades del ministerio, que se extienden por varias agencias controladoras, suelen solicitar un sinnúmero de antecedentes, muchas veces repetidos, y tanto profesores como directivos deben distraerse de sus tareas propiamente pedagógicas para destinar ese valioso recurso --el tiempo de los docentes-a tareas administrativas. Afirman ellos que se ha llegado a un exceso de fiscalización, totalmente contrario a la finalidad de cumplir los verdaderos objetivos del proceso educacional. Una encuesta diseñada por Global School Leaders, GSL, que ha sido ya aplicada en Asia, África y algunos países de Latinoamérica, procura entender la realidad que viven los directivos escolares.
Aunque el estudio de este año estaba dedicado a la aplicación de la tecnología en las escuelas, llama la atención desde el inicio que los equipos de dirección en América Latina experimenten mayor estrés que los de Asia y África. El empleo de tecnologías podría ayudar a abordar la carga administrativa que, al parecer, es una de las causas de ese elevado estrés que se registra en esta región. A esas tensiones se atribuye la dificultad que tienen los equipos directivos para enfocarse en mejorar la enseñanza y el aprendizaje. Pero por encima de las realidades latinoamericanas, los directores chilenos enfrentan una carga aún mayor.
Los promedios indican que solo un 32 por ciento del tiempo de los educadores latinoamericanos se destina a tareas relacionadas con la instrucción de sus alumnos, en tanto el resto --es decir, la mayor parte-debe ocuparse en tareas ajenas. En Chile, sin embargo, estas cifras son aún peores, pues aquellos dedican a la educación propiamente solo un 16 por ciento del tiempo.
El resto es una larga y lamentable odisea de responder requerimientos que con frecuencia rayan en lo absurdo, como el caso del director que para poder recibir su subvención escolar tuvo que justificar, en el mes de julio, los exiguos honorarios cancelados a un viejo pascuero, para lo cual fue necesario hacerlo volver con su disfraz. Cuántas horas por año se destinan a tareas tan alejadas de las capacidades docentes que los llevaron a dirigir sus escuelas es materia solo de especulación.
No cabe extrañarse tampoco de que los directores de colegios en esta región se sientan los menos empoderados para tomar las decisiones que les deberían competer y no son pocos los casos que sienten que el trato que reciben de los funcionarios no está a la altura de sus responsabilidades. Las quejas y reclamos que suelen suscitarse respecto de la educación escolar chilena son realmente sorprendentes, dada la importancia central de ese ámbito para el futuro de nuestra sociedad. El debate sobre estas materias, que está en marcha desde hace más de diez años, no ha logrado avances reales en mejorar las actividades fundamentales que transcurren en las escuelas, colegios y liceos. Así, cada vez que llegan los resultados de las pruebas internacionales, vemos cómo nuestros estudiantes, o no progresan, o lo hacen muy lentamente.
Cada cierto tiempo surgen nuevos ángulos que guardan directa relación con estos malos rendimientos, pero sería una rara ocurrencia que se discutiera sobre los propietarios de los edificios escolares o las formas de entrega de las subvenciones, pese a que en esos aspectos se centró la última reforma educacional desarrollada en el segundo gobierno de Michelle Bachelet. La discusión en Chile siempre toma una orientación político-ideológica, alejada de la realidad diaria que viven y sufren los directores de colegios. Sus continuas citaciones o peticiones de material repetido son capaces de frustrar a cualquiera que aspira a formar niños y jóvenes interesados en un futuro mejor. Enfrentados a una odisea de requerimientos burocráticos, no es extraño que muchos no se sientan empoderados para tomar las decisiones que les deberían competer..