Autor: CARLOS PEÑA
Columnas de Opinión: Trump: no es el cobre lo importante
Columnas de Opinión: Trump: no es el cobre lo importante El alza de aranceles para el cobre que ha dispuesto el Presidente Trump que reitera por enésima vez una misma actitud no es una novedad. En cambio, recuerda los enigmas, de largo alcance, que plantea su figura como expresión democrática.
Y como esos enigmas pueden ser relevantes para la comprensión de la política en Chile, es bueno detenerse en ellos. ¿Qué revela la actitud del Presidente Trump? Hasta hace no demasiado tiempo, se pensaba que la globalización acabaría expandiendo el mercado por todo el mundo y que las fronteras experimentarían una lenta delicuescencia, un declive.
Junto con ello, se decía, las naciones esas ficciones, como las llamó Vargas Llosa se debilitarían, el viejo estado nacional pasaría a ser un signo de identificación para los ciudadanos; pero no de identidad propiamente tal. En el fondo, todos tenderían a ser cosmopolitas. Las ideologías, esas grandes narrativas que según se decía encerraban a los seres humanos con cercas invisibles que les impedían entender a los de la cerca de al lado, también experimentarían un debilitamiento. La ola democrática de los noventa estaría acompañada de una expansión del mercado y una lenta delicuescencia de los límites nacionales. En suma, el mundo sería menos belicoso y el mercado (nunca un hombre es más pacífico que cuando está dedicado a ganar dinero, se repetía) alimentaría una sociedad de individuos sin grandes pasiones.
Ese sería el “último hombre” de que hablaba Fukuyama, empleando la expresión que acuñó Nietzsche para describir a un individuo sin heroísmos, ni entusiasmos, alguien que se dejaría encandilar solo por las vidrieras, preocupado ante todo de sí mismo. El liberalismo sería la orientación normativa de ese mundo con su ideal de autonomía individual entendida como el ideal de una existencia sometida nada más que a las propias preferencias.
El fenómeno Trump, con sus veleidades, sus desplantes, sus exageraciones, sus arbitrariedades; pero sobre todo con su lema de hacer más grande a América de nuevo, es la parte más notoria de que las predicciones acerca de esos grandes y extendidos procesos de globalización no han ocurrido en la forma prevista o, más precisamente, han retrocedido. Desde luego, no parece ser cierto que el último hombre (en el sentido de Nietzsche) sea quien ha elegido y apoya a Trump.
Los que han optado por Trump (y por figuras como él o que se le asemejan en otras partes) no parecen ser individuos como el liberalismo los describe: sujetos capaces de guiarse a sí mismos, despegados del contexto en el que desenvuelven sus vidas. En vez de eso parece tratarse de personas anhelantes de pertenencia, deseosos de abrazar un colectivo con un futuro común, lejos del ideal cosmopolita. Ellos parecen intuir (y en esto no se equivocan) que los grupos que prestan abrigo, la familia, las agrupaciones sociales, el barrio, la memoria compartida, tienen importancia incluso para la libertad. Algunos se preguntan cómo es posible el tipo de liderazgos como Trump. En vez de eso es urgente pensar por qué la gente apetece y demanda ese tipo de liderazgos y otros que ofrecen incluso (no es el caso de Trump hasta ahora) cercenar las libertades civiles.
También parece obvio que la nación no era una ficción, o si lo era se trataba de una ficción notablemente eficaz, como lo prueba el hecho de que el entusiasmo por ella ha renacido en buena parte del mundo (incluso en Chile donde hace muy poco se la confundió con las etnias) y que las guerras por motivos asociados a la idea romántica del origen que unifica a los vivos y a los muertos (una sangre y una tierra compartida) parecen estar de vuelta.
De otra parte, el Estado que se suponía debía retirarse puesto que ya no era el centro desde el que se teledirigía al conjunto de la sociedad, parece estar recuperando siquiera simbólicamente (aunque en el caso de los Estados Unidos, no en términos simbólicos) el papel que se la asignó durante casi todo el siglo XX. Se estuvo a punto de creer que los contratos y los intercambios regían la vida social.
No, no era así, había reglas no contractuales, entre ellas las decisiones del Estado. ¿Y la ideología? Bueno, la ideología también ha renacido y no hay político contemporáneo que la exhiba con mayor frecuencia que el Presidente Trump.
Es propio de la ideología reducir la complejidad de la vida y la existencia, a dos o tres ideas que revelan verdades a medias; pero que, al exagerarse, caricaturizan la realidad y la simplifican, alimentando entonces una o dos pulsiones básicas que encienden el entusiasmo del último hombre que cuando las escucha aparta la vista de la vidriera y se dispone a cualquier cosa.
Lo que ha ocurrido con el cobre, o está a punto de ocurrir, es una muestra más de que las personas pueden demandar liderazgos como el del Presidente Trump porque ven en él a alguien que apela a la colectividad, al orgullo compartido, a valores más tradicionales y a la nación, y todo ello aun a costa de despertar del sueño de la globalización. n sueño de la globalización.
Lo que ha ocurrido con el cobre, o está a punto de ocurrir, es una muestra más de que las personas pueden demandar liderazgos como el del Presidente Trump porque ven en él a alguien que apela a la colectividad, al orgullo compartido, a valores más tradicionales y a la nación, y todo ello aun a costa de despertar del.