Autor: MOISÉS VALDERRAMA
“Usan nuestras calles, nuestros jardines y hasta las puertas como baño, a vista y paciencia de todos”
“Usan nuestras calles, nuestros jardines y hasta las puertas como baño, a vista y paciencia de todos” Arengazo en el Monumental: vecinos se organizan para vigilar encerrados en sus casas "Usan nuestras calles, nuestros jardines y hasta las puertas como baño, a vista y paciencia de todos" Moisés VALDERRAMA Moisés VALDERRAMA de las 10 de la mañana, aunque el arengazo estaba convocado para las 10:30. A esa hora, el Parque Marathon ya hierve de actividad. Entre los carros improvisados que ofrecen bebidas, agua, micheladas y cervezas heladas, se levantan puestos de banderas, gorros y bandanas.
El punto de mayor concentración se forma entre avenida Marathon y calle Colo Colo, donde grupos de hinchas colocolinos se suben a los paraderos, trepan las rejas de las canchas cercanas y ocupan buena parte del parque. Bombos, bengalas, bombas de ruido, petardos y extintores con humo de colores enmarcan la caótica escena. La convocatoria, organizada por la Garra Blanca, no es la misma que se había programado formalmente para el miércoles y a la que sólo llegaron con 350 personas. Este viernes la energía está más cargada, pues la convocatoria fue organizada por la propia barra brava.
Así, centenares de hinchas -cerca de un millar en total hacen su acto de presencia en el día previo al clásico contra Universidad Católica, que se jugará este sábado a las 3 PM en el estadio de Colo-Colo. A metros de ahí, vecinos del sector miran desde sus ventanas. Para ellos esta no es una postal aislada: es una rutina que se repite a menudo, sea antes de un partido importante, un entrenamiento con público o cualquier actividad masiva en el Estadio Monumental. Desde temprano, dicen, saben que es mejor organizarse para no salir de sus casas. El temor no es gratuito. Hablan de calles tomadas por completo, de antejardines y postes usados como baños a plena luz del día, incluso frente a sus dueños.
No importa si hay niños mirando o familias enteras caminando; la urgencia manda y el espacio público deja de ser de todos para convertirse en terreno del hincha. "Usan nuestras calles, nuestros jardines y hasta las puertas como baño, a vista y paciencia de todos", acusa una residente.
Otros describen escenas en las que hombres y mujeres, e incluso familias con niños pequeños, usan los espacios privados para orinar o defecar, dejando tras de sí un rastro repulsivo que permanece mucho después de que se van. a gente comienza a llegar antes públicos de todo públicos de todo públicos de todo Li LUN e e e Antes de mediodía de este viernes, así lucía el vecindario alrededor del Monumental. "En medio de la multitud se forman piños.
No siempre está claro si vienen a alentar o a delinquir", advierte un vecino. "Uno no puede salir de su casa tranquilo", comenta, resumiendo la sensación de 3 encierro forzado que muchos Una rutina describen. exasperante: Las escenas se repiten en cada evento: basura amontonada entre los árboles, cintas plásticas colgando de las ramas, envases de comida y botellas -de vidrio y plástico dispersos por el suelo. Cuando la marea humana comienza a retirarse, la suciedad queda como la evidencia más tangible de la jornada.
El ruido también es un protagonista que no pide permiso. "Es como si la casa entera temblara", describe una vecina, mientras los bombos afuera retumban sin descanso y las explosiones de petardos y fuegos artificiales sacuden las ventanas.
Adentro, los perros laasí se ocupan los espacios un barrio. dran desesperados, algunos tratan de escapar; los gatos se esconden en cualquier rincón y sus dueños pasan horas intentando calmarlos. "Uno los abraza, les tapa los oídos, pero el estruendo no para", lamenta otro residente. Dentro de las casas, el ambiente es de pura alerta.
Hay quienes suben el volumen de la televisión para disimular el bullicio, otros vigilan desde los segundos pisos, con la mirada clavada en la calle, listos para reaccionar si algún peligro se acerca demasiado a su puerta. "A veces es mejor arrancar antes de que empiece, pero temo dejar la casa sola", confiesa un vecino. En la calle, carabineros se despliegan en varios puntos. Contienen desde una corta distancia, el carro lanza aguas asoma quieto pero visible, como advertencia. Varios vehículos policiales patrullan y, en las cercanías del Metro Pedrero, se realizan controles de identidad. Esta convivencia forzada con el descontrol no sólo interrumpe la descontrol no sólo interrumpe la rutina: cambia la forma de vivir el barrio. Calles normalmente tranquilas se transforman en corredores atestados de vehículos que no son de residentes; las veredas se llenan de comercio ambulante que bloquea entradas, dejando grasa y basura a su paso. El tránsito colapsa, con desvíos y cortes que obligan a caminar largas cuadras o a esperar horas para llegar en auto sin quedar atrapado. La incertidumbre es constante. "Uno nunca sabe si vienen a alentar o a pelear", repite un vecino. Y aunque hay hinchas respetuosos "Inclusive la misma Garra Blanca ha hecho el llamado a respetar su casa y el hogar de los vecinos basta un piño enfervorizado para que todo el ambiente se tuerza. Cuando la multitud se va, queda flotando un silencio incómodo. El parque y las calles vuelven a su vida habitual, pero adornado de vidrios rotos, rejas dobladas, manchas en los muros y la certeza de que todo se repetirá muy pronto..