Milei según Mayol
La pregunta cruzó fronteras. ¿Cómo fue posible el triunfo de Javier Milei? [... ] Milei no es un fenómeno barrial. Es un acontecimiento global. Milei no es un asunto principalmente argentino. ¿Por qué? La respuesta es parte de los objetivos de este libro. En lo que sigue daremos algunas pistas.
Asumiendo el hecho cierto y contundente del rotundo triunfo de Milei en noviembre de 2023, vale preguntarse: - ¿ Es algo que incumbe a Argentina solamente? La respuesta es “no”. Y vale la pena explicar por qué no es así. - ¿ Es algo que puede proyectarse a otros procesos políticos? Seguro que l: respuesta es “sí”. Y vale la pena comprender bajo qué formas el fenómeno puede proyectarse en otras latitudes. - ¿ Significa (este triunfo) un crecimiento importante del liberalismo? Esto parece ser más que discutible. - ¿ Puede entonces crecer el fenómeno Milei sin que crezca el liberalismo? La respuesta que sugerimos al respecto es simple: por supuesto que sí. De hecho, es altamente probable. Lo que aquí se plantea supone encrucijadas difíciles de concebir.
Si el triunfo de Milei tiene relevancia mundial, ¿ cómo es posible que el triunfo electoral del liberalismo radical sea compatible con la irrelevancia del liberalismo? Este libro define a Javier Milei como un acelerador de partículas. He aquí la clave. Argumentaremos que Milei es un actor capaz de producir un aumento en la velocidad de los objetos a su alrededor.
En una época de alta velocidad, con evidentes consecuencias disruptivas, es el mejor representante de un En “El fenómeno Milei”, su último libro —del cuál ofrecemos un extracto—, el sociólogo explica por qué la elección del presidente argentino es una señal del espíritu de época que inspira el presente.
“vacío tumultuoso”. ¿En qué consiste este vacío que, paradójicamente, puede estar tan caliente que siempre está a punto de estallar? Hay quienes han buscado las explicaciones sobre el fenómeno Milei en el significado de su oferta política. No es lo que creemos. Más bien, consideramos que el concepto que hay que descartar es el de “significado”; es decir, que la simetría de Milei con nuestro tiempo radica en la posibilidad de prescindir de orientaciones conceptuales. En parte es por esto que la historia política de Milei, como veremos, a ratos carece de sentido. Y es que la falta de sentido no importa, no en lo esencial al menos. No es el “liberalismo” el que ha producido a Milei como posibilidad histórica. Es la velocidad, la energía descomunal, la existencia de un mundo turbulento, la aceleración extraordinaria de la historia la que lo ha hecho posible. Vivimos en la fisión del átomo social. Y Milei es el caso de laboratorio que nos muestra la totalidad. Milei es nuestro acelerador de partículas. El triunfo de Milei carece de significado. Su éxito está basado en haber interpretado el proceso energético y disruptivo del presente mundial, estableciendo un claro enemigo, el socialismo. ese enemigo podría parecer la base orientadora del líder argentino. Pero nada más lejos de eso. Como demostraremos más adelante, la potencia de Javier Milei no está en la lucha ideológica o técnica. Su reino no habita el significado. Su reino está hecho de energía desbocada, de velocidad, de apuesta y frenesí. [... ] Dos ejemplos políticamente reflejan la capacidad de haber realizado un imposible. El primero es bastante sencillo. Argentina tiene una religión preeminente en su Estado, la católica.
El artículo 2 de la Constitución señala que “el gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano”. Hasta 1994 se exigía ser católico para ser presidente, al punto de que Carlos Menem tuvo que renunciar al islamismo para asumir la Presidencia en 1989, y convertirse a la religión católica. [... ] El 77% de la población argentina es católica. Argentina ostenta hoy ser la nación de origen del papa actual, el primer papa latinoamericano en la extensa historia vaticana (Francisco [... ] Pero hay más. La ciudadanía argentina estima al papa Francisco.
Según una encuesta de la Universidad Abierta Interamericana, el 62,5 % de los argentinos juzga una eventual visita del papa como “positiva”; solo el 23,7 % la juzga como “negativa”. Pues bien, ante esa historia se plantó Milei [... ]. En concreto, ha sido el personaje público que peores reparos e insultos ha dedicado al actual Jefe de Estado del Vaticano, Jorge Mario Bergoglio. Javier Milei era panelista de televi- (Continúa en la página 14) Ficha de autor Alberto Mayol es sociólogo, licenciado en estética, posgraduado en Sociología y Ciencia Política.
Además de su actividad como escritor de ensayos, ha escrito numerosos libretos de ópera. (Viene de la página 13) sión en 2020 y, aclarando su carácter de católico, señaló que Francisco 1 (el papa) era un “imbécil” que siempre está de pie junto al mal y que tiene afinidad con el comunismo asesino.
Las referencias al papa fueron constantes, por lo que no se puede considerar un mero exabrupto. [... ] Ha dicho que Bergoglio es nefasto, que es impresentable y que de hecho es el “representante del maligno en la Tierra”. Con el tiempo su posición no solo alcanzó al papa, sino que también indirectamente al catolicismo. Milei ha señalado con creciente intensidad su interés por Israel y el judaísmo.
En agosto de 2023 señaló: “Estoy pensando en convertirme al judaísmo y aspiro a ser el primer presidente judío de la historia de Argentina”. ¿Se puede ganar una elección presidencial denostando a uno de los principales orgullos de la historia argentina? Evidentemente es difícil. Cualquier asesor habría considerado un suicidio político entrar en esa discusión. Milei lo hizo. Y triunfó a pesar del significado de su acto, Pero no se queda ahí. En los últimos tres años, la vinculación de Milei con el judaísmo ha crecido constantemente. Sus opiniones en favor de Israel han sido de una inusitada intensidad.
Es decir, no solo afrontó los posibles costes de atacar a Bergoglio, sino que además decidió apoyar irrestrictamente al judaísmo y a Israel en una acción que evidentemente no genera un diferencial electoral a su favor. [... ] Su acción en la campaña electoral fue muy clara al respecto.
Y tras asumir el cargo ha insistido, al punto de que su segunda gira al extranjero como presidente de Argentina fue a Israel y allí complementó la visita de Estado con un rito en estado extático ante el Muro de los Lamentos. [... ] Este apoyo puede parecer cado por la importancia histórica de la colonia judía en Argentina. Sin embargo, ese peso político no se traduce directamente en votos. La población judía en Argentina es de 172.000 personas. [... ] La población palestina en Argentina es muy baja, pero la árabe suma una descendencia de más de tres millones de ciudadanos.
Con esos antecedentes, nadie habría asumido como un acto de sabiduría apoyar irrestrictamente a Israel en medio del conflicto de la época, de una guerra sin buen pronóstico. [... ] Pero ahí estaba Milei, listo para demostrar que la « sis reputacional israelí puede ser sorteada apoyando a la parte menos popular en el escenario mundial. Milei lo logró.
No tener coste al entrar en asuntos religiosos, atacar al papa Francisco I en la mismísima Argentina y apoyar a la parte minoritaria en términos de población (Israel). Ha demostrado de este modo una cierta inmunidad al problema que habitualmente destruye líderes: chocar con el sentido común imperante. Milei, sin embargo, fue, chocó y venció. Es un caso extraño. Pero hay otro. Y probablemente sea más sorprendente. Argentina tiene un lamento.
Una larga historia de litigio sobre las islas Malvinas ha mantenido en vilo a la élite política y la ciudadanía argentina. [... ] En abril de 1982, cuando tropas argentinas toman posesión de las islas sin haber declarado la guerra, la respuesta de Margaret Thatcher no solo fue veloz, sino que además feroz. Las fuerzas navales desplegadas por Inglaterra fueron enormes y la guerra comenzó y terminó en apenas 74 días. Más de seiscientos argentinos murieron (el triple de los muertos por la parte inglesa) y la derrota fue muy dolorosa. Margaret Thatcher se convirtió para los argentinos en símbolo del mal, de la frialdad, de la falsedad y de los crímenes de guerra.
El hundimiento del crucero Belgrano no solo fue el evento más mortífero; además fue una señal de la brutalidad de Thatcher, pues el ataque se produjo fuera del área que se había delimitado para la guerra. Esa área la había decretado ella misma: 200 millas. El hundimiento fue un crimen que conmocionó a Argentina. La reparación de ese dolor nunca llegó desde la política. Las relaciones diplomáticas de Argentina con Inglaterra tuvieron que esperar la salida de Thatcher del poder. La ausencia de un juicio contra la Dama de Hierro solo acrecentó la sensación de impunidad. Pero hubo un día, cuatro años después de la guerra, en que Thatcher (aún en el poder) tendría que morder el polvo de la derrota. La reparación apareció en forma de símbolo en el Mundial de Fútbol de 1986. Argentina se enfrentaba a Inglaterra en el Estadio Azteca de México. Ese día un argentino se convertiría en Dios: Diego Maradona. Y su conversión esca= tológica se produciría no solo (ni principalmente) por haber hecho el gol más espectacular de los mundiales. [... ] Tampoco serían su valentía, su arrojo, su artístico desempeño. Nada de eso fue lo importante. La clave es que, estando el partido sin goles, en el minuto seis del segundo tiempo Maradona protagonizó una jugada espectacular y buscó una “pared” con Jorge Valdano.
Un defensor inglés intentó interceptar el balón, lográndolo a medias, y lo arrojó hacia su propio arco, adquiriendo el balón gran altura (y poca velocidad). El portero Peter Shilton saltó para tomar el balón con sus manos. [... ] Pero Maradona saltó y usó su mano para evitar que Shilton accediera a la pelota, anticipándose. Era ilegal, era una trampa... Una trampa como atacar el Belgrano fuera de la ley. [... ] Maradona convertiría la ilegalidad en legitimidad en una acción taumatúrgica. Posterior al partido declaró que el gol fue anotado “un poco con la cabeza de Maradona y un poco con la mano de Dios”. ¿La mano de Dios? Sí, la mano de Dios. No era cualquier gol. El gol no solo era ilegal; era la justicia, la reparación. Una moneda mala pagaba la deuda de otra moneda, indudablemente peor, desproporcionadamente peor, criminal. [... ] La sensación de revancha y reparación precedía el encuentro de los dos equipos en la cancha. Ese día, el ingreso al vestuario argentino había sido distinto. La responsabilidad era muy grande; ya no era fútbol, sino que la conciencia nacional de Argentina. “Nunca más”, se les había dicho a los militares respecto a las indiscriminadas violaciones a los chos humanos. A Inglaterra había que dejarle claro que “nunca más” Argentina sería derrotada. Un jugador declaró: “Lo de Malvinas se sentía: teníamos que representar a todos los argentinos”. Varios jugadores relataron que el nerviosismo era enorme.
Giusti dij “Yo estaba cagado”. «Capítulo 2: Milei, los números rojos del significado», en «El fenómeno Milei, La motosierra del anarco-capitalismo», Alberto Mayol, Editorial Catalonia, junio de 2024. ese día de junio de 1986 el fútbol fue la continuación de la guerra por otros medios. Así lo explicó Maradona años después: «Era como ganarle a un país, no a un equipo de fútbol.
Si bien nosotros decíamos, antes del partido, que el fútbol no tenía nada que ver con la Guerra de las Malvinas, sabíamos que habían muerto muchos pibes argentinos allá, que los habían matado como a pajaritos... Y esta era una revancha, era recuperar algo de las Malvinas. Estábamos defendiendo nuestra bandera, a los pibes muertos, a los sobrevivientes» (1 de abril de 2014). Ningún jugador inglés hizo ninguna alusión contra Argentina. Los argentinos no dijeron nada contra los jugadores ingleses. El objeto del odio argentino tuvo y tiene un nombre claro: Margaret Thatcher. EJ En resumen, ningún argentino había validado a Thatcher como referente desde ese mes de abril de 1982. Ningún inglés pisando suelo argentino diría algo en su favor. Y el opuesto histórico de Thatcher para los argentinos ni siquiera era otro líder político, era Maradona. La polaridad política era de una intensidad clara: un elemento oscuro y maldito (Thatcher), su opuesto luminoso y bendito (Maradona). Lucifer y Dios, frente a frente. De esto se concluye algo simple: elogiar a Thatcher en Argentina era un suicidio político. Era ir contra los jóvenes del Belgrano, contra Maradona, contra la dignidad argentina. Era imposible elogiar a Thatcher. Sí, era imposible. Y el verbo se queda en pasado. Hubo un hombre que pudo elogiar a Thatcher en Argentina. Y que pudo hacerlo siendo candidato a presidente.
Y que no solo sobrevivió al temerario gesto, sino que ganó con holgura y claridad. [... ] Milei señaló que Margaret Thatcher fue una de las grandes líderes de la humanidad, destacando la importancia de haber abonado el camino para la caída del Muro de Berlín. Además lo dijo en plena campaña; en rigor, a un mes de las elecciones. No es algo que comentase tres años antes y luego hubiera de matizar o desdecirse. No, lo dijo a un mes de la elección, frente a frente con su rival electoral. Era una locura. Un suicidio político. LJ La Guerra de las Malvinas es todavía hoy territorio sagrado para los argentinos. El crimen del ataque al Belgrano es un símbolo inolvidable. Los candidatos que van a chocar contra un sentido común suelen caer en desgracia. Pero esto es más grave si ese sentido común se da en aquellos temas en los que el dolor moral y la vulneración de la nación se reúnen en un mismo punto. No hay asesor en el mundo que pueda recomendar a un candidato a la Presidencia de la República de Argentina que se declare a favor de Margaret Thatcher. Eso era cierto hasta 2023. Lo Haber ganado unas elecciones con enorme participación y con más del 56% de los votos resulta altamente sorprendente, porque no solo hostilizó al papa Francisco también hizo otro tanto con Maradona. En redes sociales escribió: “¿ Buen Martes para los fanáticos de Mardedroga... ! ! Dado su desprecio por los números seguro son peronistas”. Fue en 2016. La polémica creció y Milei no se arredró. Dijo: “Yo no emití juicio al respecto. Vos le has puesto una carga al punto que no tiene. Por mí que se Situaciones como estas no fueron extrañas, sino que fueron la norma de Milei. Se declaró seguidor de Boca Juniors, pero denostó al último gran ídolo del club: Juan Román Riquelme. Javier Milei hizo apología de Thatcher y a Maradona lo denostó. Los dos errores están conectados en la cultura argentina. Porque en el país sudamericano el opuesto político de Thatcher no esotro líder global o nacional. El opuesto socio-semiológico es Maradona.
En las extrañas configuraciones de la construcción de opuestos sociales, los argentinos establecieron la polaridad: la traidora y el héroe, la política inhumana y un dios demasiado humano, la emperatriz elitista y el muchacho de Villa Fiorito, la perspectiva dominante y la mirada alternativa, la pérdida de la dignidad argentina y el retorno de ella. Sí, Thatcher y Maradona, antípodas políticas, morales, nacio nales. Allí se había anudado una estructura. Thatcher el pecado, Maradona la redención. Thatcher la muerte, Maradona la vida. Thatcher la denostación, Maradona la reivindicaj ción. Thatcher las elites, Maradona el pueblo, Thatcher el norte, Mara= dona el sur. Lo de Milei es increíble. Se enfrentó a una estructura consolidada. Y tomó posición en ambos lados de la polaridad. Y en ambos lados eligió no ser argentino. Milei abrazó a la traidora y atacó al héroe. Ni el rock argentino había ido tan lejos. ¿Se puede sobrevivir políticamente a estas acciones en Argentina? No, no es viable.
Pero Milei lo logró. ¿Es Javier Milei una vanguardia de tal intensidad y poder que es capaz de volcar por completo las estructuras de significado de la política argentina? Nuestra respuesta a esta pregunta es taxativa: sencillamente, no. La búsqueda de una respuesta no está allí. No solo las disputas de Milei ad hominem han sido polémicas.
También su propuesta de libre mercado aplicable a todo proceso de intercambio generó espanto: ¿ el mercado para la venta de órganos? Sí. ¿Mercado para la venta de armas? Sí. ¿Mercado de niños? Sí, ¿Y si le preguntan por su ídolo? Milei contestó en diversas entrevistas en las que mencionó el mismo hombre: Al Capone. ¿La razón? Porque se atrevió a evadir los impuestos.
Añadió que, en general, los traficantes deben ser reivindicados. [... ] ¿ Cómo es posible que nada de esto haya tenido impacto? O, más increíble, ¿cómo es posible que todo esto haya tenido impacto positivo? Este misterio tiene respuesta. Y es que Javier Milei no está disputando nada en el significado de los hechos. Javier Milei solo es una energía desbocada, una fuerza disruptiva, la energía de una época de aquellas en que no queda piedra sobre piedra que no sea destruida. Es el hombre de una época ardiente. Esla velocidad, es la explosión, es la escalada térmica de un presente que se rinde ante la búsqueda del significado y se somete al imperio de la aceleración. Es la destrucción de un mundo. Es la velocidad de la luz, pero hecha de sombra y caída. Es el fantasma de una mano invisible que, velozmente, cruza los destinos por encima y sin tocar. ¿Es eso posible? Sí, es posible. Porque el choque de Milei, su obsesión, el sentido de sus actos radica fundamentalmente en la necesidad de reducir a cenizas el Estado. Pero tiene un problema. Se ha convertido, con su venia y la de su pueblo, en Jefe de Estado. Su más alta dignidad es al tiempo una ironía corrosiva, su más grande logro es al tiempo una maldición, su tamaño más grande se ha conseguido siendo un Judas de su templo. El profesor Jesús Huerta de Soto (adorado por Milei) lo explicita en sus conferencias:“El Estado es la encarnación del demonio” (octubre de 2014). Milei está sentado en la silla del maligno. Milei quiso ser Jefe de Estado. Y lo logró. Ha sido tentado en el desierto y a la oferta le ha concurrido la demanda.