Autor: Gabriel Rodríguez Bustos, periodista y escritor
COLUMNAS DE OPINIÓN: Crónica de una reunión anunciada
COLUMNAS DE OPINIÓN: Crónica de una reunión anunciada El presidente de Alemania, Frank Steinmeier (cuarto de izq. a der. ), junto a Osvaldo Puccio, integrante del directorio del Museo de la Memoria; y víctimas de Colonia Dignidad. L a invitación fue cursada un par de semanas antes con la petición de completa confidencialidad. Conocían a fondo mi currículo como investigador del enclave Colonia Dignidad y como pasajero forzado el año 1975 junto a una cincuentena de talquinos. Durante su visita a nuestro país el presidente de Alemania se reuniría con algunas víctimas de Colonia Dignidad. La invitación me obligó a viajar muy temprano acompañado de mi esposa. Un viaje casi agradable que me mostró el total abandono de las viejas estaciones de los pequeños pueblos.
El tema me resultaba estresante conociendo lo exigente que podía ser la diplomacia alemana y las posibles manifestaciones durante la reunión que se efectuaría en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Santiago. Llegamos temprano y después de avisar nuestra presencia nos dirigimos al café para tomar un estimulante desayuno. Libros Fui el primer invitado en llegar a la anunciada reunión y por lo tanto disponíamos de tiempo. Nos fuimos a la librería donde me enamoré de varios libros, como lector adicto y curioso investigador de nuestra historia reciente. Pero los precios me obligaron a contener mis deseos y atenerme a la realidad económica familiar. Por mí, me habría llevado la librería completa.
Después de dialogar con la amable persona a cargo sobre la posibilidad de que vendieran nuestros libros, terminamos con la respuesta esperanzada y acostumbrada: "los llamaremos". De vuelta a la sala de ingreso nos contactó una funcionaria del Museo a cargo de guiar la visita del presidente Steinmeier. Le entregamos nuestros últimos libros que quedarán en la Unidad de Investigación para posibles consultas y estudios. Un sorprendente encuentro Seguimos esperando. Llegó una avanzada de seguridad con perros policiales y funcionarios que se dedicaron a revisar cada rincón del enorme edificio. A esas alturas, y ya cerca del mediodía, el recinto había sido completamente cerrado y vigilado por funcionarios de seguridad.
En un momento llegó Anna Schnellenkamp, hija de uno de los jerarcas más cercanos a Paul Schäfer, Kurt Schnellenkamp, y quien ha oficiado muchas veces como vocera y encargada del complejo turístico llamado en la actualidad Villa Baviera. Nos hemos encontrado varias veces en el enclave, generalmente del lado opuesto, también en algunas reuniones. La invitamos a sentarse con nosotros. Conversamos de temas personales: el viaje, mi persistente gripe. Me enseña una receta casera que a ella le resultó muy efectiva. La repito dos veces hasta aprenderla de memoria.
Estábamos en eso cuando llegó Osvaldo Puccio, ex prisionero en isla Dawson, hijo del secretario privado del presidente Allende, ex ministro vocero de gobierno del presidente Lagos, ex compañero de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y a quien no veía desde hacía al menos 30 años. Nos dimos un abrazo caluroso como pasa entre viejos amigos que se alegran de estar vivos. Bromeamos un poco con Osvaldo, más gordito y saludable que yo. Mi esposa, Ana María, nos toma una fotografía que muestra nuestra mutua alegría y sorpresa. Me explica que es parte del Directorio del Museo y que debe reemplazar a la directora como anfitrión, pues ella se encontraba enferma. Pasa el tiempo entre recuerdos y risas hasta que nos piden trasladarnos al tercer piso donde se realizará la esperada reunión. Llegan los otros invitados, Salo Luna y Mirna Troncoso. Nos instalan en una larga mesa equipada con audífonos y micrófonos. Cada puesto está marcado con un nombre. El mío está casi al frente del presidente de la poderosa Alemania. Otra larga espera mientras el mandatario visita el Museo. Conversamos para pasar el tiempo, probamos los audífonos, Anna y Salo conversan en alemán. Al fin llega una enorme delegación con el presidente Steinmeier a la cabeza. Lo acompaña Osvaldo, la embajadora de Alemania en Chile, la embajadora de Chile en Alemania, el subsecretario de Derechos Humanos y una gran cantidad de diplomáticos. La reunión La sala se llena, hay fotógrafos y camarógrafos, soy el único sin corbata. Cuando el presidente nos saluda personalmente, Osvaldo le dice algo sobre mí en alemán. Aunque no entendí lo que dijo pudo ser una ironía simpática, propia del estilo de mi amigo. Nos sentamos. Después de las presentaciones formales a cargo de alguien a través de los audífonos, el presidente de Alemania me ofrece la palabra para hablar sobre mi experiencia con Colonia Dignidad. Me sorprende ser el primero, tomo aire y comienzo a improvisar. Manifiesto mi deseo de expresar el dolor y la esperanza de los diversos grupos de víctimas que he ido conociendo a través de mis investigaciones.
Hablo de los colonos engañados y esclavizados desde la llegada de Schäfer y su secta a la pre cordillera de Parral, de su pretensión ridícula de ser un enviado de Dios, de los niños alemanes y chilenos abusados, de los niños secuestrados en el Hospital financiado por el Estado chileno, de los chilenos detenidos y torturados, de los campesinos expulsados brutalmente después del golpe de Estado, de las religiosas perseguidas y amenazadas y de los chilenos asesinados, enterrados y luego exhumados y quemados para ser arrojados finalmente al río Perquilauquen. No quiero abusar del tiempo y contengo mi entusiasmo en un tema que hace aflorar toda mi pasión por la verdad y la justicia. El presidente me pregunta como logré superar mi experiencia en el enclave. Le cuento que aún no la creo superada y que probablemente no lo haré nunca. Pero que comprendí que debía reinventarme, superarme y eso lo hice luchando por la democracia, la justicia y los derechos humanos.
Termino diciéndole que en este tema me ha movido la esperanza de verlo convertido en un Sitio de Memoria donde las víctimas y sus descendientes puedan colocar una flor y los chilenos puedan conocer una historia que jamás debe repetirse. Habla Salo con su conocida valentía, luego Mirna y después Anna. Despedida Termina la reunión. Todos nos despedimos. Los cuatro invitados bajamos juntos y en la entrada nos encontramos nuevamente con el presidente. Gracias a Osvaldo, consigo que hagamos una fotografía. Me reúno con mi esposa. Nos despedimos afectuosamente con Osvaldo intercambiando teléfonos. Osvaldo intercambiando teléfonos. Llegamos puntuales a la Estación Central y emprendemos el regreso, siento que he cumplido mi misión. Gabriel Rodríguez Bustos, periodista y escritor El presidente de Alemania, Frank Steinmeier, durante su visita a Chile concretada durante la semana, se reunió con víctimas de Colonia Dignidad. Entre ellas se encontraba Gabriel Rodríguez, quien en el presente texto comenta sus impresiones del encuentro.