COLUMNAS DE OPINIÓN: El bandidaje en el hinterland de Chillán
COLUMNAS DE OPINIÓN: El bandidaje en el hinterland de Chillán Opinión El bandidaje en el hinterland de Chillán Marco Aurelio Reyes Coca Historiador E l bandidaje y el vagabundeo en el Chillán de los siglos XVII hasta comienzos del siglo XX, fue un fenómeno social constante y de alta intensidad. Está registrado por los cronistas coloniales, los historiadores y literatura de los siglos XIX y XX.
Chillán nació como campamento militar en la política estratégica del reino, y como prestadora de servicios y abastecimiento a Concepción (capital militar) y a las "ciudades arriba de la Araucanía, fuertemente defendidas por el sistema de fuertes: Quinchamalí, (Confluencia), San Pedro de Ñuble (Cocharcas) y Ranguelmo, (camino Real al Tomé). Su población era de una centena de habitantes, la mayoría militares con una incipiente e irregular estructura social. Las zonas rurales circundantes, en antítesis, distribuidas en las Encomiendas contaban con una altísima población indígena propiedad del Señor Feudal poseedor de la tierra y sus trabajadores.
Hacia fines del siglo XVII comienza a desintegrarse esta estructura económicasocial, ante el absentismo de los "Señores" poseedores de extensas propiedades (500 cuadras, viñas y cientos de animales) como el penquista Pedro de Saavedra en Changaral, San Nicolás.
En contraste, los indígenas cuasi-esclavos vivían en la extrema pobreza y el desplome del sistema provoca desplazamiento y dispersión de la población rural, generando el bandidaje y vagabundeo endémico, alimentado por indios fugitivos, cimarrones que subsisten por los delitos, gozando su libertad y de esta manera se está perfilando la figura del "Huaso", pendenciero, ocioso, bebedor, gozador de la vida, vestido como el gaucho pampeano y los andaluces del sur de España, en una original simbiosis. Se intensifica la vida en las ramadas de los campos, que era el imán para los vagabundos. Paralelo a este proceso, el tráfico de "indios de guerra" que agrupados llegan a vender ponchos en fuertes y villas de la Frontera, robando animales y armas. Se inicia el "bandolerismo rural" que asolaba los campos de Ñuble en un "círculo vicioso" de pobreza rural, minifundización y delincuencia.
En la destrucción del Chillán de Ruiz de Gamboa (1655) tienen protagonismo los indios esclavizados de Tomeco (Yumbel). En la insurrección de 1769-1773, los indígenas se llevaron 20 mil cabezas de ganados y la pandilla de hacendados y represores (Manuel Riquelme), actuaba con los mismos argumentos del cuatrerismo.
El delito en el siglo XVIII, estimulado por la economía ganadera de Ñuble, tenía como objetivo además la "atracción idílica de la Araucanía" (Núñez de Pineda y Bascuñán). Crecía por la marginalidad social, casi de "castas" (mestizos, zambos, afros) incluyendo a la "soldadesca mestiza e indígena" dedicadas al pillaje, construyendo nuestro propio "Far West", en ambos lados de la cordillera y de la "raya del Bío-Bío" (G. Guarda). Pehuenches y Chiquillanes (indios corsarios) asolan las veranadas cordilleranas del enorme recurso ganadero de la región, también amenazado por 12 mil vagabundos, y gañanes de estancias que confluyen en las ramadas campesinas.
Esta situación de criminalidad obligó al régimen colonial a fundar villas y a empadronar la población en las parroquias (Gobernadores Manso de Velásco y Domingo Ortiz de Rozas). El siglo XIX y las guerras de la Independencia traen la novedad de las "montoneras" (Pincheira, Lantaño, Benavides), provocando la "Guerra a Muerte" y los asaltos a Chillán (1822) y a San Carlos (1825). Un pillaje a gran escala, de bandoleros que gozaban de gran popularidad en el bajo pueblo.. - - - -