Hasta rendir la vida...
Hasta rendir la vida... DESDE MI RINCÓN Hasta rendir la vida... Hasta rendir la vida... JUAN VÉLIZ DÍAZ JUAN VÉLIZ DÍAZ El joven oficial sudaba copiosamente. Los nervios, la tensión, el fuego que consumía la Iglesia que servía de cuartel, el llanto del bebé que había nacido de una de las cantineras había empapado su cuerpo. Había que tomar una decisión. Drástica, tal vez mortal. Y no quedaba mucho tiempo. Como en una pantalla gigante el joven Luis Cruz Martínez, Subteniente a cargo del pelotón de diez hombres que quedaban vivos en el pueblito peruano de La Concepción, fue recordando su corta, pero apasionante vida.
Recordó sus años de niñez junto a doña Martina, para mucho su madre, pero para él, su abuela, allá en el campo, junto al río Guaiquillo, Luego su paso por el Liceo de Hombres, donde supo del heroísmo de Arturo Prat, que lo decidió a enrolarse en el Batallón Curicó, pese a su corta edad. Recordó los momentos de estudio en la Plazoleta de la Merced y sus escapadas al cerro junto a sus compañeros liceanos. Su rostro sudoroso esbozó una leve sonrisa al recordar el apodo de "Cabo Tachuela" que le habían puesto sus compañeros de armas, debido a su escasa estatura. Su mente viajó a Chorrillos y Miraflores donde hacía casi año y medio el Ejército chileno había obtenido grandes victorias. Se vio marchando por las calles de Lima, con gallardía, con el doble orgullo de ser curicano y vestir el uniforme de la Patria. Pero la guerra no terminó con la ocupación de Lima, Siguió en la sierra peruana y a él lo habían destinado al pueblito de La Concepción. Su guarnición la formaban 77 hombres. Mandaba la Compañía, el Capitán Ignacio Carrera Pinto y los subtenientes Julio Montt Salamanca y Arturo Pérez Canto, además de él. Todos los oficiales ya habían muerto y él estaba al mando, Afuera se escuchaban voces de los vecinos que le pedían que se rindiera. Una hermosa peruanita, con los ojos llenos de lágrimas le gritaba desde su casa: "Luchito, ríndete, no quiero que te mueras", El joven oficial se irguió. Ya había tomado una decisión, Se arregló su uniforme, empuñó su sable y salió a la puerta de la Iglesia, que se seguía quemando. Dio una última mirada al tricolor de la estrella solitaria y se abalanzó junto a sus hombres ante el ejército peruano. Todos murieron. Entregaron sus vidas antes que rendirse. Su pabellón, su Patria, estuvo primero. Luis Cruz Martínez y los otros 76 chacabucanos, pasaron con su muerte, a la inmortalidad.
Dieron ejemplo, a su generación y alas futuras, de patriotismo, amor ala bandera y al terruño que los vio nacer y, de paso, demostraron el orgullo que sentían de vestir el uniforme del Ejército de Chile, ese Ejército que nació junto con la República y que hasta hoy es un ejército siempre vencedor, jamás vencido, Hoy saludamos con admiración y respeto a los jóvenes soldados que el 9 de julio realizaron, a través de todo el país, su Juramento a la Bandera y les instamos a tener muy presente a Luis Cruz Martínez y a los otros 76 inmortales de La Concepción, cuando recuerden ese hermoso momento en que con la mano derecha estirada en dirección a la Bandera, dijeron: "Juro, por Dios y por esta Bandera, servir fielmente a mi Patria, ya sea en mar, en tierra, o en cualquier lugar, hasta rendir la vida, si fuera necesario... " vida, si fuera necesario... " vida, si fuera necesario... ".