Columnas de Opinión: Invertir en océanos: La urgencia azul del siglo XXI
Columnas de Opinión: Invertir en océanos: La urgencia azul del siglo XXI Francisca Cortés Solari Presidenta ejecutiva de Filantropía Cortés Solari En el contexto actual, donde el cambio climático es parte importante de las agendas globales, existe el riesgo de seguir postergando a un actor clave: los océanos. A pesar de su rol esencial en la regulación del clima, el almacenamiento de carbono, la provisión de alimentos y la generación de empleo para millones de personas, su protección sigue siendo marginal. Solo el 8% de los océanos cuenta con resguardo efectivo, y menos del 1% del financiamiento filantrópico global se dirige a su conservación. Es una paradoja evidente: los océanos cubren más del 70% del planeta y son fundamentales para nuestra estabilidad, pero seguimos tratándolos como una externalidad en lugar de una prioridad estratégica. Este año, la Conferencia de Naciones Unidas sobre los Océanos (UNOC3), que se celebra en Niza, Mónaco y Les Embiez, representa una oportunidad histórica para corregir esta ceguera. El foco estará puesto en cómo acelerar la protección del 30% del océano global hacia 2030, y en cómo movilizar financiamiento especialmente del sector privado hacia ese objetivo. Porque si queremos impacto real, no podemos darnos el lujo de descansar solo en la voluntad estatal o en los esfuerzos de las ONG. Debemos convocar decididamente al mundo privado. El capital privado, bien dirigido, tiene el potencial de convertirse en un motor real de regeneración. Bonos azules, fondos de impacto y otros instrumentos financieros ya existen; lo que falta es decisión, ambición y una convicción clara de que conservar también es crear valor.
La clave está en activar un triángulo virtuoso entre el sector público, el privado y la sociedad civil: solo con colaboración real entre estos tres actores podremos escalar soluciones y dar respuesta a la urgencia ecológica con la velocidad y magnitud necesarias. Chile, tiene el potencial de liderar esta conversación desde el Sur Global, no solo por su geografía o por sus modelos de conservación, sino también por su madurez financiera y empresarial. Tenemos más de 6.000 kilómetros de costa, una red creciente de áreas marinas protegidas y experiencia concreta en conservación basada en ciencia y territorio. Por otro lado, contamos con crecientes capacidades en inversión de impacto, y un sector privado que ha demostrado voluntad de avanzar hacia estándares medioambientales más exigentes. Esta convergencia entre conocimiento territorial y sofisticación financiera nos permite ser algo más que un caso exitoso: podemos ser un modelo a replicar. Movilizar al mundo financiero no es filantropía, es estrategia. La economía ya está sufriendo los efectos del cr ambiental. Según el Foro Económico Mundial, el 44% del PIB mundial depende de servicios ecosistémicos.
Y gran parte de ellos regulación climática, captura de carbono, pesca, transporte dependen directa o indirectamente de la salud de los océanos. ¿Cuánto más vamos a esperar para actuar? Las finanzas y la conservación no pueden funcionar como mundos paralelos. Deben integrarse, no solo para reducir riesgos, sino para agregar valor. Es hora de entender el océano como infraestructura crítica para la vida en el planeta y su conservación, como una inversión estratégica. Quizás la más urgente y eficaz de este siglo. Opinión.