Autor: Por: Carlos Trujillo
Aumen: A un paso del cincuentenario (15) El maestro Iván Carrasco
Debe haber sido a fines de 1973 cuando el profesor Iván Carrasco, mencionó a Jaime Quezada a mi grupo de tesis en la Universidad de Chile, sede Temuco. Él, un académico muy joven en esos días, era uno de los primeros, en nuestro país, dedicado al estudio de la obra del poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal.
Mi grupo estaba escribiendo una tesis titulada “El tema del amor en los poemas de Ernesto Cardenal” y si bien, eso del amor, podía liberarnos de cualquier represalia de los censores de la dictadura, el poeta-sacerdote era uno de los autores vetados por la junta militar. Pero no podíamos hacer nada, ése era nuestro autor y había que seguir con la tarea. A esas alturas, ya me habían cortado una tesis sobre las novelas de Diego Muñoz, a unos pasos de terminarla. Carrasco era un joven profesor, dedicado muy especialmente a la poesía chilena y latinoamericana, y de ese conocimiento y cercanía fue que nació el siguiente comentario. “Jaime Quezada es un poeta que tuvo la experiencia de vivir una temporada en la Comunidad Contemplativa de Solentiname, en Nicaragua. Además, es uno de los pocos poetas chilenos que ha decidido consagrarse por completo a la poesía. Estudió Derecho, pero no ejerce esa profesión sino que ha decidido vivir exclusivamente de lo que pueda darle la escritura.
” ¿Qué decir? ¿ Qué opinar al respecto? Iván, tal vez, ni siquiera imaginó que estaba mostrándonos en profundidad lo que eran el compromiso con la poesía y el camino de un poeta entregado por completo a ella.
En los últimos días de 1975, tras ser premiado en el Primer Certamen de Poesía Inédita, organizado por el Taller de Letras Ariel, de Santiago, pasé a Temuco a visitar a algunos ex-compañeros y a mis profesores. Fue entonces cuando volví a ver a Iván Carrasco quien, apenas verme, me soltó: “Tú me dijiste que no escribías poesía. ” Y realmente eso le había respondido unos años antes. No había tenido las agallas para contarle que escribía ni mucho menos a la segura posibilidad de mostrarle mis escritos. Pero mi ex-profesor no se molestó conmigo sino que me prometió escribir un artículo sobre esos poemas, el que usaría, más tarde, como prólogo a mi primer libro. De Jaime Quezada no volví a saber nada hasta que empezamos a investigar qué poetas estaban en Chile y quiénes podrían aceptar nuestra invitación al Primer Encuentro de Escritores en Chiloé, agosto de 1978. Le escribimos. Respondió. Y quedamos a la espera. Memet nos había contado lo generoso que era con quienes se le acercaban y que no dudaba en apoyar a aquellos/as en cuyo trabajo empezaba a confiar.
Quezada, a esas alturas, ya había publicado Poemas de las cosas olvidadas, Ediciones Orfeo, 1965; Las palabras del fabulador, Editorial Universitaria, 1968; Leyendas chilenas, Quimantú, colección Nosotros los chilenos, 1973; La frontera, Quimantú, colección Nosotros los chilenos, 1973; Poesía joven de Chile, antología, Siglo XXI, México, 1973 y Astrolabio, Nascimento, 1976, títulos que desde muy temprano manifestaban su amor por la poesía y de igual modo la amplitud de sus intereses. Con toda seguridad, ni el profesor, ni el alumno, ni el poeta imaginaron que en un momento sus caminos se cruzarían y conectarían para siempre a partir de un Encuentro de Poesía en Castro, Chiloé. Pero eso fue exactamente lo que ocurrió.
Iván Carrasco, académico de la Universidad Austral de Chile, y Gabriel Venegas, poeta y académico del Instituto Profesional de Osorno, fueron las voces mayores a la hora de ejercer la crítica en ese encuentro de escritores.
Y su voz fue escuchada con atención y respeto por todos aunque no faltaran lasproducción literaria propiamente tal me interesaba en ese momento apoyar este proceso que estaban haciendo y eso significaba un trabajo mucho más largo, de mucho menor rentabilidad personal, por supuesto, pero sí asumido vocacionalmente con mucho gusto y muy motivado por todos esos escritores que yo veía que necesitaban y pedían crítica, que aceptaban la crítica y que iban incorporando todo lo que ellos podían conseguir a través de los profesores, de escritores mayores, de libros, etc., en todo su trabajo de creación literaria.
Creo que esa actitud de aprender, esa actitud de formarse como escritor es lo que yo no había visto antes en el sur de Chile y no sé si ocurriría en algún otro momento en el país. ” (“Diálogos con la poesía del sur. Entrevista a Iván Carrasco”, El Llanquihue, 25-octubre-1992) Héctor Véliz, un muchachito cuando se realizó el encuentro aquel, me ha pedido compartir la siguiente nota sobre el maestro de tantos poetas. El año 1983 en mis andanzas por la zona de Valdivia, estuve una temporada en la entonces caleta de pescadores, Niebla. Desde allí, solía ir a la Biblioteca Municipal de Valdivia y, en una de esas oportunidades, me acerqué a la Universidad Austral de Chile, donde conocí al profesor y crítico literario, Iván Carrasco.
Recuerdo que en esa primera oportunidad, solicité hablar con él y la secretaria del Departamento de Humanidades, creyendo que era uno de sus alumnos, me advirtió: “Sólo cinco minutos, porque don Iván está muy ocupado”. El profesor Iván Carrasco, entonces no sabía quién era yo. Cuando me presenté como un integrante del Taller Aumen, le hablé de Carlos Trujillo y Renato Cárdenas, se le pararon las antenas y me ofreció una taza de café. Le mostré unos versos, me preguntó que de dónde los había copiado. Le dije que eran míos y agregó por lo bajo que quizás, por qué no, pues, tenía conocimiento de la formación de poetas que había en Chiloé. A partir de entonces agarró confianza y en una ocasión, me contó de sus inicios como profesor en una escuela rural y lo generosa que era la gente del sur.
Incluyó en sus clases porque él no conversaba, dictaba cátedra -, sobre las luchas políticas y culturales que se estaban dando no sólo en Chile, sino en toda Latinoamérica, producto de las dictaduras que se venían instalando desde los años de Anastasio Somoza, Rafael Leónidas Trujillo, Alfredo Stroessner y luego los dictadores de la Escuela de las Américas De la interferencia de estos regímenes en la literatura y, a su vez, la resistencia de los poetas, durante la Reforma Agraria y la Teología de la Liberación.
La verdad es que estuve en varias ocasiones visitando al profesor Iván Carrasco en su oficina, y las veces en que conversamos, tuve la convicción de que me estaba orientando hacia lo que entonces yo pretendía, continuar mi formación de escritor. Después de esos primeros encuentros, suspendimos nuestras conversaciones hasta que nos volvimos a encontrar años después en uno de los últimos encuentros de poetas y escritores en Castro. Para entonces ya había publicado algunos de mis libros. Se llevó algunos de ellos Nunca he sabido si ha tenido tiempo de leerlos.
Quizá siga formando a otros poetas y escritores con esa generosidad de los maestros del sur. críticas como una noche en que el poeta y narrador valdiviano Jorge Ojeda, con algunas copas de más, encaró a Iván preguntándole, “dígame usted, ¿quién critica al crítico?” Bromas aparte, el profesor Iván Carrasco fue un guía sabio, juicioso y paciente para muchos poetas jóvenes, empezando por José María Memet, en Temuco, y luego gran parte de las generaciones de poetas que surgirían entre Valdivia y Chiloé. Iván prologó nuestros libros, también la Antología poética Aumen, escribió numerosos artículos sobre los poetas chilotes, y nos dio a conocer en el medio nacional publicando dichos artículos en las revistas académicas más importantes. Pero no sólo eso.
También se dio el tiempo y siempre tuvo las ganas de colaborar en los encuentros de poetas organizados por los liceos de la Décima Región, llevando siempre la palabra necesaria, acogedora y generosa a esos muchachitos y muchachitas que empezaban a familiarizarse con la escritura, ya fuera en Castro, Achao, Quemchi, Puerto Montt, Osorno, Puerto Octay o donde fuera que lo llamaran. Siempre estuvo presente, siempre iluminó esas reuniones con sus estudios sobre nuestros poetas mayores y, además, siempre estuvo generosamente dispuesto a escribir prólogos a las publicaciones de los talleres literarios de estudiantes.
Y en este juego de compartir, el maestro Iván Carrasco Muñoz, que antes del golpe de estado había fundado y dirigido el Grupo Espiga en la sede temuquense de la Universidad Católica, poeta también y poeta por derecho propio, me confesó que su participación en el Primer Encuentro de Escritores en Chiloé lo hizo mirar hacia adentro y a su alrededor, y al ver que había tanto buen poeta iniciándose en la escritura acá en el sur, tomó la dolorosa decisión de abandonar, en cierta forma, la escritura de su propia poesía, para dedicarse a estudiar y difundir la poesía de esos jóvenes totalmente faltos de crítica académica.
En una entrevista que le hice en Valdivia, el año 1992, me contó lo siguiente: “ y creo que más o menos en el Encuentro de Castro, me definí en el sentido que dejando de lado mi. IVÁN CARRASCO, MAESTRO Y CRÍTICO LITERARIO DEL SUR (Héctor Véliz)