¿Quién es Dominique Pelicot, el depredador sexual más infame de Francia?
Catherine Porter/The New York Times ominique Pelicot es el depredador más infame de Francia. Admite que drogó subrepticiamente a su esposa durante casi una década para poder violarla, y que invitó a decenas de desconocidos que conoció porinterneta abusar de su cuerpo dormido, desprovisto de toda fuerza.
Y, sin embargo, durante más de tres meses, Pelicot, de 72 años, se ha sentado en el juzgado donde se le acusa con otros 50 hombres y se ha pintado a sí mismo como un hombre honesto. El violador entre 51 violadores, según él, que tuvo el valor de decir la verdad sobre lo que hicieron todos ellos. El hombre que amaba desesperadamente a su mujer y a su familía pero, tras 40 años resistiéndose, se dejó vencer por impulsos pervertidos. También es el hombre que ya no tenía nada que perder: dijo que esperaba reci. Bir la pena máxima y pasar 20 años en prisión. Y así fue.
“Nadie le pertenece a alguien más, pero yo hice lo que quise cuando tuve el impulso”, dijo Pelicot un día durante el juicio, recargado en su silla del banquillo de los acusados, con la misma chaqueta gris de forro polar que llevaba todos los días abrochada. “Eso es lo que está en el fondo de esta historia”. Dijo al tribunal que había sentido remordimientos las mañanas siguientes de drogar a su mujer, Gisele Pelicot, pero que eso no lo había detenido. “El día siguiente era terrible, porque veía en qué mal estado se encontraba”, dijo, “pero hoy no me quejaré, porque sería indecente. Es ella la que sufre, no yo”. Durante el juicio, los jueces y abogados del tribunal de la ciudad francesa de Aviñón intentaron comprender el enigma que es Pelicot, solo con moderado éxito. Casi al principio del juicio, el tribunal escuchó a psiquiatras y psicólogos que describieron la psique de Pelicot como dividida en dos partes distintas, aunque no le diagnosticaron ningún trastorno mental. Lado A, lado B El lado A era el Pelicot que sus amigos y familiares conocían antes de su segunda y última detención, en noviembre de 2020. Ese Pelicot era un abuelo, padre y marido atento y entregado, que había estado enamorado de desde que se conocieron a los 19 años. La pareja había modelado una relación sólida y dedicada a sus tres hijos a lo largo de las décadas, capeando tiempos financieros difíciles y aventuras románticas. Pelicotiba a los partidos de fútbol y al cine con su hijo mayor, David, y recogía a su hija, Caroline, de los clubes nocturnos para asegurarse de que llegara bien a casa. Profesionalmente, nunca pareció enpues primero trabajó como electricista antes de dedicarse al sector inmobiliario y luego a las ventas. Pedía dinero en voz baja a su hija adulta, pero eso no provocó una ruptura en la unida familia.
Condenado a 20 años Durante más de tres meses, jueces y abogados han intentado comprender la naturaleza del hombre que dijo haber drogado a su esposa e invitado a decenas de desconocidos a abusar de ella.
J Luego estaba la otra parte de la psique de Pelicot, dijeron los terapeutas, su lado B: perverso, manipulador, incapaz de empatía, adicto al sexo, una persona que veía a los demás como objetos que utilizar o doblegar a su voluntad. Este lado, dijeron los expertos ante el tribunal, estaba arraigado en lo que Pelicot y su media hermana, Ginette Pelicot, describieron como un hogar violento en su infancia. Pelicot creció en el centro de al sur de París. Después de que el primer marido de su madre la abandonara a ella y a sus dos hijos, se casó con el hermano de éste, con quien tuvo dos hijos más, uno de ellos Dominique. Ginette dijo que se había marchado de casa siendo joven para huir de los intentos de abusos sexuales de su padrastro. Muchas veces durante las semanas de testimonio, un recuerdo desgarrador de lo que describió como su padre violando y humillando a su madre. “En todo hombre hay un demonio”, declaró Pelicot. “El mío procede de miinfancia”. Su abogada, Béatrice Zavarro, argumentó que Pelicot también estaba emocionalmente marcado por otros supuestos traumas. El primero fue una violación que Pelicot dijo haber sufrido a los 9 años, mientras era paciente de un hospital, a manos de un enfermero.
Luego, cinco años más tarde, cuando era aprendiz de electricista y trabajaba en una obra, según declaró al tribunal, lo obligaron a participar en una violación en grupo. (En el juicio no se presentaron pruebas de que se hubiera producido ninguno de los dos delitos). Aun así, según Pelicot, contuvo su Lado B durante 40 años gracias a la fuerza de con su esposa, una mujer a la que llamó repetidamente su “santa”. “Tengo algo dentro de mí contra lo que he luchado durante mucho tiempo, gracias a mi mujer”, dijo un día.
Otro día dijo: “La quería enormemente y la sigo queriendo”. El cambio Esa moderación, según sugirió su abogado, empezó a ceder en 2011, cuando Pelicot se conectó con otros hombres en un notorio sitio web no moderado que se cerró el pasado junio tras acumular más de23.000 casos policiales en Francia entre 2021 y 2024. Allí, dijo, aprendió de otro usuario el método de drogar a su esposa para su propio placer sexual, de modo que pudiera hacerle cosas que ella no permitiría estando consciente. Con el tiempo, la ofreció a otros hombres que conoció en internet, según declaró al tribunal.
Lo que describió como su creciente perversión se reflejó en los estrados del juzgado, por el número de hombres que se le acusó de reclutar por año: uno de 2015, siete de 2017 y luego 17 de 2019. Llevaba una doble vida: llevaba a su mujer a citas médicas durante el día para tratar los inquietantes síntomas que le provocaba por la noche.
Incluso después de ser detenido y acusado de filmar bajo las faldas de mujeres en una tienda de comestibles en septiembre de 2020, y de que la policía confiscara sus teléfonos y su computadora portátil rebosantes de pruebas incriminatorias, Pelicot continuó.
Tras salir de la cárcel, volvió a llevar hombres a su casa para que se unieran a él en la violación de su esposa casi en estado de coma, hasta que la policía lo detuvo por segunda vez dos meses después, esta vez basándose en pruebas de violaciones encontradas en sus aparatos electrónicos.