La incógnita siria
La incógnita siria Manifestantes en la Plaza Umayyad, celebrando el término del régimen de 61 años encabezado por la familia Assad (diciembre, 2024). EMIN SANSAR / ANADOLU VDA AFP III. La incógnita siria La complejidad del escenario permite vaticinar una fragmentación, según se desenvuelvan las influencias locales o los poderes extrarregionales. La aspiración al logro de una sociedad democrática y secular enfrenta vías inciertas y conflictivas. Raúl Sohr Analista internacional El huracán político que barre el Medio Oriente reconfigura reconfigura las estructuras de poder de la región. En pocos meses han colapsado fuerzas políticas que gravitaron a lo largo de décadas. Irán ha sufrido severas derrotas en sus estrategias de proyección de poder más allá de sus fronteras. Turquía, por su parte, ha logrado avances que la convierten en un factor insoslayable en todo análisis. Israel emerge igualmente triunfante en su larga confrontación confrontación con la dinastía de los Al Asad y las fuerzas irregulares aliadas a Teherán. La caída del régimen sirio, que gobernó el país árabe por cincuenta y cuatro años, es un revés mayor para Rusia y su presencia en la zona. Por contraste, es un éxito para Estados Unidos y los países occidentales, en la medida que festejan un golpe a Moscú. El optimismo, en todo caso, es cauto a la espera de que despeje la niebla. Solo el tiempo permitirá apreciar el comportamiento de las organizaciones yihadistas que vienen de conquistar Damasco.
Para calibrar la magnitud de los cambios, cabe recordar las palabras de Henry Kissinger, secretario de Estado en la década de los setenta: «Los árabes no pueden desatar una guerra en el Medio Oriente sin Egipto, pero no se puede lograr una paz sin Siria». En lo que toca a Egipto, el régimen militar, que tomó el poder en 2013, agudizó la tendencia a concentrar sus esfuerzos en la situación doméstica; en particular, en la lucha contra sus principales oponentes, los Hermanos Musulmanes, cuya rama palestina es Hamas. Este es un factor que ha contribuido a que el régimen castrense cairota, encabezado por el general Abdel Fatah Al-Sisi, busque distanciarse del conflicto israelí-palestino. Es un decir que no hay mal que dure cien años, pero muchos opositores sirios dirán que medio siglo es una eternidad en términos políticos.
El clan de los Asad gobernó con mano de hierro el país desde 1970, tras un golpe de Estado encabezado por Hafez al Asad, que en su comienzo se inscribió en la poderosa corriente del nacionalismo árabe liderada por Egipto.
Hafez postuló lo que denominó una «revolución correctiva», que en los hechos significaba un viraje a la derecha en el seno del partido Baaz, autodefinido como (árabe socialista». Un factor que conspiró contra Hafez fue su pertenencia pertenencia al alauismo, variante religiosa del chiismo que gobierna en Irán e Irak. En Siria, sin embargo, esta corriente agrupa apenas a un trece por ciento de la población. La gran mayoría restante está compuesta por seguidores de la vertiente sunita. En varios países, especialmente en Irak, se han registrado sangrientos choques entre ambas corrientes corrientes islámicas. En Siria destaca la masacre en la ciudad de Hama a comienzos de 1982. Allí, movimientos cívicos encabezados por organizaciones islamistas, donde jugaron un rol central los Hermanos Musulmanes, iniciaron una revuelta entre una población de mayoría sunita, que derivó en una insurrección armada. En respuesta, Hafez al Asad desató una ofensiva militar de tierra arrasada que, según algunas estimaciones, dejó alrededor de diez mil muertos. El gran invierno sirio Las esperanzas de que Bachar al Asad, quien heredó el poder de su padre en el año 2000, encabezaría un gobierno más participativo se desvanecieron rápidamente. Con todo, pudo mantenerse al mando por casi un cuarto de siglo, merced a una política de alianzas basada en el mal menor. Muchas de las minorías étnico religiosas, como los cristianos, kurdos, drusos y otras, vieron en Bachar un escudo protector ante el fundamentalismo religioso. En especial durante el auge del Estado Islámico (El), muy activo entre 2014-2017, que llegó a establecerse por la fuerza de las armas en buena parte del oriente de Siria y el norte. La incógnita siria de Irak. Si bien el El fue derrotado militarmente, nunca desapareció del todo. Hoy muchos temen una posible reaparición de una organización que destacó por sus crímenes, crímenes, sectarismo y el primitivismo de sus propuestas, que incluían el esclavismo, así como la compra y venta de mujeres.
En 2011 comenzó la dramática guerra civil siria para deponer a Bachar, coincidiendo con la ola de agitación de la llamada Primavera Árabe, proceso que concluyó con su fuga a Moscú a mediados de diciembre de 2024. Es prematuro prematuro avizorar las consecuencias de la campaña para acabar con la dictadura de los Asad. Recién comienzan a develarse las atrocidades cometidas por su régimen. La apertura de cárceles da cuenta de abusos sistemáticos, en tanto que el desentierro de fosas comunes revela decenas de miles de cadáveres de opositores ((desaparecidos)) a manos de las fuerzas de seguridad del régimen. Según la Syrian Network Network for Human Rights, unos siete millones doscientos mil de sirios fueron desplazados de sus hogares. Más de tres millones huyeron fuera del país. La misma fuente estima que unos doscientos treinta mil civiles fueron asesinados entre 2011 y 2024. Entre ellos, más de treinta mil menores. Un mega desastre humanitario. Al inicio del levantamiento, el optimismo occidental occidental llevó a anunciar la inminente caída de la dinastía gobernante.
Prederic Hof, funcionario del Departamento de Estado, señaló al Congreso de Estados Unidos, en diciembre de 2011, que Asad ((era un hombre muerto caminando». Ehud Barak, ministro de Defensa israelí, el mismo mes, fue más enfático y anunció que el líder sirio «caería en cuestión de semanas)). La narrativa occidental presentó la insurrección contra el régimen de Asad como una lucha por la democracia. En ese marco, justificó la ayuda a los opositores que agrupaban a organizaciones que iban desde demócratas a fundamentalistas islámicos. Las manifestaciones pacíficas iniciales contra el gobierno fueron duramente reprimidas.
A comienzos del zoiz se generalizó una resistencia armada que derivó en la guerra que viene de culminar tras la ofensiva de varios grupos rebeldes que en apenas una quincena tumbó a un régimen entronizado por más de medio siglo. Una interrogante que espera respuesta es la virtual evaporación de las fuerzas armadas leales al régimen. Estas desertaron en forma masiva; muchos de sus mandos tiraron sus uniformes y huyeron a Irak. La motivación primaria occidental, en su respaldo a la variopinta oposición siria, no es humanitaria ni busca asegurar un gobierno democrático.
Lo que está en juego es la hegemonía política en el Medio Oriente y la Siria de los Asad fue una aliada histórica de Rusia, y antes de los soviéticos, además de mantener una estrecha colaboración con Irán. Moscú tiene, por tratado, el uso del puerto de Tartus, el único del cual dispone en el Mediterráneo.
Así lograr un cambio de régimen en Damasco debilitaría el protagonismo ruso en África y, más importante, es un La motivación primaria occidental, en su respaldo a la variopinta oposición siria, no es humanitaria ni busca asegurar un gobierno democrático. Lo que está en juego es la hegemonía política en el Medio Oriente. golpe clave para cerrar el cerco contra Irán, nación estigmatizada estigmatizada como uno de los mayores enemigos de Occidente. Siria, como otras naciones árabes, es un mosaico de grupos étnicos y religiosos. La amplia mayoría de los veintidós millones de sirios, un setenta por ciento, son sunitas. Le siguen los kurdos que suman dos millones que viven en el norte, próximos a la frontera turca. Luego, están los alauitas, que constituyen una rama del Islam chiita a la cual pertenece gran parte de los iraquíesyla casi totalidad de los iraníes. Los cristianos, ortodoxos griegos y católicos, por su parte, suman diez por ciento del país. Luego se sitúan grupos menores, como los drusos y los ismaelitas, ambos más próximos de la tradición chiita. En su conjunto, suman un millón de personas, o sea, cinco por ciento de la población. A la variedad étnica y de creencias, hay que sumar la fragmentación al interior de los distintos grupos. La multiplicidad de pugnas y las consiguientes alianzas muestran que las facciones apuntan a su supervivencia antes que al logro de un régimen eficientey representativo. Existen enormes discrepancias sobre el sistema político a implantar. Unos quieren un Estado seculary democrático. Otros, en tanto, aspiran a un estado autocrático regido por la ley islámica.
Por ello, hasta cierto punto, es posible decir que el régimen de Asad fue una alianza de algunas minorías contra los islamistas de la mayoría sunita y, en particular, contra los yihadistas, donde destacó el El. Los kurdos En medio del conflicto sirio, persiste una sorda lucha entre Turquía y los kurdos. Un importante segmento de este pueblo pugna, desde hace muchas décadas, por constituir un Estado independiente: el Kurdistán.
Estos montañeses, cuya existencia se remonta al sexto siglo de nuestra era, nunca han podido consolidar un Estado.. La incógnita siria El presidente de la región kurda en Irak, Massoud Barzani, aprovechó la debilidad de Damasco para negociar con Bachar el retiro de las tropas de lo que algunos llamaron el Kurdistán sirio.
El más inquieto con la nueva situación es el gobierno turco que, por boca de su presidente, Recep Tayyip Erdogan, advirtió: «No permitiremos que ningún grupo terrorista establezca campos en el norte de Siria y amenace a Turquía». El dilema de Ankara es que desde hace mucho libra una guerra soterrada contra grupos insurgentes kurdos y, en especial, con el izquierdista Partido de los Trabajadores del Kurdistán (icic). Mazloum Abdi, comandante en jefe de las Fuerzas Democráticas Sirias (Fus), organización kurda que ha contado con el respaldo de Estados Unidos en la lucha contra el El, viene de declarar: «Turquía prosigue su guerra en nuestra región, mientras que los combates han cesado en todas las demás partes de Siria». Erdogan acusa a las fuerzas kurdas sirias de ser una prolongación de su enemigo separatista, el PKK. Entre la espada y la pared, los kurdos sirios han tendido una mano a Hayat Tahrir al-Sham (HT5), que se proyecta como la principal fuerza entre los insurgentes. Los líderes kurdos temen a las nuevas autoridades, pues el HTS no oculta su proximidad con Turquía ni el deseo de extender su autoridad al norte del país regido, en vastas regiones, por kurdos.
Desde la toma de Damasco, el 8 de diciembre, Turquía Turquía ha apoyado otra ofensiva del Ejército Nacional Sirio, una alianza de grupos rebeldes respaldada por Ankara, contra lo que considera «organizaciones terroristas» en la zona. Esta ofensiva ha obligado a las FD5 a abandonar la ciudad de Manbij y a pedir un alto al fuego. Incluso ha propuesto crear una zona desmilitarizada en Kobane, la ciudad que simbolizó su lucha contra el El, al cual los kurdos derrotaron tras una épica batalla. Existen muchas dudas sobre las intenciones reales del uTs, que proviene de una escisión del yihadista al Nusra, que a su vez participó en al Qaeda. La dirección del HT5 señala que dichos vínculos fueron cortados en 2016. Estados Unidos mantenía hasta hace muy poco la recompensa por la captura de su líder Ahmed al Sharaa, Sharaa, cuyo nombre de guerra es Abu Mohamed alJolani. Washington lo tenía en la mira desde que participó en la insurgencia iraquí contra las fuerzas estadounidenses; estadounidenses; entonces, como miembro de uno de los grupos que constituyeron el El. En la actualidad los rebeldes del HT5 lideran una alianza con las milicias del Ejército Nacional Sirio, que cuenta con amplio respaldo de Turquía.
En los primeros primeros días del gobierno de transición, tras la huida de Bachar, el grueso de los grupos rebeldes acordó disolver sus organizaciones para fundirse en un ejército bajo la autoridad del ministerio de Defensa. Está por verse si el acuerdo será implementado. La complejidad del mapa político, étnico y religioso religioso sirio lleva a algunos analistas a vaticinar una posible balcanización, una fragmentación en diversas zonas bajo la influencia o en alianza con poderes extrarregionales. Otros señalan como muy posible la posible hegemonía de organizaciones yihadistas. Muchos sirios, por su parte, aspiran a una sociedad democráticay secular, que respete la voluntad ciudadana y las aspiraciones de las varias minorías. La opción por una vía u otra será conflictiva y compleja. Siria tiene una alta probabilidad de figurar en los titulares en los meses venideros..