Cómo ser un ciclista porteño ... y no morir en el intento
Cómo ser un ciclista porteño. .. y no morir en el intento CRÓNICAS DE CIUDAD D e acuerdo con los datos del Ministerio de Salud, la población de nuestro país adolece de una grave enfermedad: la obesidad. De hecho, es tan grave la situación que la tasa de obesidad en Chile se sitúa entre las mas altas de América Latina y el mundo. El 42% de los adultos chilenos mayores de 20 años sufren de obesidad, y más del 70% tiene sobrepeso u obesidad en conjunto. Además, la obesidad infantil también es un problema importante, con más del 30% de los niños menores de 6 años y mas del 50% de los niños en edad escolar padeciendo sobrepeso u obesidad. El problema no es estético, sino que sobre todo de salud pública, atendidas las enfermedades crónicas asociadas a la obesidad. Creo que una de las formas de superarlo es incentivando el uso de un medio de transporte noble, sostenible y saludable: la bicicleta. El problema radica en que ser ciclista en Valparaíso no es simplemente subirse a una bicicleta. Hoy día ser ciclista en Valparaíso es más bien una prueba de carácter, una mezcla entre deporte extremo, acto de fe y un poco de inconsciencia juvenil. Aquí no basta con casco: se requiere valentía, reflejos de gato y la flexibilidad mental de un monje. Veamos por qué. EL CERRO SIEMPRE GANA En Valparaíso, a diferencia de esas ciudades planas y civilizadas, las subidas parecen diseñadas por un urbanista demente.
Uno parte motivado, con la mejor bicicleta posible y la convicción de que está en buena forma, pero al tercer zigzag la pendiente (el "perro negro" lo llamo yo) empieza a susurrar: "no lo lograrás". Quién no ha terminado empujando la bici en medio del cerro, jadeando como si estuviera escalando el Aconcagua, no ha sido realmente un ciclista porteño. LA MICRO ES LA LEY DE LA SELVA Los microbuses son el depredador natural del ciclista. Aparecen de la nada, rugen, se cruzan, frenan en seco y, de paso, te enseñan a valorar la vida en fracciones de segundo.
Pero no todo es tragedia: hay choferes que saludan, que te hacen espacio o que incluso reducen la velocidad (aunque sea por tres segundos). En esos casos, uno siente que todavía queda civilidad o más bien que ha presenciado un milagro urbano. ADOQUINES Y EVENTOS, VIEJOS ENEMIGOS Quien inventó el pavimento de adoquines no penso en bicicletas. Andar en bicicleta sobre ellos es como particiISSA D-19.70 JORGE BERMÚDEZ SOTO, EX CONTRALOR GENERAL DE LA REPÚBLICA par en un concurso de masajes gratuitos. .. pero en versión tortura medieval. A ello se agregan los hoyos o "eventos" que inundan nuestras calles. El ciclista porteño debe aprender a bailar sobre las piedras y a esquivar o "comerse" eventos, como pan de cada día. EL PERRO, EL PEOR AMIGO DEL CICLISTA En cualquier cerro hay un perro comunitario. Ese perro que se cree guardián de su calle y que tiene la misión sagrada de perseguir bicicletas.
Para sobrevivirlo se recomiendan dos estrategias: acelerar y arrancar, o frenar y conversar con el perro (aunque la segunda requiere habilidades sobrenaturales). LA PRUEBA DE LOS FRENOS Si la subida es un castigo físico, la bajada es un examen de fe. El viento en la cara, la adrenalina de la velocidad, la curva cerrada. .. y de pronto un auto estacionado en doble fila. El ciclista porteño se convierte en filósofo en esos segundos: piensa en la vida, en la muerte, y en por qué no se quedó tranquilo tomando café en la Plaza Aníbal Pinto.
LA RECOMPENSA Por experiencia les digo que nada se compara con llegar arriba de un cerro, mirar el paisaje, en este caso el puerto de Valparaíso desde la bicicleta y sentir que se ha conquistado el Everest en versión porteña. O bajar hasta el paseo Weelwright, con el mar enfrente, sabiendo quese sobrevivió a otro round contra la ciudad. Ser ciclista en Valparaíso es un acto deportivo, ayuda a combatir ese mal que nos aqueja como sociedad, con la certeza de que pedalear en Valparaíso es un deporte, un desafio y un milagro. O Hoy día ser ciclista en Valparaíso es más bien una prueba de carácter, una mezcla entre deporte extremo, acto de fe y un poco de inconsciencia juvenil. Aquí no basta con casco: se requiere valentía, reflejos de gato y la flexibilidad mental de un monje..