BAJO CERO
BAJO CERO es Santiago, es Punta Arenas”. en 1920 y que forma parte de la Zona Típica urbana de la ciudad. Pero la construcción oculta problemas domésticos que nada tienen que ver con su antiguo esplendor, como el techo que se filtraba o la escasa iluminación natural que entra por las ventanas, describe el alcalde. Pese a su apellido e historia, Radonich no es magallánico. Nació y se crio en Temuco, en una familia de clase media, “sin ninguna clase de privilegios y austera”, dice. Sus padres se conocieron en la Universidad Austral de Valdivia, donde él estudiaba Agronomía y ella Pedagogía en Música, pero ninguno terminó la carrera.
“Se casaron muy jóvenes, a los 20 años, y se fueron a vivir a Temuco”. En esa ciudad, Radonich estudió en el Liceo A 28, actual Bicentenario Pablo Neruda, y fue bombero, pero creció consciente de que sus raíces estaban en Tierra del Fuego, adonde viajó constantemente de niño y adolescente.
Estudió Derecho en la Universidad Diego Portales, en Santiago y, entremedio de dos derrotas para ser diputado por Magallanes, trabajó en el primer gobierno de Sebastián Piñera como jefe de la División de Relaciones Políticas e Institucionales del Ministerio Secretaría General de la Presidencia.
En 2013 fue nombrado intendente de la Región de Magallanes, cargo que dejó seis meses después, hasta que en las municipales de 2016 ganó su primera elección, convirtiéndose, además, en el primer alcalde de derecha elegido democráticamente en la historia de Punta Arenas. “No creo que haya una ola derechista acá, sino simplemente hoy existe una sociedad más pragmática. Entonces, puedes saltar de parcela sin esa culpabilidad que se hacía notar en el Chile de los 70 o de los 90.
Además, aquí tenemos códigos distintos, se vota por la persona de manera muy fuerte”. En octubre pasado fue electo por tercera vez y, lejos de tener una votación desgastada por sus períodos alcaldicios, subió más de 10 puntos, obteniendo alrededor de 63% de los sufragios, cifra que lo sorprendió incluso a él. “Nunca se había visto esta votación en la región.
Yo tengo mucho voto cruzado, en términos políticos, pero si tú lo cruzas con la lista de concejales, no tiene lógica”. Para muchos, entre los que se cuentan partidarios y detractores, el fenómeno de Radonich tiene una característica poco común, que hubiera hecho desistir a cualquiera de una carrera política. “Ah, sí, yo soy tartamudo, orgulloso. Y me pagan por hablar, imagínate”, se ríe.
Aparte de estar permanentemente expuesto en su rol de alcalde, Radonich ha dado clases en pregrados y postítulos; ha dado conferencias en varias partes del continente e, incluso, en 2005 participó en un programa de televisión: “La pluma”, conducido por Pamela Jiles y emitido por TVO. “Así que si tú me preguntas si esto ha sido un freno, ¡nada! Tal como me dijo alguien, tú eres un buen comunicador, y eso es lo importante. Además, uno no se siente. Cuando hablo, no es que esté pensando cómo lo estoy haciendo. No sé si he tartamudeado en toda la entrevista, capaz que sí y mucho. Bueno, no sé, pero no estoy preocupado de eso, estoy preocupado de hablar contigo. Entonces, uno pierde la noción”. ¿No fue motivo de bullying en el colegio?Fui presidente de centros de alumnos toda la vida. Así que ¡ cero! El tartamudeo lo veo como una característica, no como una enfermedad ni un problema. Yo hablo así, nomás. Uno tiene que preocuparse de comunicar bien y ser confiable. No me siento incómodo ni menoscabado. Mientras habla, el alcalde busca una foto en uno de los estantes de su oficina, hasta que al fin da con ella. “¿Sabes quién es? Aquí estoy con Antony Blinken (exsecretario de Estado de Joe Biden). Estuve reunido con él. Éramos dos autoridades en una bilateral de 40 minutos.
Hablamos en inglés. ¿Tú crees que me compliqué? ¡ Nos cagamos de la risa! Créeme que no tengo mayores problemas con la tartamudez”. En su escritorio, Radonich no tiene ninguna foto familiar, “y nunca la voy a tener”. Está casado, sin hijos, y de su señora prefiere no dar datos. Ni siquiera el nombre. Solo cuenta que es una profesional que “detesta el tema público, no le gusta. Por eso siempre me has visto solo, porque la función pública tiene una carga. Jamás vinculo a nadie de mi entorno familiar, porque esto tiene muchas cosas simpáticas, bonitas, pero también cosas ingratas.
Mi vida personal la mantengo al margen”. Radonich dice que proviene de una familia que nunca habló de política, pese a que su abuelo, Tomás Radonich (hermano de Antonio) fue alcalde y gobernador de Tierra del Fuego en los gobiernos de Juan Antonio Ríos, Jorge Alessandri y Frei Montalva. Cuenta que él era un radical de derecha, un conservador y un regionalista, y que heredó el mismo espíritu de servicio público. Sobre eso, agrega que entró a RN con la seguridad de que en democracia es mejor agruparse en torno a ciertos principios, en vez de ser un llanero solitario.
En la bío de su cuenta de X se define como “un chascón de derecha”. “En temas valóricos, soy una persona muy liberal, convencido del cuidado al medio ambiente, de la sostenibilidad o de la cultura en todas sus manifestaciones”, explica. “Tengo una convicción sobre la libertad de opción que tienen las personas, no solamente en una parte de la vida, sino que en todas.
Por eso no encajo en grupos”. En el pecho de su camisa está el logo de la municipalidad, que incorpora el mapa de la Antártica, territorio que aparece con frecuencia en sus discursos, porque “es el futuro del mundo, no en los próximos 20 años, estoy hablando de 200 años más”, dice. “La ciudad más global de Chile no es Santiago, es Punta Arenas. Nosotros somos la principal ciudad de entrada a la Antártica. Y no es eslogan: 23 países operan sus asuntos antárticos desde acá. La ciudad que nos sigue es Ciudad del Cabo, con nueve. Y, por lejos, el principal aeropuerto que conecta el mundo con la Antártica es el nuestro. Pero el Estado de Chile está al debe. Nuestro rol de potencia antártica y de ciudad global depende de la inversión en logística que se haga.
En el tema aeroportuario se ha hecho mucho, pero no hay ninguna inversión portuaria sustantiva”. El Presidente Boric ha ido tres veces a la Antártica y la última vez fue un viaje histórico al Polo Sur, pero las críticas a esas visitas provienen justamente de su sector. No, lo que he escuchado no son críticas al viaje, sino que cuál es el anuncio que vamos a hacer después, cuál es la inversión o el hito. Creo que el Estado ha sido particularmente activo en declaraciones, pero pasivo en los hechos. Y la Cancillería tampoco ha tenido el rol preponderante y de liderazgo al respecto.
Con frecuencia, Radonich escribe cartas a los diarios, asiste a debates, da entrevistas y recibe visitas de expertos, empresarios y autoridades extranjeras interesadas por el auge comercial y energético que vive la ciudad, pero también en el tema antártico. Asegura que, por lo mismo, justo ahora tiene a los estadounidenses en una oreja y a los chinos en la otra. El alcalde propone que Villa Las Estrellas vuelva a ser lo que era, “cuando se realizaban transmisiones de TV, se instalaba el primer banco y nacía la primera guagua. Y tú tenías todo un relato, toda una épica que te permitía sentirte orgulloso de este Chile antártico”. Lo que le preocupa, dice, es que para muchos el país termina en Puerto Williams. “Hazle dibujar hoy a un niño de 15 años nuestro mapa, en cualquier colegio. Yo creo que el 80% no incorporaría el vértice antártico”. Radonich piensa un rato. “Por eso la Villa Las Estrellas tiene que volver. Es más, yo nombraría un alcalde de la Antártica.
Puede ser un territorio especial, con un alcalde que tenga un rol simbólico, pero con ocupación de civiles Tenemos que recuperar el terreno, que los chilenos nos sintamos un país antártico”. Un alcaldeHay cuatro cosas que decir de Claudio Radonich, alcalde de Punta Arenas. Primero: Fue uno de los fenómenos electorales de las últimas elecciones municipales. Segundo: Se ha convertido en una voz potente para mantener el liderazgo antártico. Tercero: Participó en el rescate de una de las historias más increíbles de Tierra del Fuego. Y cuarto: Para muchos, tiene una característica que hubiera hecho desistir a cualquiera de una carrera política: “Soy tartamudo, orgulloso. Y me pagan por hablar, imagínate”, dice. POR GAZI JALIL F.
FOTO JOSÉ MIGUEL CÁRDENASLos protagonistas de las películas del ci-neasta alemán Werner Herzog (Fitzcarraldo, Aguirre, La ira de“No creo que haya una ola derechista acá, sino simplemente hoy existe una sociedad más pragmática”. Dios) suelen ser hombres obsesivos, que enfrentan una naturaleza implacable mientras persiguen sueños que rozan lo imposible. Pero si esta historia no la estuviera contando el alcalde Claudio Radonich, cualquiera creería que se trata de un guion del mismo Herzog.
Radonich, abogado, 51 años, militante de RN desde los 18 y reelecto por tercera vez en Punta Arenas con una de las votaciones más altas del país, no ahorra detalles durante el relato, cuyo personaje central no es él, sino que su tío abuelo Antonio Radonich Scarpa, a quien nunca conoció en vida. Lo describe como un ilustre fueguino, terco, buena pinta, gran conversador, bohemio, bebedor, destacado bailarín de tango y, como todo hombre que ha sido generoso hasta el derroche, cargaba con un corazón roto.
Radonich Scarpa murió en 1971 junto a su obra, la que después de medio siglo de olvido y encierro ha vuelto a la vida gracias a sus descendientes, entre ellos este alcalde, que se acomoda en el escritorio de su vieja oficina municipal, frente a la Plaza de Armas de Punta Arenas. “Por esas cosas de la vida que nunca pude dilucidar, en mi familia se hablaba poco de esta historia. Si no preguntabas, no te contaban”, dice.
Cuenta que el abuelo Antonio era el “bicho raro” de la familia, que era hijo de inmigrantes croatas y que nació en Porvenir, entonces un pueblo inhóspito y frío, a orillas del Estrecho de Magallanes, donde casi nadie llegaba por voluntad propia. Habitado en su mayoría por buscadores de oro que se quedaron atrapados en Tierra del Fuego cuando el metal se agotó, los Radonich tenían un pequeño hotel. En 1917, siendo un adolescente que nunca había salido de Magallanes, Antonio consiguió una filmadora francesa marca Pathé Freres de 35 milímetros, probablemente la mejor del mundo en ese momento, asegurael alcalde. Claro, cuando le llegó no sabía cómo ocuparla y Antonio aprendió por su cuenta.
Pronto, junto a su amigo José Bohr (quien luego sería un destacado director de cine, compositor, actor, productor y guionista) y a Esteban Alarcón (padre del actor Luis Alarcón), fundó la compañía Magallanes Film, “el mismo año en que nace Universal Studios”. La comparación la hace el propio alcalde para enfatizar que su tío abuelo no estaba tan equivocado ni tan loco, y que la empresa era, en verdad, una idea visionaria, “solo que estaba en el hemisferio incorrecto”. Entre los tres realizaron producciones cinematográficas, ficciones, documentales y noticieros de actualidad magallánica.
“Allí ves, por ejemplo, el río las Minas el año 19 con un muerto ocuando llega José Menéndez desde Buenos Aires o un desfile del 21 de mayo”. Pero la sociedad terminó abruptamente a los seis meses, con una pelea a combos entre Bohr y Alarcón. Más tarde, en 1921, por encargo del Gobierno central, Antonio Radonich filmó El raquitismo en Magallanes, un documental para crear conciencia sobre la enfermedad. Por los datos que maneja el alcalde, fue la primera película que se exhibió en La Moneda. Dice que el Presidente Arturo Alessandri, impactado por las imágenes, envió un mensaje al Parlamento solicitando los fondos para resolver las necesidades más urgentes de Magallanes. En 1924, con 23 años, Antonio abrió una sala de cine, la primera de Magallanes y una de las más antiguas del país: Cinema Porvenir. Allí, además de propietario, fue administrador, proyectista, acomodador, presentador y boletero. La sala se convirtió en el gran centro social del pueblo. Sirvió también para veladas musicales, obras de teatro, jornadas de boxeo y mítines políticos.
Allí estuvieron Pedro Aguirre Cerda, Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende e, incluso, el padre Alberto Hurtado, hablando de su polémico libro ¿ Es Chile un paíscatólico?El cine cerró sus puertas en 1966, cuando Antonio Radonich, cansado y sin recursos para mantenerlo, no pudo seguir a cargo, pero a esas alturas él ya era considerado uno de los precursores del cine chileno, el cineasta del fin del mundo, un gran técnico y un gestor cultural en el rincón más impensado del planeta. Dice el alcalde: “Antonio Radonich vivió con mis abuelos. Este hombre llegaba a la casa de madrugada, por lo que mi abuela, una escocesa de carácter muy fuerte, siempre vio su actividad con mucha distancia. Bloqueaba esa cosa del cine. Para ella no era trabajo, era un hobby costoso y, por eso, nunca conversó del tema con nadie. Pero en el verano de 2010 fuimos con unos ocho primos a Tierra del Fuego y nos metimos al cine, sin decirle a ella, porque era muy celosa con esa casa. Y ahí es cuando mi primo Ronnie, que es cineasta, encuentra unas maletas antiguas, como de los 30 o 40, con muchas cintas de películas y télex. Las llevó a la Cineteca Nacional, se recuperaron cuadro por cuadro y ahora están disponibles para todo público.
Son como 4 horas y media de películas, además de estas noticias que son las Actualidades Magallánicas”. La historia de Antonio Radonich fue documentada en 2012 por Ronnie en el cortometraje Cinema Porvenir, mientras que en 2018 el cine fue restaurado y convertido en sitio histórico, con la colaboración de Fundación ProCultura, Enap y el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. “La voluntad de nuestra familia es mantenerlo abierto para toda la comunidad, como lo hubiera querido nuestro abuelo”, señala el alcalde. La oficina de Claudio Radonich está en el imponente Palacio Montes, en pleno centro de Punta Arenas, un edificio construido. “La ciudad más global de Chile