"El de Beatriz Allende y Fernández Oña fue un amor real"
"El de Beatriz Allende y Fernández Oña fue un amor real" La historiadora inglesa Tanya Harmer. " Beatriz era la hija más cercana a Salvador", confiesa Tanya Harmer, la historiadora inglesa que se comunica en un perfecto español esforzado, y quien escribió el libro «Beatriz Allende.
Una vida revolucionaria en América Latina durante la Guerra Fría», un hito del 2025 (Editorial LOM). Desde Londres, pero con su sonrisa inglesa enmarcada elegantemente por el Zoom, refuerza la idea y agrega: "Sí, ella lo adoraba". --¿ Y él? --Y él la adoraba a ella. Ella, claro, es Beatriz Allende, y él, por supuesto, es Salvador Allende. Ella fue la segunda hija del matrimonio de Salvador y Hortensia Bussi, la del medio, la hija ideologizada, la hija pasional, la Allende que se vestía a prisa, sin moda alguna. Las otras hijas de Salvador, Carmen Paz y María Isabel, según parece, eran dos señoritas más ajustadas a la convención, dos niñas Allende con pericia para el salón, equipadas con vestidos y gentileza.
Beatriz, en cambio, era la Allende volcánica, la rebelión y el puño alzado. "Y ella siempre vio a su padre como un modelo, alguien a quien quería seguir", sentencia Harmer. ¿Y él qué pensaba de ella? Tanya Harmer, la historiadora titulada de la Universidad de Leeds, la británica que fijó su vocación en las revueltas del último confín del mundo, da un suspiro académico y, por un segundo, cierra los ojos. Da la sensación que es un segundo imperceptible incluso para ella misma, pero, a la vez, parece que en ese segundo retrocede en el tiempo y se sitúa en el año 1953.
Tanya Harmer parece habitar con la mente el living de los Allende, el living sin ínfulas de Guardia Vieja 392, el corazón de la casa, la casa de la polémica y las portadas, el lugar en que Salvador, el papá alegre, se tornaba niño y jugaba en el suelo con las tres hijas y, en otras oportunidades, apretando una copa de vino, se tornaba militante y debatía desde el sillón con socialistas. Entonces Tanya Harmer abre los ojos. Y responde: "Él la escuchaba mucho. Había entre ambos una gran confianza. Muchas veces discutían, no solían estar de acuerdo". --¿ En qué no estaban de acuerdo? --En muchas cosas. Por ejemplo, discutían hasta dónde iba a llegar la vía chilena al socialismo. O discutían cómo debía relacionarse Chile con Estados Unidos. Beatriz Allende, en realidad, era más revolucionaria que su papá.
Y ella tenía un privilegio especial... Harmer respira, permite que se filtre un silencio teatral, y revela: "Ella le podía preguntar cosas que los demás no podían preguntar". Y la historiadora guarda silencio, sonriendo otra vez.
Y queda, en el aire, un signo de interrogación allendista. "La mujer revolucionaria era invisible" En esa casa de Providencia, de cierto modo, se levantaron los pilares del sociaTanya Harmer: "El de Beatriz Allende y Fernández Oña fue un amor real" La historiadora inglesa publicó un libro sobre una de las hijas de Salvador Allende, madre de Maya Fernández. Una vida entre Chile y Cuba, con luces y sombras, la historia de la hija más intensa y politizada del expresidente. Roka Valbuena. "El de Beatriz Allende y Fernández Oña fue un amor real" lismo de mediados del siglo XX. Fue por momentos el epicentro doméstico de la izquierda.
Allí hubo risas, gritos, ideas, intelectuales con beatle, nerudianos buscando una metáfora, hippies en estado larvario, barbones untados en revolución, socialistas adheridos a un whisky, y en medio de todo eso, se instalaba Beatriz, la adolescente con interés en la justicia social y que le tomaba la mano a su papá, el futuro Presidente de Chile. "Y Beatriz también tenía muchos pretendientes" desliza, con picardía británica, Harmer. Y detalla: "Beatriz era muy bonita e inteligente. Muchos hombres querían pololear con ella. Pero ella tenía otros intereses". Las otras hermanas hacían algunas fiestas y Beatriz sólo anhelaba la igualdad. Isabel se ponía el rouge y, por su parte, Beatriz se encerraba en la pieza a degustar un poco de folclor.
En ciertas ocasiones Salvador Allende la pasaba a buscar a la Maisonnette, --ese colegio que Tanya Harmer, a doce mil kilómetros de distancia de la elite santiaguina, cataloga como "un pequeño colegio de clase media"--, o la pasaba a buscar al otro colegio de educación inglesa en que estuvo, el Dunalastair, y la llevaba a sus encuentros políticos y a sus giras. Allende y Allende, padre e hija enlazados por Chile.
Él pasaba sumido en los discursos y en la interacción con obreros; ella, por su parte, empieza a forjar en su interior el gen doctrinario. "Y en 1959 llegó la Revolución Cubana... ", enfatiza, siempre sonriendo la historiadora. --¿ Y qué pasó? --Eso impactó muchísimo en Beatriz. Al poco tiempo, se va a estudiar medicina a la Universidad de Concepción. --El pulmón del MIR. --Tal cual. Y se casa con Renato Julio, un joven muy intelectual que leía poesía. El matrimonio dura muy poco. --¿ Qué incidencia tuvo el MIR en sus posturas políticas? --Miguel Enríquez estaba un año más abajo que Beatriz, pero se hicieron amigos. Beatriz nunca fue parte oficial del MIR, pero empieza a vincularse con ellos. Y a adoptar algunas de sus postulados.
Beatriz se radicaliza, tolera la vía armada, se distancia de la política con negociaciones, se encandila con el ideario del Che, el utópico con sex appeal. "Un día Salvador Allende", relata Tanya Harmer, "le trajo una foto del Che autografiada por el Che". Y era como si hubiese conseguido un trofeo, el póster de una estrella de rock a la que le cuelga un fusil. "Por ese entonces Beatriz empieza su relación con el agente de inteligencia cubano Luis Fernández Oña", añade. --¿ Fue el amor de su vida? --Yo estoy convencida que fue una relación de amor real.
Él reconoce que no fue el marido perfecto. --¿ Se puede inferir que hubo algún tipo de violencia? --No tengo pruebas de eso. --¿ Fue infiel? --Tuvo otras mujeres antes, durante y después de su matrimonio con Beatriz. De manera que Beatriz Allende vivió rodeada de infidelidades, paternas y conyugales. Vivió aguantando amoríos. Aún así, Tanya Harmer tuvo acceso a las cartas que en algún momento intercambiaron Fernández Oña, el padre de Maya y de Alejandro, y Beatriz Allende. No le cabe ninguna duda: "Había amor", admite.
En todo caso, la Revolución Cubana traía anexado el machismo, el guerrillero viril, el alfa sin afeitar. "Beatriz se da cuenta que ingresa a un mundo muy machista, en el que la mujer jamás tendría un rol protagónico", aclara la historiadora. --¿ En qué situaciones aparece el machismo? --Beatriz, por ejemplo, asistía a reuniones, pero en las actas jamás se registraba su presencia. Incluso, a veces eran reuniones que ella misma había organizado.
Y remarca: "La mujer revolucionaria era invisible". Y la historiadora sin querer suelta un suspiro abatido. "A Beatriz no le gustaban los privilegios" El 24 de octubre de 1970, Salvador Allende se convirtió oficialmente en el Presidente de Chile (luego de la confirmación de su triunfo electoral por el Congreso Pleno). Beatriz Allende, la regalona, la hija efervescente, en ese entonces confesó a un medio de comunicación: "Estoy feliz y angustiada". Feliz por la posibilidad que tenía su papá de liderar un Chile socialista, y angustiada por el escenario tenso que ya podía vislumbrar. Tanya Harmer detalla: "Pero ella siempre estuvo siempre muy cerca de su papá. Lo ayudó en todo momento. Lo acompañaba en los viajes. Le decía lo que pensaba". Al Presidente de Chile Beatriz le decía "papá" en privado y le decía "Allende" en público. Le susurraba estrategias. Fue una allendista activa.
Y cuando Salvador Allende murió por esa bala que salió desde el AK-47, ese histórico fusil donado por Fidel Castro, Beatriz Allende se instaló definitivamente en Cuba, a los pies de la Revolución, con sus hijos recién nacidos y, paradojalmente, acompañada de Payita, la amante de Salvador y con quien Beatriz se llevaba muy bien. "Fidel la recibe y la ayuda muchísimo. Al punto que Beatriz, a quien no le gustaban los privilegios, se sentía un poco incómoda por tener una situación favorecida. Sobre todo respecto a otros chilenos que también se habían ido a Cuba". Beatriz manejó en Cuba un escarabajo azul que le facilitó la revolución. Beatriz vivía en una casa que le acomodó la Revolución. Beatriz se separó de su marido al poco tiempo y la Revolución la amparó. Beatriz difundió la causa, ayudó a su mamá, Hortensia, la viuda que recorría el mundo alertando sobre Pinochet, y la Revolución la estimuló.
Y Beatriz no solía toparse con Fidel Castro, pero, en ocasiones, se encontraba con el líder, el mismísimo Comandante, y se sentía protegida. "Y.. .bueno... me pasó algo a mí" declara, de pronto, Tanya Harmer. --¿ Qué le pasó? --Me sentí identificada con Beatriz Allende. --¿ Políticamente? --De otra forma... Y la historiadora impensadamente hace una revelación: "Lo que pasa es que yo me vine a Chile como profesora visitante en la Universidad Católica el 2010. Y estaba embarazada. Y me tocó el terremoto". --¿ Se le hizo todo cuesta arriba? --Fue difícil.
Extranjera en un país devastado, embarazada, sin red de contactos. --¿ Qué sentía? --Creo que, años después, mientras ya escribía este libro, yo podía sentir de forma muy mínima lo que le debió haber pasado a Beatriz Allende. Tanya Harmer se mezcló con Beatriz Allende. La historiadora empatizó con la doctora. Beatriz estuvo sola en Cuba, Tanya estuvo sola en Chile. Fueron, con cuarenta años de diferencia, dos mamás aterradas. Aunque hay una diferencia: a medida que Tanya Harmer investigaba a Beatriz Allende se iba sintiendo consolada. A Tanya Harmer el libro la iluminó. Beatriz Allende, en cambio, tras la muerte de su papá, día a día se iba oscureciendo. "Beatriz empieza a pensar que no hay salida frente a la dictadura" sostiene la historiadora, retomando su rol profesional. Y agrega: "Ha visto a sus amigos morir. Está sola, no sabe qué hacer.
Empieza a sentir un profundo desencanto". El 11 de octubre de 1977, tras escribir a toda velocidad una carta dirigida al Comandante, Beatriz Allende jala el gatillo de una metralleta Uzi que le había regalado Fidel, y muere en el corazón de Cuba. El suicido sacude a la Revolución. Salvador Allende murió por esa AK 47 que le regaló Fidel Castro. Beatriz, la hija, murió por esa Uzi que le regaló Fidel Castro. La conclusión policial no se ve lógica: dos armas castristas mataron al allendismo.
En fin, murió la heredera, la allendista leal, la hija más cercana. "Y yo quise redescubrir la historia de esta mujer tan silenciosa", reflexiona Tanya Harmer quien, además, tiempo atrás, publicó «El gobierno de Allende y la guerra fría interamericana» (Ediciones UDP, 2013). --¿ Lo logró? --Espero. Y Tanya Harmer sonríe un poco. "La historia siempre se ve a través de los hombres. Estamos en una sociedad en que los hombres parecen ser los únicos que tienen importancia". Respira. "Las mujeres somos la mitad de la sociedad" concluye. Y esta vez Tanya Harmer no se ríe. Sólo parece dejar en claro que, desde ahora, Beatriz Allende también es parte de la historia. Miguel Enríquez estaba un año más abajo que Beatriz (en Medicina), pero se hicieron amigos. Beatriz nunca fue parte oficial del MIR, pero empezó a vincularse con ellos". Beatriz en Cuba empezó a pensar que no hay salida frente a la dictadura (... ) Vio a sus amigos morir. Está sola, no sabe qué hacer. Empieza a sentir un profundo desencanto"..