Editorial: Jóvenes y empleo, un problema mayor
Editorial: Jóvenes y empleo, un problema mayor La situación del mercado laboral es compleja y está afectando a distintos grupos de diversas maneras. Uno que está recibiendo un impacto significativo es el de los jóvenes: veintidós de cada 100 están desocupados. Esta tasa es entre cuatro y cinco puntos porcentuales más elevada que en el período previo a la pandemia. En el caso de las mujeres entre 15 y 24 años, la tasa de desempleo se acerca al 25 por ciento. Para los hombres, en cambio, es un poco más de 19 por ciento. Se trata de una brecha significativa. Y la situación seguramente sería más grave si no se hubiese verificado un aumento en la proporción de los jóvenes que se encuentran estudiando. En efecto, en 2011, un 49 por ciento de las personas entre 15 y 24 años lo hacía. Esta proporción alcanzó a un 57 por ciento en 2019 y, en 2024, a un 61 por ciento. Ello ha sido el resultado de una mayor cobertura tanto en educación secundaria como superior. Este fenómeno, a su vez, ayudó a explicar la caída en el porcentaje de “ninis” (quienes no tienen un empleo y tampoco estudian) en este grupo de edad. Sin embargo, el alto desempleo actual y las pocas expectativas laborales para los jóvenes parecen estar generando en los últimos trimestres una reversión en la evolución de los ninis. Así lo dejan entrever las últimas mediciones del INE, en las que se ha venido observando un estancamiento en esa caída.
De hecho, en un análisis elaborado por Tomás Rau, académico del Instituto de Economía de la UC, se verifica, a partir de la última Encuesta Nacional de Empleo, que el número de ninis en un año aumentó, especialmente entre mujeres. Esto es consistente con su mayor tasa de desocupación.
La tendencia es inquietante porque, a pesar de que este grupo es más pequeño que hace algunos años, el último reporte de la OCDE disponible con esta información indica que solo cuatro países de los 36 que integran la organización tienen una proporción de ninis superior a la de Chile; la nuestra es, además, muy superior al promedio (la OCDE reporta estos guarismos para la población entre 15 y 29 años). Una situación similar ocurre si se pone atención solo a la tasa de desocupación. El 21,6 por ciento de desempleo actual en los jóvenes entre 15 y 24 años se compara con un 11,2 promedio para la OCDE, es decir, casi la mitad.
La lenta incorporación a la fuerza de trabajo de estos jóvenes tiene efectos permanentes y negativos en sus trayectorias laborales, particularmente si se piensa que en la primera etapa se producen apegos y aprendizajes indispensables para lograr un vínculo más efectivo con el mundo laboral. El salario mínimo puede estar jugando un papel central en esta situación.
Los últimos reportes de la OCDE, para 2024, situaban a ese salario como equivalente a un 74 por ciento de la mediana salarial del país, 19 puntos porcentuales por sobre el promedio simple de la OCDE. Y el salario mínimo este año ha seguido subiendo por sobre el promedio de las remuneraciones generales.
Además, sabemos, a partir de los estudios de competencias de la población adulta, que las competencias lectora y numérica de los jóvenes de 16 a 24 años, fundamentales para insertarse en la fuerza de trabajo, se encuentran muy por debajo de las observadas típicamente en la OCDE. Esta combinación no es muy apropiada para facilitar las oportunidades laborales de los jóvenes. Tampoco es esperable que el salario mínimo más bajo, que rige para los menores de 18 años, sea suficiente estímulo para facilitar su incorporación. Por cierto, el bajo crecimiento económico tampoco ayuda a estimular el empleo, pero el problema de este grupo demográfico es más profundo. Parte de él se ha paliado vía el aumento en la cobertura educativa antes señalado, aprovechando las múltiples oportunidades de financiamiento y las bajas exigencias académicas para ingresar a la educación superior. Sin embargo, comienzan a emerger señales de que ello solo ha postergado el problema, lo que se refleja, por ejemplo, en un aumento en el desempleo de los egresados recientes de la educación superior. Posiblemente ello ocurre porque hay diversos programas en la educación terciaria que no agregan mayor valor a sus estudiantes. Así, se está incubando un problema mayor en la economía chilena que requiere urgente y más detenida atención.. El alto desempleo y las pocas expectativas laborales los están impactando de modo especialmente significativo.