Columnas de Opinión: Veinte años no es nada
Columnas de Opinión: Veinte años no es nada “Si ella estuviera disponible, cuenta con el apoyo del partido”. La frase fue pronunciada por Paulina Vodanovic, presidenta del PS, a propósito de una eventual candidatura de Michelle Bachelet, y revela bien el estado de ánimo de la tienda de Salvador Allende: a fin de cuentas, solo queda Bachelet. Y aunque es cierto que la misma interesada ha manifestado en varias ocasiones que no está disponible, al mismo tiempo se ha encargado de conservar cierta ambigüedad. Como fuere, el hecho es que la exmandataria no ha salido nunca del horizonte del progresismo. La causa inmediata es conocida: la falta de figuras competitivas obliga a volver la mirada hacia Michelle Bachelet, quien sigue concitando un apoyo significativo. La cuestión no se trata solo de la presidencial, sino también de la parlamentaria: una candidatura frágil podría redundar en efectos devastadores en la conformación del Congreso. Sin embargo, esa explicación está lejos de agotar el fenómeno. La decisión de (volver a) acudir a ella es signo inequívoco de una falencia estructural del progresismo criollo. No debe olvidarse que Bachelet emergió como figura excluyente hace más de ¡ veinte años! Después de su aparición, la centroizquierda no ha logrado cuajar un solo nuevo liderazgo presidencial digno de ese nombre. Y no es cuestión de números, sino de proyección política. El 2009 se recurrió el exmandatario Eduardo Frei, lo que ya mostró dificultades en la renovación. El 2013 Bachelet regresó triunfalmente; y luego, en 2017, el escogido fue Alejandro Guillier, que no dejó estrictamente nada. Más tarde, el 2021 una improbable Paula Narváez (ungida por el dedazo de Michelle Bachelet) ni siquiera llegó a la papeleta. Guste o no, hay algo muy daña-do en un sector que no es capaz de levantar candidaturas con peso específico, que puedan instalar temas en la discusión y mover la agenda. Un mundo sin candidatos es un mundo sin iniciativa, sin energía y, en definitiva, sin futuro. Alguien podría objetarme que el papel jugado por la centroizquierda en esta administración es prueba de lo contrario. Tras el plebiscito del 4-S, dicho sector estuvo dispuesto a echarse el gobierno al hombro y asumir los cargos difíciles. Eso no es falso, pero allí estriba precisamente la dificultad: jugar ese papel ha implicado pagar costos muy altos sin recibir los beneficios asociados. Dado que el progresismo nunca quiso fijar los límites de su apoyo al Presidente Boric (por ejemplo: nos hacemos cargo de la seguridad pero sin indultos), quedó a su entera merced.
El único ganador de la operación ha sido el propio Gabriel Boric, pues la centroizquierda nunca ha logrado salir de un estado de subordinación política y psicológica respecto del Frente Amplio (subordinación cuyos orígenes remontan al 2011). Sobra decir que, en política, toda subordinación se paga muy cara. Pero hay más. Un eventual regreso deMichelle Bachelet supone, inevitablemente, una reflexión sobre la experiencia de la Nueva Mayoría (NM), que fue constituida a su imagen y semejanza. La NM combinó la popularidad de Michelle Bachelet, las consignas del movimiento estudiantil y la inclusión del PC. Podría haber funcionado, pero la verdad es que esos elementos nuca fueron articulados conceptualmente: la popularidad de Bachelet permitía ocultar todos los ripios. De hecho, bajo su gobierno se aprobaron las reformas electoral, tributaria y educacional.
Las consecuencias son conocidas: extrema fragmentación parlamentaria, estancamiento económico y declive sostenido de la calidad en educación. ¿Estará dispuesta Michelle Bachelet a hacerse cargo de ese legado? Como si esto fuera poco, la NM también terminó en una debacle política que, supongo, nadie quisiera repetir.
Por lo demás, su popularidad no es la misma que en 2013, y hoy no es posible delegar la cuestión programática en un grupo de jóvenes de moda. ¿Es razonable pensar que la exmandataria podría ser creíble en materias de empleo, seguridad, economía y migración? ¿ Qué sentido tiene un eventual regreso sin un examen serio de su último período como mandataria?En estricto rigor, Bachelet encarna como nadie la dependencia respecto del Frente Amplio: nunca sintió orgullo por la obra de la Concertación.
Para decirlo en simple, ella está mucho más cerca de Gabriel Boric que de Ricardo Lagos o Patricio Aylwin. ¿Qué representa, entonces, Michelle Bachelet? ¿ Cuál sería el significado de su segundo regreso? Hoy por hoy, Michelle Bachelet solo encarna un vacío enorme que muchos quieren volver a ocultar, por temor, por falta de coraje, por comodidad o por todas las anteriores. La responsabilidad no le compete tanto a ella como a quienes se han negado sistemáticamente a formular preguntas tan indispensables como incómodas. Su regreso simboliza a la perfección la situación de un sector que no tiene nada que ofrecer porque hace muchos años que dejó de creer en sí mismo. Si la centroizquierda quiere volver a cerrar los ojos y taparse los oídos, con el objeto de postergar nuevamente cualquier atisbo de reflexión sobre su identidad, Michelle Bachelet es sin duda la candidata soñada. Sería la prueba final de que en ese mundo ya no queda vitalidad alguna. No hay peor ciego. nHay algo muy dañado en un sector que no es capaz de levantar candidaturas con peso específico, que puedan instalar temas en la discusión y mover la agenda. Un mundo sin candidatos es un mundo sin iniciativa, sin energía y, en definitiva, sin futuro. DANIEL MANSUY.