La mayoría de los migrantes latinoamericanos ya no va a Estados Unidos
La mayoría de los migrantes latinoamericanos ya no va a Estados Unidos The Economist:La delincuencia ha aumentado en Chileen los últimos años, y los políticos cul-pan a los migrantes. Esther Hernández huyó de Venezuela a Colombia en 2017 con su esposo, sus tres hijas y una máquina de coser. Su voz se quiebra al recordar cómo dormían en un refugio, cocinaban a fuego abierto y a veces pasaban hambre. Su esposo partió rumbo a Chile en 2018, desesperado por encontrar trabajo. Finalmente consiguió empleo en la construcción en Puerto Montt, a unos 8.000 km de distancia. Mientras tanto, Hernández levantó un negocio de costura. Ahorrando con esfuerzo y con un estatus migratorio regularizado en Colombia, la familia logró comprar un terreno en El Zulia, un pequeño pueblo cerca de la frontera venezolana. Ladrillo a ladrillo, construyó una casa. Ahora, tras seis años de separación, su esposo finalmente regresará. “Ahora soy zuliana”, sonríe. Si se escucha a los políticos estadounidenses, se podría pensar que todos los migrantes en América Latina se dirigen a Estados Unidos. En el pasado, la mayoría lo hacía, pero ya no es así. La familia Hernández, en lugar de aquellos que se marchan hacia el norte, es ahora representativa de los migrantes latinoamericanos. Entre 2015 y 2022, el número de migrantes intrarregionales en América Latina y el Caribe aumentó en casi 7 millones, alcanzando los 13 millones. En el mismo período, la cantidad de migrantes de la región que viven en Estados Unidos solo subió en 1 millón. La mayoría de estos migrantes son venezolanos que huyen de la dictadura y del colapso económico. Aproximadamente 8 millones de venezolanos viven fuera de su país, y el 85% de ellos se ha asentado en América Latina y el Caribe. A ellos se suman los nicaragüenses, que también escapan de una dictadura y suelendirigirse a Costa Rica. Los haitianos, que huyen del horror de un Estado controlado por pandillas, tienden a establecerse en América Latina y el Caribe, especialmente en República Dominicana y Chile. Con una frontera de 2.200 km con Venezuela, Colombia está en la primera línea de esta migración. Alrededor de 2,8 millones de venezolanos residen en el país, lo que equivale a una de cada 20 personas en Colombia. La nación ha sido notablemente acogedora. En 2017 lanzó el primero de una serie de programas que otorgaban a algunos venezolanos acceso a salud, educación y el derecho a trabajar por un período de dos años. En 2021 fue más allá, garantizando a losvenezolanos que habían llegado antes de febrero de ese año la mayoría de los derechos de los ciudadanos colombianos, incluso si ingresaron de manera irregular. Este programa durará una década y ofrece un camino hacia la residencia permanente y la ciudadanía. Casi 2 millones de venezolanos, incluida Hernández, ya han recibido su nueva cédula bajo este esquema. Hay otras 350.000 solicitudes en proceso. Esta cálida bienvenida se refleja en el Centro Abrazar, en Bogotá, un centro infantil y de apoyo a migrantes financiado por el gobierno de la ciudad.
Pocos días después de viajes largos y aterradores, decenas de niños venezolanos giran y cantan, usando bandas de papel decoradas con crayones con su palabra favorita sobre sí mismos (“feliz”, “hermoso”, “valiente”). El centro es gratuito, está abierto todos los días del año y, lo más importante, ayuda a los recién llegados a tramitar sus documentos y registrar a sus hijos en el sistema escolar de Bogotá. Un nativista podría esperar que una bienvenida tan generosa causara graves trastornos económicos. Sin embargo, los migrantes no aumentaron el de-ONIPZEUQSÁLEVDIVADtades de deportación. En Perú, el gobierno ha endurecido los requisitos para la regularización migratoria. En teoría, los niños migrantes pueden asistir a la escuela sin importar su estatus. En la práctica, la falta de documentos suele impedirlo. Brasil y Colombia siguen siendo relativamente generosos.
Carlos Fernando Galán, alcalde de Bogotá, dice que los líderes políticos tienen la responsabilidad de “asegurar que no haya más xenofobia, de mostrar los beneficios que la migración puede traer”. Sin embargo, las voces de rechazo son cada vez más fuertes. Casi el 70% de los colombianos cree que los migrantes aumentan la delincuencia.
Quizás por eso Gustavo Petro, Presidente de Colombia, ha tardado en lanzar nuevos programas de regularización para los venezolanos que han llegado recientemente. (No hace mucho, anunció un programa tan restrictivo que pocos podrán beneficiarse). “El gobierno central ha retrocedido”, lamenta Gaby Arellano, de la Fundación Juntos Podemos, una ONG que ayuda a los venezolanos. El régimen de Maduro en Venezuela se está tornando más despótico. Las llegadas a Colombia han aumentado desde julio de 2024, aunque las cifras oficiales son poco fiables. La frontera está plagada de “trochas” (pasos ilegales); en los cruces oficiales, muchas personas son dejadas pasar sin verificación de documentos. Algunos sostienen que la persistencia del régimen de Maduro tiene poco impacto en la migración. “Quienes vengan serán manejables”, dice Jorge Acevedo, alcalde de Cúcuta. Sus palabras reflejan el espíritu acogedor de Colombia, pero su ciudad también enfrenta una oleada de colombianos desplazados por la violencia en la cercana región del Catatumbo. Un mayor flujo de venezolanos podría colapsar un sistema ya sobrecargado. Sea quien sea el que migre, Colombia, Perú y la región no Estados Unidos volverán a sentir el mayor impacto. Artículo traducido del inglés por Economía y Negocios de “El Mercurio”. DERECHOSEXCLUSIVOSsempleo entre los trabajadores locales, ni siquiera en Colombia. Los salarios de los trabajadores menos calificados y del sector informal sí disminuyeron en Brasil, Colombia y Ecuador, pero la caída fue generalmente leve y temporal.
El FMI estima q u e, d e s d e 2017, los migrantes vene-zolanos han aumentado el crecimiento anual del PIB en un promedio de 0,1 puntos porcentuales en países receptores como Panamá y en 0,2 en Colombia, un impulso que se mantendrá hasta 2030. Los hospitales y las escuelas han sentido la presión, especialmente en Colombia. En 2019, el país gastó el 0,5% de su PIB en la atención a migrantes, según el FMI. Desde entonces, el gasto ha disminuido al 0,3% del PIB. El FMI sostiene que estos costos se equilibrarán con el tiempo gracias al aumento de la recaudación fiscal a medida que más migrantes ingresen al mercado laboral. La regularización rápida ayuda, ya que reduce los costossanitarios y aumenta los ingresos tributarios. Muchos latinoamericanos, especialmente en Chile, creen que los migrantes traen consigo delincuencia.
Un estudio de Nicolás Ajzenman, de la Universidad McGill, y otros coautores, que analizó datos entre 2008 y 2017, encontró que cuando la proporción de migrantes en unazona de Chile se duplica, la cantidad de personas que consideran que la delincuencia es su principal o segunda mayor preocupación aumenta en 19 puntos porcentuales, en comparación con el promedio nacional del 36%. Sin embargo, el estudio no halló impacto alguno en los niveles de criminalidad.
Colombia sí experimentó un aumento en los delitos violentos cerca de la frontera en 2016, cuando la migración estaba en su punto más alto, pero las víctimas solían ser venezolanas, lo que sugiere que los migrantes son quienes corren mayor riesgo. Aun así, la delincuencia ha aumentado en Chile en los últimos años, y los políticos culpan a losmigrantes. La llegada de haitianos negros también “desencadenó un racismo mucho más evidente”, señala Ignacio Eissmann, del Servicio Jesuita a Migrantes en Chile, una ONG. Las actitudes se están endureciendo en otros lugares.
Entre 2020 y 2023, la proporción de costarricenses que creen que los migrantes dañan al país aumentó en 15 puntos porcentuales, hasta un 65%. En Perú y Ecuador, cuatro de cada cinco personas piensan lo mismo. Los gobiernos que en su mayoría fueron inicialmente acogedores están alcanzando su límite. Desde 2018, Chile exige visa a los venezolanos y haitianos antes de ingresar. Perú y Ecuador comenzaron a pedir lo mismo a los venezolanos en 2019. Actualmente, es casi imposible para un venezolano obtener una visa en su país; después de que Nicolás Maduro robara las elecciones en julio, los tres países cerraron sus embajadas en Venezuela. El Presidente izquierdista de Chile, Gabriel Boric, afirma que el país no puede recibir más migrantes. La regularización se ha detenido y está impulsando ampliar las facul-. ¿Podrá la región hacer frente a una nueva ola? The Economist: s son venezolanos que huyen de la dictadura y del colapso económico.