Autor: DS POR ROBERTO AMPUERO ESCRITOR, EXCANCILLER, EXMINISTRO DE CULTURA Y EXEMBAJADOR EN ESPAÑA Y MÉXICO
Memorías sobre la osadía de volar
Memorías sobre la osadía de volar POR ROBERTO AMPUERO ESCRITOR, EXCANCILLER, EXMINISTRO DE CULTURA Y EXEMBAJADOR EN ESPAÑA Y MÉXICO EN ESPAÑA Y MÉXICO orprendenteelserhumano. S inteneralas, y desde tiempos inmemoriales, ha deseado volar comolos pájaros. Ahí está el mítico Ícaro, hijo de Dédalo, que construyó el laberinto de CnossosenCreta. Murió cuando, trasolvidarllaadvertencia del padre, volótanalto queelsol derri tiósusalas de cera. Y hay mássobreelser humano: sin tener agallas, le fascina sumergirse como pez en las aguas profundas en submarinos o con botellones de oxígenoala espalda. Ejemplos:el Capitán Nemo, de Julio Verne, en. lanovela "20.000 leguas de viaje submarino", y Antonio Seco(sic), unamigo querecorre el mundo parabucear. Sinser unanimalrápidocomoel guepardo, elserhumano acude al inmenso Salar de Bonneville, en Utah, EstadosUnidos, aromperlosrécords develocidad en cuanto bólido se construye. Y sin disponer dela vista nocturna de la lechuza, fotografiamosconstelacionesubicadas a millones de años luz. Y sin disponer del oído del lobo, logramos escuchar hasta la música que componen las plantas l crecer. Eneste sentidoel ser humanoes unexplorador sin freno, un inconformista de tomo y lomo, uninnovador irreverente yambiioso, alguienquenoconocelími tes. Y persiguiendo objetivosque agudizan sus sentidos, goza haciendorealidadsuafánirrefrenabledelibertad. Diría quecasitodo ser humano, con o sin saber lo queeslalibertad, la busca, ladisfruta y la ama, y esa búsqueda marcasu personalidad. Diría inluso que aunque nologre definir conceptualmentelalibertad, la captaa plenitudencuantolo despojandeella. Algo similar ocurre, porcierto, conel amor, cuyamagnitud completa comprendemos avecessólo cuando el seramado semarcha.
Mencionola libertad porque amenudo se discuteside verdad somos libresen lassociedades libres, y deallíse pasaa algo íntimo, si disfrutamos delibrealbedríoositodoestá determinado de antemanoy no hay modo de escaparalas leyes que impondría una concatenación de causas y efectos. El cristianismo, en cambio, parte de quesíexistelibre, bedrío, algo que expresan plá. camente Adán y Eva frente alárbol del conocimiento, ese queles permite discernir entre elbien y el mal, base de la libertad. Otras religiones creen que todo está ya escrito y que uno muere cuando lecorresponde morir y nuncaen lavíspera. Enelfatalismo, mivida yaestá esculpida y no hay nada que yo pueda modificar: Así se puedetolerarmejor los golpes de la existencia pues nuestra vida y sufin estarían trazadosen un texto de origen milenario.
Y todo esto me viene ala cabeza porque esta semana, a la misma hora en que las turbinas de un jet comercial nos elevaban rugiendo sobre los Andes nevados yel Pacífico casi celeste, otro avión de pasajeros, un ATR72500, caía cerca deSao Paulo y estallaba en llamas falleciendosus 62 pasajeros. ¿Estaba escritotodo aquello? ¿ No pudimos habersido nosotros los delaccidente y ellos losquese enteraran del nuestro? Menciono esta tragedia pues en nuestrasfamilias y amistadeshay varios fallecidosenaccidentes aéreos y automovilísticos. Gente reos y automovilísticos. Gente que un día salió de casa con una sonrisa y hasta luego, y nunca más volvió. Y también lo traigoa colación porquecuando conocía mi esposa, hace 35 años, estuvimosapunto de desplomamos en la pequeña avioneta en que volábamos de Ciudad de Guatemala laimponenteselva del Petén. La verdad es que tras despegar entramos de pronto en un banco de nubes gigantescas, ineludible, que resultó infinita y nos zarandeó y apresó sin compasión. Íbamos tresenla nave: el piloto, el copiloto (queera yo, aunqueno soy piloto) y mi señora. Las ráfagas de viento en esa macronubesin deslindeseranomnipotentes y parecían empeñadas enderribarnos. Y nose veía nada, comosinos hubiesen envuelto en. una frazada grisácea y ceñida. "Tan confundidos estábamos por las sacudidas, que no sabíamos si ascendíamoso bajábamos, si volábamos deforma horizontal ladeados. El motor de la avionetase volvió un ronroneo triste y casi inaudible ante el espeluznante ulular del viento que nos batuqueaba. El piloto, mudo y serio, lucía más inquieto que nosotros. Y de pronto vino lo peor. La nave cayó de golpe treinta o cincuenta metros en el vacío, crujió. entera, saltó unairritante alarma, y el motor apenas se escuchaba. Aunrecuerdo haber visto la cabeza del piloto pegada al techo porquenose había ajustado el cinturón. Yrecuerdo también quelovi caeralasiento yacomodarseallí y vi que corría sangre por surostro. Nos llegó el pihuelo, pensé mientras elviento continuabacolumpiándonos. Yaconlas manos sobre el timón, lo que poco cambiaba las cosas, el piloto empezó agolpearlos relojes del tablero. ¿Qué pasa?, le pregunté alarmado. Con la caída se nos pegaron lasagujas, gritó el piloto sin dejar de golpear las esferas. Ahora sí, sinaltímetro ni brájula, sisaber hacia dónde debíamos volar, me convencí de que había que morir con dignidad. ¿Ves por tu ladolacúspidede una pirámide maya?, me gritó el piloto. Yo no veía nada. Sólosentíalas manos de Ana Lucrecia aferrándoseamicuello perolaavioneta, a merced del despiadado bamboleo, era una cáscara de nuezenvuelta en la frazada. Sila ves, me avisas, repuso el piloto, untándose la sangre con lamanga dela camisa. Avísame porque sólo por ellameoriento. 'Comencéa pedirle ayudaen silencioaChaac, dios maya delos relámpagos y la luvia, pero me pareció queno meescuchabadebidoalatempestado aqueyoera chileno. Y cuandolasituación de emergencia se volvía eterna, y másenervantesetomaballaalarma, el piloto exclamó: ¡ All, la pirámide! Y ahíestaba. Apenas un pequeño triángulo de piedra flo tando enlanube, siniestraantesa: la de la muerte. Y en maniobra suicida pues nada veíamos, el pi volar lotoinclinólanarizdelanaveyse lanzó en picada. Impactaremos abajo, pensé, pero todo serárápido. Sinembargo de pronto, por artedemagia, lanube abrióunintersticio que nos permitió divisar tuna angosta pista de aterrizaje de tierra en medio dela selvaintrincada, y logramos aterrizar. Abajo todo eracalma y paz. Tal vez ya estamos muertos, me dije. Como no era nuestro destino final, reanudamos al rato el vuelo con la asistencia de un estadounidense apunto de obtenerlicenciadept Joto, y llegamos Flores. Recorrimos varios días el asombroso centro ceremonial Tikal, donde agradecía Chaac, y volvimos a Ciudad de Guatemala en aerolínea comercial. En la pausa que hicimos en laselva, el experimentado piloto nos habló del peligrosositio dondenos habíaatrapadola diabólica nube. Ana Lucrecia constató consternada que era el mismo donde decenios antes había cafdo su padre piloteando su avioneta. Menos de un año después denuestro accidentado vuelo, el piloto quesangraba tuvo unaterrizaje de emergencia enuunlago al mando de una nave con diez franceses, todosilesos. Y elestadounidense que soñaba conobtener su licencia, murió practicando lapasión desu vida bajolos cielos delabella Guatemala. Poco después mi cuñado dejabatambién devolar. 6.