TRES SENDEROS A LA DERECHA
TRES SENDEROS A LA DERECHA Tuve un sueño político y por eso lo cuento, ya que no es personal y me gustaría desentrañar su significado.
Soy un caminante por un paisaje de lomas suaves, detenido y desconcertado frente a una encrucijada de tres senderos: uno a la derecha, otro más a la derecha y un tercero todavía más a la derecha. Me turba la noción espacial y en ese instante me miro a mí mismo. Visto una calza rota y un tabardo gastado que alguna vez fue de un caballero que lo dio de baja por roído. De calzado alpargatas y al cinto un laúd de cuello corto y cuerdas rotas. Era la época medieval y yo, un caminante, quizás un musiquillo de poca estampa, pero puede que el laúd sea robado, teóricamente hablando. Soy del pueblo llano. Frente a cada sendero, un personaje del período histórico y los tres vestidos al uso de los tiempos. Eran cuadros vivientes y ninguno me dirigió la palabra. En el sendero de la derecha, una señora luce una pesada estola, según el traje venido de la antigua Roma. Pedrería de joyas verdaderas y otras con aspecto falso. La noto incómoda, no sé si será por los zapatos de cáñamo, sin duda de número estrecho, o quizás el corsé le ocasiona mal humor, y por eso no se ve natural. No la dejan ser, y para eso el apriete y rigidez de la prenda femenina de cuero y hueso. Lo otro que le disgusta es un peinado por compromiso y obligado: tocado alto corniforme coronado por tira cilíndrica. Hasta un punto se puede, después de eso, nadie puede. En el sendero más a la derecha, un joven de cierta edad luce una orgullosa cabellera negra y trenzada. Camisa blanca y jubón estrecho, que algo disimulan el porte y los muslos cortos. Se ve enojado y los colores adamascados y alegres del conjunto no calzan con lo que parece un joven iracundo, aunque joven no es. Tampoco cuadra el uso de la polaina que deja libre el dedo gordo del pie, cuando por lo alto se lleva un pesado almófar, esa capucha de malla metálica para la refriega cuerpo a cuerpo. En fin: nadie va al combate vestido de tal forma. En el sendero todavía más a la derecha, distingo a un monje vestido con cogulla marrón oscuro, vale decir, con túnica y capuchón de gruesa lana. No sé el año ni el día, pero es un día caluroso en la Edad Media.
Veo que porta sandalias cerradas atadas con piel animal, y al cinto, un cordón blanco, pero también marrón, por el uso y el poco aseo, como es costumbre en la época; para muestra, un botón: Isabel la Católica se bañó dos veces en su vida, cuando nació y antes de casarse. La noción espacial son tres senderos a la derecha, y antes de elegir o irme de lado, no sé de dónde sale un grupo de escapistas, malabaristas, contorsionistas y acróbatas. Son mi familia y conozco a tres de ellos. Son mis expertos académicos favoritos. Ellos resuelven los caminos políticos, les dan vuelta y lado, los iluminan y enfilan. Devuelven la llamada, no se niegan nunca y siempre encuentran tiempo. Me abrazan Marco Moreno, de la escuela de gobierno de la Universidad Central; Kenneth Bunker, de la escuela de gobierno de la Universidad San Sebastián, y Mauricio Morales, de la UTalca, Campus Santiago. Necesito salir de la encrucijada y seguir mi camino. En ese momento, desperté. Por Liberty Valance PERDONE LO POCO FRANCISC O J A VIER OLEA. - - -