El Arte Mestizo llega a El Prado
El Arte Mestizo llega a El Prado GE OP O É TIC A_ El Arte Mestizo llega a El Prado El gran museo español siempre tuvo obras de arte virreinal, pero sólo en estos últimos años se está reconociendo que, con el Barroco Americano, apareció el arte del Nuevo Mundo.
Por_ Miguel Laborde El El Prado comenzó a reflejar el auge del arte virreinal en 2022, con una exposición llamada «Tornaviaje, arte iberoamericano iberoamericano en España», la que hizo visible algo que ya sucedía entre coleccionistas; su precio venía subiendo. Hasta entonces, entonces, se consideraba que sus obras intentaban replicar, sin lograrlo, la maestría de los artistas europeos. Un arte que, por lo demás, tendría un interés limitado; casi por completo de temas religiosos. Era un desprecio, o indiferencia, que tenía su origen en el siglo XIX, cuando la anglofilia y los afrancesados de América Latina le dieron la espalda a España y al mundo colonial. Para algunos artistas artistas e intelectuales locales, era un recuerdo de cuando los Conquistadores Conquistadores españoles habían impuesto, o forzado, la religión católica, luego de destruir los templos indígenas y sus esculturas. Un mal recuerdo. Pero, después se aprendió a mirar con otros ojos. Otra inmortalidad El siglo XXI, más rico en estudios antropológicos que los anteriores, ha hecho aparecer otra realidad. Los indígenas eran pueblos sofisticados y frente a la religión de los españoles habían reaccionado a su manera. Unos pocos miles de misioneros no habían “forzado” a millones de indígenas a volverse cristianos, eran los indígenas sujetos capaces de pensar y decidir, los que habían optado, en su mayoría, por los valores cristianos. Otros, por lo demás, siguieron fieles a sus creencias. Las razones habían sido varias. La principal, es que los indígenas no tenían “una religión única y verdadera”. Como los romanos, sumaban nuevos dioses de manera natural; su panteón era flexible y abierto. No optaban por el Cristianismo renegando de los dioses dioses antiguos, sólo se abrían a conocer los dioses nuevos. Por lo demás, su concepción de la Historia era cíclica. Cada cierto cierto tiempo moría un mundo y comenzaba otro, con otros dioses. La Conquista no era un antes y un después, sólo inauguraba un tiempo diferente, el que moriría para dar paso a otro. En tercer lugar, su panteón era dinámico. Si los Conquistadores habían logrado imponerse, debía ser porque sus dioses eran más poderosos. Por lo tanto, había que estar en buenas relaciones con las deidades triunfantes. Incluso, los nuevos no demandaban sacrificios humanos, como varios de los locales.
Ya son varios años de esfuerzos por descolonizar los museos, por asumir los abusos y arrogancias europeos en los territorios conquistados, y eso mismo ha incentivado a comprender mejor las culturas originarias de América, o tribales de Africa. Es una tendencia que ha permitido mirar con ojos diferentes las obras de arte indígenas o mestizas, negras o mulatas, en tanto expresivas de cosmovisiones distintas a la europea occidental. La exposición del Museo Reina Sofía el año 2010, «Principio Potosí», tuvo esa misma orientación. El que el sur de Estados Unidos haya reconocido, finalmente, que durante siglos fue hispano, también dio origen a varias muestras virreinales en estos últimos años. Madre de dioses La nueva de El Prado en preparación, todavía sin fecha inaugural inaugural estará dedicada a la Virgen de Guadalupe “Madre de América”, lo que no es casual. Se refiere a un indígena mexicano que informó de cuatro apariciones de la Virgen María en el Cerro del Tepeyac, a seis kilómetros del centro de Ciudad de México. Es un lugar único, en la ribera del Lago de Texcoco, donde estaba el mayor santuario precolombino de la región.
En ese lugar se veneraba a Tonantzin, la “madre venerable”; a Coatlicue, diosa de la fertilidad; a Tocih, madre de los dioses, de la maternidad y de las hierbas medicinales... A veces, Tonantzin era considerada la madre del gran dios mayor, Quetzalcoátl, y en otras su esposa. También se le relaciona a Citlalicue, Citlalicue, diosa de la Vía Láctea, señora de las estrellas.
Se llegaba en peregrinaje desde lejos, y siguieron haciéndolo cuando el templo fue destruido por los españoles, y se levantó el de la Virgen de Guadalupe, una simple ermita a la que siguieron visitando los indígenas. Más tarde, tras ampliarse, escribió fray «Las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe», Juan Patricio Morlete Ruiz, Museo Catedral de Santiago de Compostela. Foto © Museo Nacional del Prado.
El Arte Mestizo llega a El Prado Bernardino de Sahagún: “Ahora que está edificada la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, también la llaman Tonantzin, tomando ocasión de los predicadores que también la llaman Tonantzin”. El culto a Tonantzin-Guadalupe sigue vivo, para cristiano y para los seguidores de las antiguas religiones. Esta ftisión, precisamente, precisamente, es la que abra en arte virreinal.
Aunque el siglo XVI fije de dolor por la Conquista, como gran parte del XVII, a fines de este último comenzó a brotar un Arte Barroco en el cual aparecen unidos los elementos cristianos y originarios.
La madre de los dioses locales, a la que se veneraba asociada al sol, la luna y las estrellas, ahora era una Guadalupe pintada sobre un cielo azul en el que aparecían, de nuevo, el sol, la luna y las estrellas. Pertenece la Guadalupe al corazón del espíritu mexicano, y estuvo presente en la Independencia, tal como en la Reforma Reforma cuando se distancia el Estado de la Iglesia Católica, y la Revolución. Entre los patriotas, la secreta sociedad de los Guadalupes fue precursora en la difusión de las ideas liberales, bajo ese nombre que, consideraron, era el mejor símbolo de la unidad de indígenas, criollos y mestizos. Al comenzar comenzar las batallas, el estandarte de la Guadalupe los distinguió. Manuel Félix Fernández, que llegaría a ser el primer Presidente, al lograrse el triunfo cambió su nombre; desde entonces se llamó Guadalupe Victoria. No hace mucho, el año 2000, el Presidente electo, Vicente Fox, levantó su estandarte y visitó la Basílica de la Guadalupe. Bien por El Prado. Mientras los Presidentes de México y el Rey de España no logran comunicarse, el museo ha tendido un puente que apunta a lo profl. indo.
Y es que, como escribiera Octavio Paz, “la creación más compleja y singular de Nueva España no fue individual sino colectiva y no pertenece al orden artístico sino al religioso: el culto a la Virgen de Guadalupe”. Y, agrega el Premio Nobel, con su pluma incomparable: “Madre de dioses y de hombres hombres (no cualquier diosa), de astros y hormigas, hormigas, del maíz y del maguey; Tonantzinl Guadalupe fue la respuesta de la imaginación imaginación a la situación de orfandad en que dejó a los indios la Conquista. Exterminados sus sacerdotes y destruidos sus ídolos, cortados sus lazos con el pasado y con el mundo sobrenatural, los indios se refugiaron en las faldas de TonantzinlGuadalupe: faldas de madre-montaña, faldas de madre-agua. La situación ambigua de Nueva España produjo una reacción semejante: los criollos buscaron en las entrañas de TonantzinJGuadalupe a su verdadera madre.
Una madre natural y sobrenatural, hecha de tierra americana y teología europea”. El símbolo más poderoso de la fusión mestiza entra así, al fin, al museo mayor de los Conquistadores. lf Miguel Laborde es Director del Centro de Estudios Geopoéticos de Chile, director de la Revista Universitaria de la UC, profesor de Ciudad y Territorio en la UDR socio honorario Sociedad Chilena de Historia y Geografía, miembro honorario del Colegio de Arquitectos, además de autor de varios libros sobre historia, arte y cultura en Chile. Imagen de la sala de la exposición «Tornaviaje. Arte Iberoamericano en España». Foto © Museo Nacional del Prado. La nueva de El Prado en preparación, todavía sin fecha inaugural estará dedicada a la Virgen de Guadalupe “Madre de América”, lo que no es casual. Se refiere a un indígena mexicano que informó de cuatro apariciones de la Virgen María en el Cerro del Tepeyac, a seis kilómetros del centro de Ciudad de México. 33.