Notre Dame, orgullo de Francia
Uatro años y medio después del devastador incendio de abril de 2019, la Catedral de Notre Dame volvió a abrir sus puertas al mundo, cinco meses antes del plazo que el presidente francés, Emmanuel Macron, había comprometido para restaurarla. El templo, que el papa Alejandro III comenzó a construir en 1163 y que fue inaugurado por primera vezen 1345, ha sido protagonista de la historia de la capital francesa y de todo el país.
Ubicado en el centro de la lle de la Cité, en medio del Sena, fue escenario de la coronación de Napoleón Bonaparte en 1804, de la beatificación de Juana de Arco en 1909 y los festejos de la Liberación de París en 1944, entre otros hitos que han dado forma al espíritu galo.
Al momento del incendio —que consumió el techo y otras estructuras de manera, y derribó la aguja Notre Dame era el monumento más popular de Francia, con 14 millones de visitantes anuales, por delante de la Torre Eiffel, el Museo del Louvre y el palacio de Versalles. Los devastadores efectos del fuego motivaron una inédita movilización, que se tradujo en donaciones por 840 millones de dólares, provenientes de 150 países, para financiar la reconstrucción. “Haber planteado la reconstrucción como un desafío nacional, y cumplirla en el plazo prometido, podría dar a Macron un nuevo aire”. Francia ha sido denominada, desde el siglo V, como «hija primogénita» de la Iglesia.
Pero el porcentaje de quienes se declaran católicos ha caído desde 85% en 1962 a sólo el 29% en la actualidad, y no sólo por el auge del islam; más de la mitad de los franceses declara no tener religión. Tal vez por lo mismo, la reapertura de Norte Dame fue mucho más que un acto puramente litúrgico.
La ceremonia, a la que acudieron más de 30 gobernantes y representantes de todo el mundo, incluido el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, fue también una reafirmación política del propio Macron, atrapado en una crisis de gobierno de difícil escapatoria. Y, al mismo tiempo, una manifestación de orgullo nacional y grandeur, aquel espíritu de esplendor y magnificencia que Francia, pese a sus problemas, todavía intenta el resto del planeta. “Hemos venido aquí para expresar la gratitud de la nación a todos aquellos que salvaron a Notre Dame de París”, así como. A “todos los presentes en el momento en que nos aprestamos a devolverla a los cató: licos, a París, a Francia y al mundo”, dijo Macron en su discurso.
Un lugar central en la ceremonia del sábado estuvo destinado a los bomberos que combatieron el incendio —y lograron evitar que las 16 campanas cayeran, derrumbando todo el edificio—, y alos más de dos mil trabajadores que participaron en la restauración.
“La catedral es una metáfora feliz de lo que debe ser una nación y el mundo, Notre Dame nos dice que nuestros sueños, incluso los más audaces, solo son posibles gracias a la voluntad de cada uno y el compromiso de todos”, agregó el mandatario francés, en un discurso dirigido tanto a la clase política de su país como a los gobernantes extranjeros. Haber planteado la reconstrucción como un desafío nacional, y cumplir en el plazo prometido, podría dar a Macron un nuevo aire, al menos simbólico, en medio de una política fracturada y una economía en crisis. Reconstruir la política francesa y las estructuras de la Quinta República, sin embargo, parece ser una tarea mucho más difícil.