Autor: MARÍA SOLEDAD RAMÍREZ R.
La artesanía tiene sus maestros
El Ministerio de las Culturas entregó el Premio Maestra y Maestro Artesana 2024, sumando tres nuevos nombres a los 16 que ya han recibido este reconocimiento que se otorga en tres categorías: Tradicional, Contemporáneo y Aprendiz.
ROBERTO ALLENDE: ARTESANO APRENDIZ 30 km de Angol, en el sector de Chanleo, en el Parque Nacional de Nahuelbuta, Roberto Allende (34 años) tiene su casa, un domo autoconstruido, y su taller, también construido por él, con maderas recicladas y paredes de barro. En esa conexión con la naturaleza, en armonía con su entorno, trabaja este luthier premiado como Artesano Aprendiz. De familia ligada a la construcción, Allende siempre vio trabajar a su padre y aunque pensó estudiar Arquitectura, no pudo por razones económicas. Entonces, cuenta, la madera salió a su encuentro.
Cuando tenía 22 años conoció a personas que le prestaron herramientas para hacer algunos objetos —una cuchara y un tenedor— y luego, uno de ellos, el artesano Nahual Arenas, le ayudó a comprar sus primeras gubias al maestro Eugenio Calderón, uno de los más reconocidos del mercado. Así hizo sus primeras piezas de artesano. Pero a los 24 años tuvo otro encuentro, esta vez con el maestro Juan Humberto Benavides, de quien aprendió a hacer una guitarra y con eso le bastó para continuar el oficio. Ahora hace guitarrones chilenos, cuatros, charangos y, ahora último, rabeles chilenos. Cuenta que obtiene sus maderas del descarte de mueblistas, reutiliza las ya usadas y busca en el bosque vecino.
“Ultimamente estoy haciendo charlas en colegios, liceos, centros culturales”, cuenta, y su objetivo "es poder hacer una escuela de luthería en Angol”. Para él, la artesanía tiene un desafío: lograr que sea vista como un trabajo cultural y no solo comercial.
VERÓNICA CURRIVIL: MAESTRA CONTEMPORÁNEA Tenía 11 años cuando hizo su primera prenda, una bajada de cama, y fue a Temuco a venderla. "Ahí entendí que tenía que hacer un negocio, guardar una cantidad para poder seguir viajando y no gastarme toda la plata”, recuerda la artesana Verónica Currivil (55 años) sobre sus inicios, siguiendo el legado de su abuela y su madre, ambas tejedoras mapuches que le enseñaron su oficio. "Al principio fue una necesidad económica de la familia, pero con el tiempo entendí lo que significaban los diseños para mi abuela y mi mamá. Eso me fue encantando e hizo que quisiera mantenerlo en el tiempo y transmitiéndolo, igual como lo hacían ellas”, agrega. Con el premio Maestra y Maestro Artesano en la categoría Contemporáneo, Currivil recibirá dos millones 500 mil pesos, además de un diploma.
En su categoría, se busca un artesano que "cuente con una proposición creativa vinculada a la innovación relacionada con el uso del material, el diseño y/o el proceso de producción vinculado a nuevos lenguajes”. La artesana maneja todo el proceso, desde criar las ovejas, hacer la esquila, lavar la lana, teñirla y tejerla. Ahora hace prendas de vestir, en las que innova en los diseños, el color y en el uso de los hilos. "La técnica de lo que yo hago es lo que se mantiene. Pero la forma, el diseño, es lo que uno crea”, explica. Tiene diseños, por ejemplo, con el copihue, y suma a su lana de oveja nuevas fibras como lana merino, de alpaca o algodón.
De hecho, su ruana Folil Kozktlla obtuvo el Sello de Excelencia a la Artesanía 2024 y está inspirada en los copihues, "y habla también de que yo como artesana siempre estoy preocupada de cuidar el medio ambiente y preocupada de que el textil me permita expresar lo que hay acá en la naturaleza”. Verónica Currivil vive en el campo, a unos 18 km de Nueva Imperial.
Tiene el taller Legado Currivil con su hija, que ha seguido sus enseñanzas, y es cofundadora junto a Jasmine Etoile Aarons de la empresa de diseño de vestuario VOZ, que vende las prendas creadas por mujeres mapuches. Adriana Tureuna estará en Isla de Maipo a fines de agosto, en el Festival de la Lana, Hilos y Otras Hebras. ADRIANA TUREUNA: MAESTRA TRADICIONAL En su Quemchi natal, Adriana Tureuna (66 años) veía trabajar a su mamá y a sus abuelitas-vecinas, como las llama, a las que quiere como si fueran de sangre.
De ellas aprendió el oficio de tejer en quelgo, es decir, la cultura que incluye criar las ovejas, esquilarlas, lavar y teñir la lana y luego tejer en el quelgo, el telar que se pone de manera horizontal sobre el piso y permite hacer frazadas y alfombras grandes. Tureuna no salió de su localidad para ir a estudiar la enseñanza media, sino que se mantuvo junto al telar, el que ya le daba satisfacciones. Con eso, dice orgullosa, pudo mantener a su familia y educar a sus tres hijos, hoy todos profesionales, luego de que enviudó.
Su aprendizaje no se ha quedado solo con ella. "Me fui a trabajar a Cema Chile y como vieron que yo sabía harto, me pusieron de jefa de taller y después me mandaron a Ancud a perfeccionarme, a hacer un curso de monitora.
Por eso mi vida ha sido dedicarme a enseñar, a transmitir este oficio para que no se pierda, enseñar todo, desde que sale la lanita sucia de la ovejita hasta llegar al telar”, relata la artesana. Después de impartir algún curso —y escuchar a sus alumnas, porque también tiene de psicóloga su tarea—, regresa a su casa cerca del mar en Quemchi y teje un poco, para relajarse, cuenta riéndose. “Soy orgullosa de ser artesana”, dice, y agrega que con este reconocimiento también estarán felices su madre, aún viva, y sus vecinas, a quienes les dedica el premio.