Autor: JoséIgnacio Martínez Estay
Columnas de Opinión: Crisis demográfica, bien común y políticas públicas
Columnas de Opinión: Crisis demográfica, bien común y políticas públicas Oo Columna llamaba la cultura del descarte, deaquella que “en basea criterios utilitarios y funcionales”, vinculados “ala lógica del beneficio, la eficienciao el éxito”, determina “cuándo una vida tiene valor y vale la pena vivirla” (discurso ante la Asamblea Plenaria de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, 11 de abril de 2024). Desde estaperspectiva, la elaboración de políticas públicas idóneas para afrontar loscambios demográficosrequiere abandonar ideologías y visiones individualistas y utilitaristas, que debilitan la dignidad humana y obstaculizan el desarrollo de una solidaridad intergeneracional. Por eso resulta preocupantelainiciativa del gobierno que propone la aprobación de una legislación de aborto libre. Se trata de un proyecto deley que noestá dentro delas preocupaciones ciudadanas, y que probablemente no será aprobado, por carecer de lasmayorías necesariasenel Congreso.
El problema está en el trasfondo de esta propuesta legislativa, que parece responder a un individualismo que dificulta conectar con una realidad que demanda buenas políticas públicas que apoyen la maternidad y paternidad, que ayuden arevertirla actual tasa de fecundidad, a afrontar el envejecimiento poblacional, y, de paso, aempatizar con toda vida humana. Países como Corea del Sur, Suecia, Noruega, Finlandia y Hungría hanimplementado diversas medidas destinadas fomentar la natalidad, que pueden servir de modelo para el diseño de nuestras propiaspolíticas en la materia. Pero no nos engañemos.
Ninguna de ellas producirá los efectos buscadossi, a la vez, no vanacompañadas deotras que permitan enfrentar ese profundo individualismo que dificultalaconexión con el bien común y con el valorintrínseco de toda vida humana. eacuerdo alos más recientes datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la esperanza estimada de vida en 2024 fue de 81,6 años, más o menos similar alos 81,36 años que señaló un estudio del World Population Review. Se trata sin duda de datos alentadores, que nos ponena la cabeza del continente en expectativas de vida al nacer, sólo por detrás de Canadá. Elproblemaes que, comocontrapartida, en 2023 nuestra tasa global de fecundidad llegó a unalarmantel, 16 hijos pormujer, lo quesitúa a Chileentrelos paísescon tasas de fecundidad másbajas del mundo.
Estos indicadores dan cuenta de un proceso deenvejecimiento poblacional, que según estimaciones del INE se traducirá en que a2050 al menos un tercio de los chilenos tendrá más de sesenta años, yla población en edad de trabajar será aproximadamente desólo un 61%. Esos datos implican un enorme desafío, debido a las consecuencias que pueden producir dichos procesos enla vida económica del país, y, en último término, en el bienestar detodaslas personas.
De ahíla importancia de alcanzar acuerdos para enfrentar la crisis demográfica mediante políticas públicas de apoyo a lamaternidad, y que ofrezcan sistemas de salud y de previsión acordes a losexitosos datos de esperanza esta tarea devida. Paraafrontar político debe dejar de el ladolasrigideces ideológicas, y asumir con plena responsabilidadeldeber del Estado depromoverel bien común. Éste no consiste en una especie de perposición deinteresesindi duales o de grupos determinados, sino que se relaciona más bien con las condiciones que permiten el mayor y mejor desarrollo posible delas personas y delasociedad. En tal sentido, el bien común se sitúa en el polo opuesto de lo que el Papa Francisco *profesor de Derecho Constitucional y Administrativo Investigador de Polis, Observatorio Constitucional de la Universidad de los Andes.