Palabras al cierre DE UNA FAMILIA DE HUACHIPATO
Palabras al cierre DE UNA FAMILIA DE HUACHIPATO “Fue duro el golpe, porque nos avisaron de un día para otro. Llevábamos tantos años ya así, que era como parte de la rutina estar mal”, dice Patricio Caamaño. En la foto, con su hermana Solange. Él entró a la empresa en 2007 y ella, en 2008. “Uno a veces pierde la noción del tiem-como supervisor del área de laminado de barras él veía las solicitudes que llegaban cuando retornaron a las faenas.
A diferencia de lo que pasaba antes, cuando reanudamos los pedidos ya no iban dirigidos a un cliente, sino que eran “estimaciones de ventas” teníamos un montón de pedidos que eran puras “estimaciones de ventas” confidencia. Ahí yo me dije: “No, con esta cuestión no vamos a poder continuar”. Los Caamaño Alfaron llevan más de cinco décadas ligados a la empresa siderúrgica Huachipato.
Hoy que la compañía está en pleno proceso de cierre, Patricio ya fue desafectado, mientras su hermana Solange, la única dirigenta sindical de la acerera, vive sus últimos días como contratada por la firma de Talcahuano a la que sus padres llegaron de Santiago buscando una oportunidad y que está a punto de convertirse en historia.
“Aquí vivimos una etapa muy bonita”, dice su madre, a punto de cumplir 80 años, sentada en el living de una de las casas que la empresa construyó para los que alguna vez fueron sus miles de trabajadores. POR LEO RIQUELMEpo”, dice Solange Caamaño. Es miércoles de esta semana y acaba de compartir por WhatsApp el link de una entrevista que ofreció el 7 de agosto al canal TVU de Concepción. En ella, la secretaria del sindicato número 2 de Huachipato confirmaba que los máximos ejecutivos de la compañía siderúrgica les habían informado que la planta ahora sí cerraba. Pese a que han pasado más de dos meses de ese anuncio, asegura que el hecho le sigue sonando como si hubiera ocurrido ayer.
Pocos días antes, a través de una videollamada y sentada junto a su hermano Patricio, la funcionaria del departamento de contabilidad de la empresa había estado recordando los meses de marchas y gestiones ante las autoridades regionales y nacionales para conseguir que se impulsara una salvaguardia que protegiera la producción local frente a la competencia del acero chino importado.
El movimiento se activó el 20 de marzo, cuando los trabajadores se enteraron por una declaración pública que la empresa cesaría sus funciones acusando que con el nivel de subsidios fiscales que tenían los productos originados en China era imposible competir en igualdad de condiciones.
De acuerdo a sus representantes, si se les imponía una sobretasa, podrían garantizar la continuidad de las operaciones de la planta inaugurada en 1950 en Talcahuano al alero de la entonces estatal Compañía de Acero del Pacífico (CAP) y mantener a sus 2 mil trabajadores contratados, que ascienden a 20 mil a través del empleo indirecto que generaba esta faena en el principal polo industrial de la cuenca del Biobío. El discurso permeó a la comunidad y las manifestaciones de apoyo fueron masivas, transversales y cotidianas. Como pocas veces ocurre, el Gobierno y la oposición se unieron detrás de un mismo objetivo.
Pero lo que más marcó a Solange fue lo que dijo una adulta mayor al final de una larga caminata por Talcahuano, cuando los dirigentes abrieron los micrófonos para que la comunidad expresara lo que sentía.
La vecina contó que en la empresa había trabajado su abuelo, su marido, su hijo y que siempre tuvo la tranquilidad de que su familia, sus nietos y sus siguientes generaciones nunca iban a pasar hambre ni iban a estar en riesgo económico porque siempre iba a estar Huachipato apoyándolos relata la dirigenta.
Ahí la señora se puso a llorar y preguntó: “¿ Qué vamos a hacer ahora?¿ Dónde van a trabajar nuestros hijos? ¿ Quién les va a pagar los estudios en la universidad?”. Solange explica que para muchos vecinos, sobre todo los de antaño, Huachipato era como la figura de un “padre” que velaba por su gente y por eso, cuando la Comisión Antidistorsiones aprobó la sobretasa provisoria de 24,5% para las barras de acero y de 33,5% para las bolas de molienda, cuenta que respiró aliviada y creyó que efectivamente la viabilidad de la compañía y sus trabajadores estaba garantizada.
A su lado, su hermano Patricio menea la cabeza y explica queDespués de casi dos semanas con dolores estomacales y a los huesos, dado un principio de artritis que le aqueja, Eva Alfaro, de 79 años, se ha levantado de su cama por un rato para atender a su hija Solange, que la pasó a visitar. Ambas conversan en el living de una casa de dos pisos, con muchas plantas y fachada verde, desde donde se aprecia el cerro Macera, una postal típica del sector Las Higueras de Talcahuano.
El hogar es parte de la Villa Las Araucarias, aunque en la zona todos la conocen como la Huachicoop, uno de los últimos conjuntos habitacionales que construyó para sus trabajadores en los 80 la cooperativa vinculada a la siderúrgica. “Aquí vivimos una etapa muy bonita”, resume la dueña de casa. Eva es de Ovalle y conoció a Héctor Caamaño Sobarzo a mediados de los 60, cuando ambos eran unos veinteañeros y vivían en Santiago. Tras desempeñarse en varios empleos en la capital, el marido quedó cesante y en 1973 le surgió la posibilidad de volver al Biobío, de donde era su familia, para entrar a trabajar en Huachipato. Entonces ya tenían dos niños de 5 y 2 años. Era una gran oportunidad para salir adelante con los hijos dice Eva. La realidad económica en esos años era compleja, así es que esto vino a darnos un respiro para poder tener un futuro más estable. Los Caamaño Sobarzo aún guardan el contrato firmado por Héctor. Es un papel amarillento, que data del 19 de enero de 1973 y que señala que el obrero se desempeñaría como jornalero de reemplazo del departamento de Tráfico y Muelle de la acerera estatal. En un inicio, Héctor se trasladó solo a Talcahuano y al cabo de un año lo siguió su familia. Ese tipo de migración por razones laborales era tan común en esa época que las empresas solían construirles casas a sus trabajadores para que se asentaran. En este caso, al alero de esos proyectos residenciales se instalaron los Bomberos, una radio, colegios, centros culturales y hasta el club deportivo Huachipato, que aún mantiene su estadio en el sector.
Solange y su hermano Patricio se miran y ríen cuando recuerdan que esos pasajes pasaban repletos de niños jugando día y noche, que eran compañeros de curso, de deportes y de las murgas que organizaba la empresa junto a sus trabajadores, incluyendo gigantescos montajes teatrales en Navidad que se desplegaban por todo lo extenso del estadio. En una oportunidad se hizo El Flautista de Hamelin y las ratitas éramos todos los niños de los trabajadores, que también actuaban. Las murgas se preparaban dentro de la compañía y hacían un esfuerzo nivel Dios con los carros alegóricos que ellos mismos construían, todo culminado con muchísimos fuegos artificiales en el cielo rememora entusiasmada Solange. Era un espectáculo maravilloso. Su padre Héctor participaba además activamente en el clubEl jefe me dijo: Pucha, sabes que lo lamento, Pato, pero estás en el listado.
Yo le respondí: Tranquilo, viejo, si yo me voy hoy y en 15 días más te vas tú y nos vamos todos, así que tranquilo”. deportivo Viejos Cracks de Huachipato, que recorría el país jugando fútbol a nombre de la empresa.
Sus hijos cuentan que en un minuto él sintió cargo de conciencia por el tiempo de ausencia del hogar por irse a jugar a la pelota, así que habló con la empresa y esta accedió a arrendarles buses para llevar también a sus familias en esos viajes, lo que les salía barato y era descontado además en cuotas y por planilla. Eran viajes familiares muy divertidos, en donde comenzamos a conocernos más entre los vecinos, a apoyarnos y a generar lazos sólidos de amistad. Y los lugares Héctor ya los conocía, porque ya había estado en ellos con los Viejos Cracks de Huachipato antes, entonces cuando llegábamos era bien atendido. Además, él hacía de guía turístico porque conocía muchos lugares comenta su esposa. Nos reíamos mucho, cantábamos y compartíamos harto, los niños jugaban todo el día fue un lindo tiempo de unión. A medida que los niños huachipatinos crecían era normal también que trabajaran en la misma empresa e incluso una política común era que cuando un padre se retiraba le cedía su lugar al hijo mayor. Eso no fue el caso de los Caamaño Alfaro, aunque dos de ellos sí hicieron su práctica en la compañía. Fue en los 90, cuando la siderúrgica ya estaba privatizada e iniciaba un proceso de reestructuración. “Ahí empezaron a reducir los costos y a eliminar de a poco todas las actividades”, se lamenta Solange. Héctor jubiló de Huachipato de forma anticipada en 2001. Sus familiares cuentan que lo hizo porque estaba aquejado de múltiples problemas de salud, con afecciones al estómago, la espalda, la visión y las rodillas. Entre los funcionarios se hacen bromas sobre lo difícil que resultaba para muchos dejar la empresa. Algunos extrañaban tanto la rutina diaria que hasta se iban a sentar al paradero para ver pasar los buses corporativos y conversar con sus excompañeros. Eva asegura que no fue el caso de su marido. “Él tenía ganas de salir por sus temas de salud, pero con sus mejores amigos laborales seguía en contacto. Siempre contaba anécdotas y se conocían más por sobrenombres que por sus nombres reales, lo que era propio de aquellos tiempos”, añade la esposa. Dos de sus hijos, Patricio y Solange, entraron a trabajar a la compañía en 2007 y 2008.
Él, técnico en mantenimiento industrial, lo hizo a la última unidad que construyó la siderúrgica, la laminadora de barras rectas, una de las fases finales del proceso; mientras que ella, técnico en administración de empresas, lo hizo en el departamento de contabilidad. Ingresaron luego que su padre falleciera de cáncer al esófago en 2006. Yo tuve un jefe que también fue jefe de mi papá en maestranza: don José Reynoso comenta Patricio.
Él siempre me decía: “Oye Patito, te veo ¡ y eres igual a tu viejo!”. El funcionario recuerda que en la empresa trabajaban muchos de sus amigos de adolescencia del barrio, por lo que el ambiente era grato y era habitual que se compartieran asados de camaradería. Su madre, Eva, admite que se puso feliz cuando sus hijos ingresaron a la siderúrgica. Era una tranquilidad enorme saber que estaban cerca y bien pagados, sin pasar problemas económicos, con buen seguro de salud de la misma empresa, con beneficios escolares, bus y alimentación dice. Era lo mejor que podía pasarles.
La consabida estabilidad laboral de la que gozaban los huachipatinos, sin embargo, comenzó a resquebrajarse tras el terremoto de 2010, cuando ante varios años de pérdidas, el holding CAP profundizó su plan de reestructuración organizacional e inició un plan masivo de despidos y retiros voluntarios que afectó a más de 300 trabajadores solo en 2013. Patricio explica que hasta el terremoto en su unidad recibían órdenes para producir 10 mil toneladas de barras, que en los años siguientes bajaron a tres mil. “Ahí te vas dando cuenta de que algo no estaba bien”, advierte.
Su hermana Solange, dirigente sindical hace seis años, sostiene que esa visión no la tenían los operarios que faenaban en la etapaOÑAMAACAILIMAFAZELITNEGOÑAMAACAILIMAFAZELITNEGOÑAMAACAILIMAFAZELITNEGOÑAMAACAILIMAFAZELITNEGtrabajar a la empresa en enero de 1973, cuando tenía 30 años. con el que viajaban con las familias por todo Chile. la misma empresa. Héctor Caamaño junto a su jefe Juan Latini, Superintendente de Maestranprimaria del proceso, como la unidad del alto horno o la coquería. Ellos estaban en el fondo con la pala haciendo correr el acero por el río y en otras funciones en que estaban 24 horas a full explica la funcionaria.
Ellos decían: “¿ Cómo vamos a estar tan mal, si estamos todo el día dándole aquí, si estamos todo el día produciendo?”. Lo que en realidad sucedía, explican los dirigentes, es que durante años el holding apuntalaba financieramente a las unidades más débiles en los momentos de pérdidas.
El 2024, sin embargo, sus accionistas exigieron el fin de esa práctica y el 20 de marzo el directorio ordenó suspender indefinidamente las operaciones luego de que un par de días antes la Comisión Antidistorsiones fijara unas tasas arancelarias al acero chino muy por debajo de sus expectativas. Fue duro el golpe, porque nos avisaron de un día para otro. Llevábamos tantos años ya así, que era como parte de la rutina estar mal admite Patricio. Es que el único momento bueno para la compañía fue durante la pandemia. Ahí se vendió harto y tuvimos utilidades, pero fue porque el acero chino no podía entrar y nos empezaron a comprar a nosotros.
Los miles de trabajadores de Huachipato se enteraron por la prensa de la determinación corporativa de cierre e iniciaron un movimiento que sensibilizó al Gobierno central y a la clase política regional en su conjunto, que auguraba un descalabro económico y social para la zona si se mantenía la determinación, pues no solo afectaba a la siderúrgica, sino que también amenazaba con tumbar a la serie de industrias relacionadas que hay instaladas en el Biobío. Por eso, tras conseguir un alza en las salvaguardias, el holding comunicó a fines de abril que revertiría su decisión y monitorearía los impactos de la medida. En la región y La Moneda el anuncio fue recibido como un triunfo. “Estoy muy contento. Un gran abrazo a las y los trabajadores de Huachipato. Seguiremos trabajando duro por fortalecer la generación de empleos industriales de nuestro país”, escribió por esos días en su cuenta de X el ministro de Economía, Nicolás Grau. El anuncio, sin embargo, no convenció a Patricio Caamaño. Yo veía que los números no daban para mantenerse, pero entre los trabajadores había mucha confianza insiste el supervisor. Incluso uno de los muchachos que llevaba poco tiempo en la compañía me contó que se iba a comprar unos departamentos para negocio. Yo le sugerí que lo pensara bien, que se pusiera en el lugar de quedarse sin trabajo es que yo veía que nos iban acerrar en algún minuto, pero no sabía cuándo. Ese “cuándo” llegó el 7 de agosto. Solange relata que a las 10 de la mañana de ese día la gerencia y el directorio convocaron a los dirigentes sindicales a una reunión.
En ella les comunicaron que tras revisar la situación se llegó a la conclusión de que no podrían traspasar al precio final las sobretasas establecidas por la Comisión Antidistorsiones y que las pérdidas por 700 millones de dólares acumuladas entre 2019 y el primer trimestre de 2024 ya hacían inviable la operación en el corto y mediano plazo, por lo que, ahora sí definitivamente, bajarían la cortina. La funcionaria asegura que mientras un director les informaba esto, al unísono en los medios comenzó a salir la noticia y los teléfonos de casi todos los presentes en el salón no paraban de vibrar. Nos empezamos a inundar de WhatsApp de nuestros colegas, de dirigentes de otras empresas, de amigos, de nuestras familias mi hijo me escribió preguntándome: “Mamá, ¿te vas a quedar sin trabajo?” afirma cambiando su semblante. Recuerdo que vi ese mensaje, se me llenaron los ojos de lágrimas y di vuelta el celular para no leer, porque ahí me quebré. Es mediados de octubre y Patricio está a punto de cumplir un mes desde que trabajó por última vez en Huachipato. Fue el 24 de septiembre y yo andaba con turno de tarde precisa.
Al día siguiente me llamaron por teléfono y el jefe me dijo: “Pucha, sabes que lo lamento, Pato, pero estás en el listado”. Yo le respondí: “Tranquilo, viejo, si yo me voy hoy y en 15 días más te vas tú y nos vamos todos, así que tranquilo”. Su hermana contará más tarde que por estos días Patricio se preparaba para viajar a Puerto Montt a una entrevista. “Yo ya di vuelta a la página. Pasó mi duelo y ahora estoy concentrado en buscar trabajo”, explica él. Solange, en tanto, fue por última vez a la empresa el 18 de septiembre, cuando participó en una actividad de Fiestas Patrias para los trabajadores.
Esto ocurrió dos días después de un hecho emblemático para el proceso de cierre de la que ha sido por 73 años la principal compañía siderúrgica del país: el lunes 16 se apagó el alto horno, que es el reactor donde se combustiona coque a elevadas temperaturas, con lo que se obtiene la materia prima para producir acero.
Desde esa fecha Solange dice que ha estado enfocada en actividades sindicales relacionadas con el presente y futuro de los desa-fectados y en recuperarse de una biopsia mamaria a la que se sometió hace unas semanas. De hecho, asegura que no ha tenido ni tiempo para hacer campaña, pese a ser candidata a concejal como independiente en Concepción por la lista de Chile Vamos. La dirigenta estima que en la siderúrgica quedará una planilla reducida de resguardo hasta diciembre.
Sin embargo, explica que su contrato expira el 31 de octubre, cuando planea acudir a la planta y despedirse de quienes han sido sus compañeros por 16 años, es decir, casi un tercio de su vida.
A diferencia de mi hermano, yo no he vivido al 100% mi duelo y ha sido complejo porque hay mucho sentimiento todavía arraigado, porque estuvimos hasta hace poco con toda la adrenalina y hasta el final luchando para que esto no pasara, y porque hay tareas aún por hacer de parte nuestra como dirigentes sindicales enumera.
Pero en los momentos en que he tenido de calma, sí me ha dado pena me ha dado harta pena Solange avisa que la salida de los miles de trabajadores de la siderúrgica se sentirá con fuerza en la zona desde marzo, cuando se termine la vigencia de los seguros de desempleo y los desafectados comiencen a comerse sus finiquitos, si es que no han conseguido una nueva ocupación. La dirigente admite que la situación inquieta a su madre, a quien trata de convencerla de que no debe preocuparse, pues tanto ella como Patricio son perso-nas con condiciones para reinsertarse laboralmente.
Eva, en tanto, responde que sus palabras no la aplacan y se siente “triste”. Afirma que sabe que a la edad que tienen sus hijos, 53 él y 50 ella, les será “más difícil encontrar algo bien remunerado” y sobre todo en una región que “no está con empleos disponibles”. Lo dice mientras está sentada en el sillón de la villa a la que llegó hace cinco décadas junto a su marido buscando un futuro mejor y en la que, agrega, cada vez quedan menos habitantes de esos tiempos en que fueron tan felices. “Yo no he vivido al 100% mi duelo.
Ha sido complejo porque hay mucho sentimiento todavía arraigado: estuvimos hasta hace poco con toda la adrenalina y hasta el final luchando para que esto no pasara”, señala Solange Caamaño, secretaria del sindicato número 2 de Huachipato.. A medida que los niños crecían zas y Talleres. Héctor Caamaño Sobarzo Club Viejos Cracks de Huachipato, Palabras al cierre DE UNA FAMILIA DE HUACHIPATO “Fue duro el golpe, porque nos avisaron de un día para otro. Llevábamos tantos años ya así, que era como parte de la rutina estar mal”, dice Patricio Caamaño. En la foto, con su hermana Solange. Él entró a la empresa en 2007 y ella, en 2008. “Uno a veces pierde la noción del tiem-como supervisor del área de laminado de barras él veía las solicitudes que llegaban cuando retornaron a las faenas.
A diferencia de lo que pasaba antes, cuando reanudamos los pedidos ya no iban dirigidos a un cliente, sino que eran “estimaciones de ventas” teníamos un montón de pedidos que eran puras “estimaciones de ventas” confidencia. Ahí yo me dije: “No, con esta cuestión no vamos a poder continuar”. Los Caamaño Alfaron llevan más de cinco décadas ligados a la empresa siderúrgica Huachipato.
Hoy que la compañía está en pleno proceso de cierre, Patricio ya fue desafectado, mientras su hermana Solange, la única dirigenta sindical de la acerera, vive sus últimos días como contratada por la firma de Talcahuano a la que sus padres llegaron de Santiago buscando una oportunidad y que está a punto de convertirse en historia.
“Aquí vivimos una etapa muy bonita”, dice su madre, a punto de cumplir 80 años, sentada en el living de una de las casas que la empresa construyó para los que alguna vez fueron sus miles de trabajadores. POR LEO RIQUELMEpo”, dice Solange Caamaño. Es miércoles de esta semana y acaba de compartir por WhatsApp el link de una entrevista que ofreció el 7 de agosto al canal TVU de Concepción. En ella, la secretaria del sindicato número 2 de Huachipato confirmaba que los máximos ejecutivos de la compañía siderúrgica les habían informado que la planta ahora sí cerraba. Pese a que han pasado más de dos meses de ese anuncio, asegura que el hecho le sigue sonando como si hubiera ocurrido ayer.
Pocos días antes, a través de una videollamada y sentada junto a su hermano Patricio, la funcionaria del departamento de contabilidad de la empresa había estado recordando los meses de marchas y gestiones ante las autoridades regionales y nacionales para conseguir que se impulsara una salvaguardia que protegiera la producción local frente a la competencia del acero chino importado.
El movimiento se activó el 20 de marzo, cuando los trabajadores se enteraron por una declaración pública que la empresa cesaría sus funciones acusando que con el nivel de subsidios fiscales que tenían los productos originados en China era imposible competir en igualdad de condiciones.
De acuerdo a sus representantes, si se les imponía una sobretasa, podrían garantizar la continuidad de las operaciones de la planta inaugurada en 1950 en Talcahuano al alero de la entonces estatal Compañía de Acero del Pacífico (CAP) y mantener a sus 2 mil trabajadores contratados, que ascienden a 20 mil a través del empleo indirecto que generaba esta faena en el principal polo industrial de la cuenca del Biobío. El discurso permeó a la comunidad y las manifestaciones de apoyo fueron masivas, transversales y cotidianas. Como pocas veces ocurre, el Gobierno y la oposición se unieron detrás de un mismo objetivo.
Pero lo que más marcó a Solange fue lo que dijo una adulta mayor al final de una larga caminata por Talcahuano, cuando los dirigentes abrieron los micrófonos para que la comunidad expresara lo que sentía.
La vecina contó que en la empresa había trabajado su abuelo, su marido, su hijo y que siempre tuvo la tranquilidad de que su familia, sus nietos y sus siguientes generaciones nunca iban a pasar hambre ni iban a estar en riesgo económico porque siempre iba a estar Huachipato apoyándolos relata la dirigenta.
Ahí la señora se puso a llorar y preguntó: “¿ Qué vamos a hacer ahora?¿ Dónde van a trabajar nuestros hijos? ¿ Quién les va a pagar los estudios en la universidad?”. Solange explica que para muchos vecinos, sobre todo los de antaño, Huachipato era como la figura de un “padre” que velaba por su gente y por eso, cuando la Comisión Antidistorsiones aprobó la sobretasa provisoria de 24,5% para las barras de acero y de 33,5% para las bolas de molienda, cuenta que respiró aliviada y creyó que efectivamente la viabilidad de la compañía y sus trabajadores estaba garantizada.
A su lado, su hermano Patricio menea la cabeza y explica queDespués de casi dos semanas con dolores estomacales y a los huesos, dado un principio de artritis que le aqueja, Eva Alfaro, de 79 años, se ha levantado de su cama por un rato para atender a su hija Solange, que la pasó a visitar. Ambas conversan en el living de una casa de dos pisos, con muchas plantas y fachada verde, desde donde se aprecia el cerro Macera, una postal típica del sector Las Higueras de Talcahuano.
El hogar es parte de la Villa Las Araucarias, aunque en la zona todos la conocen como la Huachicoop, uno de los últimos conjuntos habitacionales que construyó para sus trabajadores en los 80 la cooperativa vinculada a la siderúrgica. “Aquí vivimos una etapa muy bonita”, resume la dueña de casa. Eva es de Ovalle y conoció a Héctor Caamaño Sobarzo a mediados de los 60, cuando ambos eran unos veinteañeros y vivían en Santiago. Tras desempeñarse en varios empleos en la capital, el marido quedó cesante y en 1973 le surgió la posibilidad de volver al Biobío, de donde era su familia, para entrar a trabajar en Huachipato. Entonces ya tenían dos niños de 5 y 2 años. Era una gran oportunidad para salir adelante con los hijos dice Eva. La realidad económica en esos años era compleja, así es que esto vino a darnos un respiro para poder tener un futuro más estable. Los Caamaño Sobarzo aún guardan el contrato firmado por Héctor. Es un papel amarillento, que data del 19 de enero de 1973 y que señala que el obrero se desempeñaría como jornalero de reemplazo del departamento de Tráfico y Muelle de la acerera estatal. En un inicio, Héctor se trasladó solo a Talcahuano y al cabo de un año lo siguió su familia. Ese tipo de migración por razones laborales era tan común en esa época que las empresas solían construirles casas a sus trabajadores para que se asentaran. En este caso, al alero de esos proyectos residenciales se instalaron los Bomberos, una radio, colegios, centros culturales y hasta el club deportivo Huachipato, que aún mantiene su estadio en el sector.
Solange y su hermano Patricio se miran y ríen cuando recuerdan que esos pasajes pasaban repletos de niños jugando día y noche, que eran compañeros de curso, de deportes y de las murgas que organizaba la empresa junto a sus trabajadores, incluyendo gigantescos montajes teatrales en Navidad que se desplegaban por todo lo extenso del estadio. En una oportunidad se hizo El Flautista de Hamelin y las ratitas éramos todos los niños de los trabajadores, que también actuaban. Las murgas se preparaban dentro de la compañía y hacían un esfuerzo nivel Dios con los carros alegóricos que ellos mismos construían, todo culminado con muchísimos fuegos artificiales en el cielo rememora entusiasmada Solange. Era un espectáculo maravilloso. Su padre Héctor participaba además activamente en el clubEl jefe me dijo: Pucha, sabes que lo lamento, Pato, pero estás en el listado.
Yo le respondí: Tranquilo, viejo, si yo me voy hoy y en 15 días más te vas tú y nos vamos todos, así que tranquilo”. deportivo Viejos Cracks de Huachipato, que recorría el país jugando fútbol a nombre de la empresa.
Sus hijos cuentan que en un minuto él sintió cargo de conciencia por el tiempo de ausencia del hogar por irse a jugar a la pelota, así que habló con la empresa y esta accedió a arrendarles buses para llevar también a sus familias en esos viajes, lo que les salía barato y era descontado además en cuotas y por planilla. Eran viajes familiares muy divertidos, en donde comenzamos a conocernos más entre los vecinos, a apoyarnos y a generar lazos sólidos de amistad. Y los lugares Héctor ya los conocía, porque ya había estado en ellos con los Viejos Cracks de Huachipato antes, entonces cuando llegábamos era bien atendido. Además, él hacía de guía turístico porque conocía muchos lugares comenta su esposa. Nos reíamos mucho, cantábamos y compartíamos harto, los niños jugaban todo el día fue un lindo tiempo de unión. A medida que los niños huachipatinos crecían era normal también que trabajaran en la misma empresa e incluso una política común era que cuando un padre se retiraba le cedía su lugar al hijo mayor. Eso no fue el caso de los Caamaño Alfaro, aunque dos de ellos sí hicieron su práctica en la compañía. Fue en los 90, cuando la siderúrgica ya estaba privatizada e iniciaba un proceso de reestructuración. “Ahí empezaron a reducir los costos y a eliminar de a poco todas las actividades”, se lamenta Solange. Héctor jubiló de Huachipato de forma anticipada en 2001. Sus familiares cuentan que lo hizo porque estaba aquejado de múltiples problemas de salud, con afecciones al estómago, la espalda, la visión y las rodillas. Entre los funcionarios se hacen bromas sobre lo difícil que resultaba para muchos dejar la empresa. Algunos extrañaban tanto la rutina diaria que hasta se iban a sentar al paradero para ver pasar los buses corporativos y conversar con sus excompañeros. Eva asegura que no fue el caso de su marido. “Él tenía ganas de salir por sus temas de salud, pero con sus mejores amigos laborales seguía en contacto. Siempre contaba anécdotas y se conocían más por sobrenombres que por sus nombres reales, lo que era propio de aquellos tiempos”, añade la esposa. Dos de sus hijos, Patricio y Solange, entraron a trabajar a la compañía en 2007 y 2008.
Él, técnico en mantenimiento industrial, lo hizo a la última unidad que construyó la siderúrgica, la laminadora de barras rectas, una de las fases finales del proceso; mientras que ella, técnico en administración de empresas, lo hizo en el departamento de contabilidad. Ingresaron luego que su padre falleciera de cáncer al esófago en 2006. Yo tuve un jefe que también fue jefe de mi papá en maestranza: don José Reynoso comenta Patricio.
Él siempre me decía: “Oye Patito, te veo ¡ y eres igual a tu viejo!”. El funcionario recuerda que en la empresa trabajaban muchos de sus amigos de adolescencia del barrio, por lo que el ambiente era grato y era habitual que se compartieran asados de camaradería. Su madre, Eva, admite que se puso feliz cuando sus hijos ingresaron a la siderúrgica. Era una tranquilidad enorme saber que estaban cerca y bien pagados, sin pasar problemas económicos, con buen seguro de salud de la misma empresa, con beneficios escolares, bus y alimentación dice. Era lo mejor que podía pasarles.
La consabida estabilidad laboral de la que gozaban los huachipatinos, sin embargo, comenzó a resquebrajarse tras el terremoto de 2010, cuando ante varios años de pérdidas, el holding CAP profundizó su plan de reestructuración organizacional e inició un plan masivo de despidos y retiros voluntarios que afectó a más de 300 trabajadores solo en 2013. Patricio explica que hasta el terremoto en su unidad recibían órdenes para producir 10 mil toneladas de barras, que en los años siguientes bajaron a tres mil. “Ahí te vas dando cuenta de que algo no estaba bien”, advierte.
Su hermana Solange, dirigente sindical hace seis años, sostiene que esa visión no la tenían los operarios que faenaban en la etapaOÑAMAACAILIMAFAZELITNEGOÑAMAACAILIMAFAZELITNEGOÑAMAACAILIMAFAZELITNEGOÑAMAACAILIMAFAZELITNEGtrabajar a la empresa en enero de 1973, cuando tenía 30 años. con el que viajaban con las familias por todo Chile. la misma empresa. Héctor Caamaño junto a su jefe Juan Latini, Superintendente de Maestranprimaria del proceso, como la unidad del alto horno o la coquería. Ellos estaban en el fondo con la pala haciendo correr el acero por el río y en otras funciones en que estaban 24 horas a full explica la funcionaria.
Ellos decían: “¿ Cómo vamos a estar tan mal, si estamos todo el día dándole aquí, si estamos todo el día produciendo?”. Lo que en realidad sucedía, explican los dirigentes, es que durante años el holding apuntalaba financieramente a las unidades más débiles en los momentos de pérdidas.
El 2024, sin embargo, sus accionistas exigieron el fin de esa práctica y el 20 de marzo el directorio ordenó suspender indefinidamente las operaciones luego de que un par de días antes la Comisión Antidistorsiones fijara unas tasas arancelarias al acero chino muy por debajo de sus expectativas. Fue duro el golpe, porque nos avisaron de un día para otro. Llevábamos tantos años ya así, que era como parte de la rutina estar mal admite Patricio. Es que el único momento bueno para la compañía fue durante la pandemia. Ahí se vendió harto y tuvimos utilidades, pero fue porque el acero chino no podía entrar y nos empezaron a comprar a nosotros.
Los miles de trabajadores de Huachipato se enteraron por la prensa de la determinación corporativa de cierre e iniciaron un movimiento que sensibilizó al Gobierno central y a la clase política regional en su conjunto, que auguraba un descalabro económico y social para la zona si se mantenía la determinación, pues no solo afectaba a la siderúrgica, sino que también amenazaba con tumbar a la serie de industrias relacionadas que hay instaladas en el Biobío. Por eso, tras conseguir un alza en las salvaguardias, el holding comunicó a fines de abril que revertiría su decisión y monitorearía los impactos de la medida. En la región y La Moneda el anuncio fue recibido como un triunfo. “Estoy muy contento. Un gran abrazo a las y los trabajadores de Huachipato. Seguiremos trabajando duro por fortalecer la generación de empleos industriales de nuestro país”, escribió por esos días en su cuenta de X el ministro de Economía, Nicolás Grau. El anuncio, sin embargo, no convenció a Patricio Caamaño. Yo veía que los números no daban para mantenerse, pero entre los trabajadores había mucha confianza insiste el supervisor. Incluso uno de los muchachos que llevaba poco tiempo en la compañía me contó que se iba a comprar unos departamentos para negocio. Yo le sugerí que lo pensara bien, que se pusiera en el lugar de quedarse sin trabajo es que yo veía que nos iban acerrar en algún minuto, pero no sabía cuándo. Ese “cuándo” llegó el 7 de agosto. Solange relata que a las 10 de la mañana de ese día la gerencia y el directorio convocaron a los dirigentes sindicales a una reunión.
En ella les comunicaron que tras revisar la situación se llegó a la conclusión de que no podrían traspasar al precio final las sobretasas establecidas por la Comisión Antidistorsiones y que las pérdidas por 700 millones de dólares acumuladas entre 2019 y el primer trimestre de 2024 ya hacían inviable la operación en el corto y mediano plazo, por lo que, ahora sí definitivamente, bajarían la cortina. La funcionaria asegura que mientras un director les informaba esto, al unísono en los medios comenzó a salir la noticia y los teléfonos de casi todos los presentes en el salón no paraban de vibrar. Nos empezamos a inundar de WhatsApp de nuestros colegas, de dirigentes de otras empresas, de amigos, de nuestras familias mi hijo me escribió preguntándome: “Mamá, ¿te vas a quedar sin trabajo?” afirma cambiando su semblante. Recuerdo que vi ese mensaje, se me llenaron los ojos de lágrimas y di vuelta el celular para no leer, porque ahí me quebré. Es mediados de octubre y Patricio está a punto de cumplir un mes desde que trabajó por última vez en Huachipato. Fue el 24 de septiembre y yo andaba con turno de tarde precisa.
Al día siguiente me llamaron por teléfono y el jefe me dijo: “Pucha, sabes que lo lamento, Pato, pero estás en el listado”. Yo le respondí: “Tranquilo, viejo, si yo me voy hoy y en 15 días más te vas tú y nos vamos todos, así que tranquilo”. Su hermana contará más tarde que por estos días Patricio se preparaba para viajar a Puerto Montt a una entrevista. “Yo ya di vuelta a la página. Pasó mi duelo y ahora estoy concentrado en buscar trabajo”, explica él. Solange, en tanto, fue por última vez a la empresa el 18 de septiembre, cuando participó en una actividad de Fiestas Patrias para los trabajadores.
Esto ocurrió dos días después de un hecho emblemático para el proceso de cierre de la que ha sido por 73 años la principal compañía siderúrgica del país: el lunes 16 se apagó el alto horno, que es el reactor donde se combustiona coque a elevadas temperaturas, con lo que se obtiene la materia prima para producir acero.
Desde esa fecha Solange dice que ha estado enfocada en actividades sindicales relacionadas con el presente y futuro de los desa-fectados y en recuperarse de una biopsia mamaria a la que se sometió hace unas semanas. De hecho, asegura que no ha tenido ni tiempo para hacer campaña, pese a ser candidata a concejal como independiente en Concepción por la lista de Chile Vamos. La dirigenta estima que en la siderúrgica quedará una planilla reducida de resguardo hasta diciembre.
Sin embargo, explica que su contrato expira el 31 de octubre, cuando planea acudir a la planta y despedirse de quienes han sido sus compañeros por 16 años, es decir, casi un tercio de su vida.
A diferencia de mi hermano, yo no he vivido al 100% mi duelo y ha sido complejo porque hay mucho sentimiento todavía arraigado, porque estuvimos hasta hace poco con toda la adrenalina y hasta el final luchando para que esto no pasara, y porque hay tareas aún por hacer de parte nuestra como dirigentes sindicales enumera.
Pero en los momentos en que he tenido de calma, sí me ha dado pena me ha dado harta pena Solange avisa que la salida de los miles de trabajadores de la siderúrgica se sentirá con fuerza en la zona desde marzo, cuando se termine la vigencia de los seguros de desempleo y los desafectados comiencen a comerse sus finiquitos, si es que no han conseguido una nueva ocupación. La dirigente admite que la situación inquieta a su madre, a quien trata de convencerla de que no debe preocuparse, pues tanto ella como Patricio son perso-nas con condiciones para reinsertarse laboralmente.
Eva, en tanto, responde que sus palabras no la aplacan y se siente “triste”. Afirma que sabe que a la edad que tienen sus hijos, 53 él y 50 ella, les será “más difícil encontrar algo bien remunerado” y sobre todo en una región que “no está con empleos disponibles”. Lo dice mientras está sentada en el sillón de la villa a la que llegó hace cinco décadas junto a su marido buscando un futuro mejor y en la que, agrega, cada vez quedan menos habitantes de esos tiempos en que fueron tan felices. “Yo no he vivido al 100% mi duelo.
Ha sido complejo porque hay mucho sentimiento todavía arraigado: estuvimos hasta hace poco con toda la adrenalina y hasta el final luchando para que esto no pasara”, señala Solange Caamaño, secretaria del sindicato número 2 de Huachipato.. A medida que los niños crecían zas y Talleres. Héctor Caamaño Sobarzo Club Viejos Cracks de Huachipato,