Editorial: Cuando el enemigo está dentro de la trinchera
Editorial: Cuando el enemigo está dentro de la trinchera protocolos, sino que compromete la efectividad de la estrategia y erosiona la confianza en la autoridad sanitaria. Más grave aun es la reacción institucional descrita por la denunciante: la falta de respuesta a sus advertencias, el despido de quien levantó la voz y la permanencia en funciones de los presuntos involucrados. La apertura de un sumario, anunciada por el SAG, es un paso necesario, pero insuficiente si no se traduce en sanciones ejemplares y en la revisión de los controles internos. La ciudadanía tiene derecho a exigir probidad y transparencia, más aún cuando se trata de campañas financiadas con recursos públicos y de alto impacto económico. Enfrentar la mosca de la fruta implica cerrar filas, no solo contra el insecto, sino contra cualquier práctica que mine la credibilidad de la lucha. Porque en esta guerra, tan peligrosa como la plaga misma es la indolencia -o peor aún, la complicidaddentro de las propias filas. El combate contra la mosca de la fruta no es una cruzada menor. La plaga amenaza a la agricultura nacional, afecta exportaciones, pone en riesgo empleos y exige una respuesta institucional firme y coordinada.
En este contexto, Monte Patria ha sido escenario de un despliegue comunicacional que buscaba reforzar la confianza ciudadana: la instalación de un control carretero permanente para blindar la campaña y disipar críticas por la aparente lentitud de la acción gubernamental.
Sin embargo, mientras se anunciaban medidas para contener al "enemigo externo", un misil caía en el corazón del propio Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) La denuncia de Maria Belen Santander, exfuncionaria de la campaña, expone un flanco insospechado: inspectores que, según su testimonio, aceptaban fruta ofrecida por dueños de predios en cuarentena, productos que debían ser destruidos para evitar la propagación de la plaga. Un acto que, de confirmarse, no solo vulnera. Una exfuncionaria acusó a inspectores de aceptar fruta ofrecida por dueños de predios en cuarentena, que debía ser enterrada para evitar la propagación de la plaga.