COLUMNAS DE OPINIÓN: Hora de gratitud
COLUMNAS DE OPINIÓN: Hora de gratitud Hora de gratitud JUAN ANTONIO MASSONE El reciente tránsito de José Luis Samaniego (1938-2025), gramático, profesor y académico de la lengua nos mueve a estimar su cercana presencia, generosa actitud y vohintas] de servicio. Es natural que aquellos con quienes contamos, contamos, casi con desprevención en este mundo, cualquier día en el crujir de un instante, sobreviene el desprendimiento del tiempo. Entonces se nos echa encima el estupor y hasta la extrañeza con que se nos arranca de la distracción; caemos en cuenta del carácter perecible de nuestra naturaleza humana. Basta un desprendimiento, y luego una lluvia de la memoria torna presente a quien ya está libre de caducidad.
“Quién es el hombre debajo de su rostro?” Pregunta que asoma cuando necesitamos saber saber del ausente y confirmar que, la presencia cuando le tratamos y conocimos, pertenece a una realidad genuina y no a la figuración ilusoria de un capricho. Nacido en Antofagasta20 de junio, 1938--, impartió docencia superior en la Universidad Católica del Norte, Universidad de Santiago y la Pontificia Universidad Católica de Chile, institución donde fue decano de la Facultad de Letras. Ni qué decir tiene la perseverancia con que sirvió la secretada en la Academia Chilena de la Lengua, durante treinta años.
Cómo olvidarlos congresos y reuniones internacionales internacionales de ASALE en las que participó en nombre de nuestra corporación y de Chile. ¡Qué bueno haberte conocido, José Luis! Fui uno entre muchos a quienes deparaste amistad, sin exceso palabrero. Lo tuyo era concreción de gesto a tiempo. La iniciativa benéfica conocía, en ti, de menos prolegómenos prolegómenos y pronto cumplimiento.
Un libro, alguna invitación, el lapso para departir un café, el coloquio dispuesto a consideraciones consideraciones agudas, las sugerencias que ofrecías después de recibir confidencias, o cuando los recuerdos de tus ancestros venidos desde La Rioja hispana confirmaban tu clave personal. No creo equivocarme cuando asevero que perteneciste a esa categoria de personas respecto de quienes somos irremediablemente irremediablemente deudores. Esta hora de congoja necesita ser complementada complementada con una sonrisa, esa con que acompañaras acompañaras la conversación o estaba disponible a comparecer, amable, en situaciones y coloquios. Sí; una sonrisa como santo y seña de ir adelante, aunque las nuestras pudieren ser tímidos remados si las cotejamos con la más convencida que te identificara. “Que otros digan que el sol nace de ellos; tú no hiciste parte de tal insensatez. Te animó la confianza en Quien es esencial camino y mcta.
Este tránsito intimo te habrá confirmado confirmado que vivir nunca es vano. ¿Qué más decirte, José Luis? Que te queremos; queremos; tu presencia fue un comprobado bien y lo sucedido no es emblema de derrota ni de naufragio. Mejor se dice en el salmo 121: “iQué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor!..