Autor: JUAN RODRÍGUEZ MEDINA
Destacan la vigencia de Hannah Arendt
Destacan la vigencia de Hannah Arendt A lemana, judía, debió zismo, para salvarse huir de Europa, del na del holocausto. Se radicó en Estados Unidos. Vivió los escándalos de los llamados Papeles del Pentágono y Watergate, el juicio a Adolf Eichmann.
Desde esas experiencias pensó el totalitarismo, la política, la libertad, la democracia, la mentira, el mal, los derechos humanos o, como dijo ella, “el derecho a tener derechos”. H a n n a h A r e n d t ( 1 9 0 6 1975), filósofa que prefería llamarse teórica política, murió hace 50 años; con ocasión de ese aniversario, dos nuevas biografías abordan su vida e ideas: “Somos libres de cambiar el mundo” (Ariel, 2024), de Lyndsey Stonebridge; y “Hannah Arendt” (Anagrama, 2025), de Thomas Meyer, que debiera llegar a Chile en las próximas semanas. Crisis de la democracia Además, las facultades de Derecho y Filosofía de la U. de Chile, y la de Artes Liberales de la U.
Adolfo Ibáñez, organizan las VIII Jornadas Internacionales Hannah Arendt, del 9 al 11 de junio (programa y detalles en el Instagram @jornadasarendt2025), tituladas “Mundo común y democracia en tiempos de crisis”. “Si la tradición filosófica comprendió la política, en gePA neral, como una relación de mando y obediencia, Arendt introdujo una cifra transformadora: la política, en su sentido más pleno, no se funda en la dominación, sino en la constitución de la libertad entre seres que son, al mismo tiempo, iguales y singulares”, explica el filósofo Facundo Vega, coorganizador de las jornadas.
“En el corazón de esta concepción se encuentra una reconfiguración decisiva de la noción de poder: no como una sustancia que se posee o se impone, sino como aquello que emerge cuando los seres humanos se reúnen para actuar y hablar en común”, agrega el académico de la UAI.
“Inspiradas en esta clave, nuestras jornadas buscan actualizar y movilizar el legado arendtiano, entendiendo que su pensamiento ofrece herramientas decisivas para intervenir críticamente en un premostró que “cuando los judíos llegaron a las cámaras de gas ya no le importaban a nadie, no había nadie que los defendiera frente a un Estado que los venía instalando como enemigos desde hace años.
En eso consiste el proceso de deshumanización o de convertir a seres humanos en seres absolutamente superfluos, proceso al que siempre hay que estar atentos, porque avanza de manera imperceptible”. En los 70, Arendt escribió unos artículos a propósito de los Papeles del Pentágono, documentos filtrados a la prensa que demostraron que el gobierno estadounidense, en los años de Lyndon B. Johnson, había mentido a los ciudadanos y al Congreso a propósito de Vietnam.
A partir de ahí, explica López, la filósofa reflexionó sobre “la sumisión de la esfera pública a la propaganda, a la mentira organizada y la ideología, como una manera de barrer con la realidad y de negar las verdades de hecho”. “Son temas que en los últimos años han vuelto con una violenta actualidad”, cree López.
“No solo se trata de tiempos de oscuridad (expresión de Arendt), sino de recursos para instalar un poder ajeno a la política y a la acción colectiva, incluso atacar el pensamiento y la capacidad de juicio de los ciudadanos”. Para Vega, “su noción de la banalidad del mal el peligro de actuar sin pensar, de obedecer sin juicio sigue siendo actual en contextos donde la violencia y la injusticia se vuelven parte del funcionamiento normal de las burocracias, sea en el trato a personas migrantes, en la persistencia de conflictos armados o en decisiones tecnocráticas que afectan la vida de millones”. Frente a eso, Arendt n o s i n v i t a a v o l v e r a pensar las condiciones que hacen posible lo común: “Nos confronta con el sentido profundo de nuestras palabras y acciones, y nos recuerda nuestra capacidad de comenzar de nuevo, incluso cuando lo compartido parece desmoronarse”. A esa capacidad, personal y colectiva, Arendt la llamó “natalidad”, y quizás, cree Vega, la confianza en ella, sea lo más potente de su legado: “La política, en su sentido más profundo, no es administración de lo existente, sino creación compartida de lo que aún no ha sido”. sente marcado por múltiples colapsos ecológicos, sociales, tecnológicos y políticos, y que exige, una vez más, repensar la posibilidad de su transformación”. La filósofa María José López, coorganizadora del evento y académica de la Universidad de Chile, ve en la actual crisis de la democracia un fenómeno que, “sin duda”, puede leerse con Arendt: “El ascenso de proyectos antidemocráticos, que comienzan ganando elecciones y avanzan restringiendo derechos y atacando a otros poderes del Estado, por ejemplo”. “ A r e n d t m u e s t r a de manera muy nítida, en Los orígenes del totalitarismo, que no fue de un día para otro que los alemanes entregaron su gobierno democrático y comenzaron a perseguir y a matar a enemigos del régimen”, dice López.
“El ascenso del nacionalsocialismo fue un lento proceso que unió el desprestigio de la democracia y la destrucción de sus instituciones fundamentales, la crítica a las ineficiencias, algunas reales, por cierto, de los gobiernos democráticos, con la progresiva instalación de la idea de que hay grupos indeseables que no deberían pertenecer a la comunidad política”. Arendt, recuerda López, Arendt reflexionó sobre la sumisión de la esfera pública a la propaganda, a la mentira organizada y la ideología.. JORNADAS A 50 años de su muerte: Hannah Arend