EDITORIAL: Economía en la Cuenta Pública
EDITORIAL: Economía en la Cuenta Pública L a falta de anuncios económicos y un relato que, en esta materia, encuentra poco eco en la realidad caracterizaron la Cuenta Pública del Presidente Gabriel Boric el pasado domingo.
En efecto, los mensajes de fondo enfatizados en su discurso respecto de la economía pueden agruparse en dos categorías: (i) el Gobierno ha avanzado en proteger y mejorar las condiciones de trabajo, y (ii) el Gobierno ha logrado estabilizar la economía, lo que permite el crecimiento futuro. Ambas tesis ameritan ser observadas. Respecto de la primera, al plantearla, el Presidente desconoce un punto fundamental: el crecimiento del empleo durante esta administración ha sido pobre y las cifras así lo evidencian. De hecho, y con la obvia excepción de los años del covid, este ha sido el período con la mayor tasa de desempleo promedio en nuestro país desde la crisis financiera de 2009. A su vez, y en concordancia con aquello, las cuentas nacionales del Banco Central muestran que en estos últimos dos años los ingresos totales de los hogares han estado virtualmente estancados. Todo esto sugiere, pues, que los logros laborales simplemente no han sido tales.
Y es que la lógica que ha seguido el Ejecutivo al impulsar medidas que rigidizan el mercado del trabajo y que aumentan los costos de contratación --por ejemplo, las alzas del salario mínimo y la Ley de las 40 horas-puede terminar beneficiando a quienes tienen un puesto de trabajo protegido, pero no puede obviarse su efecto sobre quienes no encuentran empleo. El actual 8,8% de desocupación habla de una situación laboral que ha empeorado en los últimos años, pero la cuenta del Presidente no pareció verlo. El anuncio respecto de insistir en impulsar la negociación ramal es un reflejo de esa disociación: mientras los sindicatos más poderosos la promueven, la silenciosa voz de los desempleados no se deja oír. Algo similar sucede respecto del crecimiento.
El Presidente reiteró ayer aquello de que el Gobierno habría logrado estabilizar la economía, pero sin mencionar su responsabilidad y la de su coalición en la desestabilización previa, por ejemplo, al impulsar los retiros previsionales, uno de los factores que aceleraron la inflación.
Menos admitió que, si el país es hoy algo más estable desde el punto de vista económico, se debe en buena parte al rechazo del proyecto constitucional que él promovió en 2022 llegando a sostener que se trataba de una condición sine qua non para sacar adelante su programa. Mientras, el persistente incumplimiento de las metas fiscales en los últimos años es una espada de Damocles que pende sobre el funcionamiento de la economía hacia adelante, como ha sido ampliamente reconocido. Así, en definitiva, la mentada normalización, aparte de relativa, ha sido lograda más bien a pesar de las acciones del Gobierno y no como consecuencia de sus políticas.
Por último, es llamativo que las autoridades se feliciten por lo que anticipan como una evolución positiva de la inversión en los próximos años, considerando que en buena medida ella está centrada en la explotación de los recursos naturales del país y, más particularmente, de la minería.
Elegido bajo una plataforma que descalificaba a esas industrias como meramente extractivistas y que proponía lograr, con el impulso del Estado, una mayor sofisticación productiva, los hechos parecen haber llevado al Presidente Boric a convencerse de que en el aprovechamiento de los recursos naturales hay una inmensa oportunidad, sin que sea necesariamente conveniente empujar iniciativas voluntaristas como la tan publicitada fabricación de baterías de litio, donde el fracaso ha sido hasta ahora evidente. Esta retrasada opción por el realismo es, sin duda, una buena noticia. Es paradójico que las mejores perspectivas para la inversión que el Presidente ahora celebra se sustenten en una actividad antes descalificada como "extractivista". Economía en la Cuenta Pública.