COLUMNAS DE OPINIÓN: Que Florezca la Identidad: El WeTripantu que las Escuelas Necesitan
COLUMNAS DE OPINIÓN: Que Florezca la Identidad: El WeTripantu que las Escuelas Necesitan Miguel Ángel Rojas Pizarro.
Psicólogo Educacional Profesor de Historia Psicopedagogo. @Soy_profe_feliz Que Florezca la Identidad: El WeTripantu que las Escuelas Necesitan El 21 de junio es una noche mágica para algunos, misteriosa para otros y profundamente energética para quienes comprenden que la vida no se mide solo por el calendario. Es la noche más larga del año, marcada por el solsticio de invierno, momento en que el Sol alcanza su punto más bajo en el cielo, y desde donde comienza a renacer. En el hemisferio sur, esta fecha marca el inicio de un nuevo ciclo: es el WeTripantu, año nuevo del pueblo mapuche. Para la mayoría de las antiguas culturas, el vínculo entre el ser humano y la naturaleza no era simbólico: Era estructural y ontológico. El hombre y la tierra formaban un microcosmos que reflejaba los movimientos del cielo. El WeTripantu, en ese marco, no es solo una efeméride: Es un cambio de ciclo de la vida, una renovación espiritual, un llamado a escuchar las fuerzas de la tierra y mirar hacia dentro. Representa el viaje al interior de uno mismo, a la parte más profunda del ser, donde se alojan nuestras sombras, pasiones, miedos y potenciales. Y con ello rectificando: Implica purificar, corregir, trabajar sobre ese interior en un proceso de disciplina moral, filosófica y espiritual. Desde esta perspectiva, ¿cómo no pensar que el sistema educativo también necesita un WeTripantu? Una noche larga que nos haga detenernos. Un nuevo amanecer que nos obligue a mirar nuestras raíces, a reencontrarnos con lo que somos. Una invitación al autoconocimiento, al examen constante, a la búsqueda de la verdad más allá de lo superficial. Hoy, mientras enfrentamos una crisis profunda de salud mental en nuestras escuelas, con estudiantes ansiosos, desconectados y muchas veces perdidos en su identidad, se vuelve urgente mirar hacia la sabiduría de los pueblos originarios. No solo como folclore, sino como un camino. No como un contenido más del currículo, sino como un acto de reparación emocional y pedagógica. La implementación de la asignatura de Lengua y Cultura de los Pueblos Originarios Ancestrales debiera ser leída bajo esta clave. No como una carga más para las escuelas, sino como una oportunidad didáctica para sanar.
Enseñar la lengua del territorio, conocer la cosmovisión, recorrer la historia de nuestros pueblos originarios no es un lujo: Es una necesidad emocional para reconstruir el vínculo de nuestros niños y niñas con el sentido de pertenencia y trabajar su autoestima. Este trabajo encuentra una alianza natural con la asignatura de Orientación, cuyo propósito transversal es precisamente fortalecer la autoestima, el autoconocimiento, la autorregulación y el proyecto de vida de cada estudiante.
Articular ambas asignaturas no solo es posible, sino fundamental en estos tiempos de una sociedad líquida por las redes sociales: Una entrega contenido cultural profundo; la otra, herramientas psicoeducativas para transformarlo en identidad, seguridad y crecimiento personal. Este enfoque ya se vive en algunas comunidades escolares. Un ejemplo concreto es la Escuela La Higuera de la comuna de Santa Maria. Desde 2014 han implementado la asignatura en articulación con proyectos de identidad local, patrimonio y desarrollo socioemocional. A través de celebraciones del WeTripantu, recuperación de la lengua y metodologías vivenciales, toda la comunidad ha fortalecido su sentido de pertenencia, el respeto por la diversidad y los vínculos comunitarios.
Por ejemplo, al trabajar el concepto de 'Che' persona íntegra, ética y comunitaria se puede profundizar en la asignatura de Orientación mediante preguntas como: ¿ Quién soy? ¿ Qué legado recibo de mi comunidad? ¿ Qué valores me definen? Estas reflexiones fortalecen el autoconcepto desde un enfoque comunitario y territorial, alineado con el sentir ancestral. Ese debiera ser el horizonte formativo del sistema educativo chileno: No solo formar alumnos funcionales al mercado, sino formar personas integrales, espirituales, críticas y con sentido de sí mismas. También se pueden diseñar proyectos como árboles genealógicos culturales, relatos autobiográficos vinculados al territorio, mapeos de identidad o ceremonias escolares que integren lo emocional, lo pedagógico y lo espiritual. Todo ello fortalece la autoestima desde una perspectiva no solo psicológica, sino también histórica y cultural. Este camino no puede ser recorrido solo desde una mirada externa por más respetuosa que sea. Las comunidades indígenas actuales deben ser protagonistas activas en las decisiones educativas: sabios, Loncos, educadoras tradicionales, dirigentes y Machis deben estar presentes en el diseño curricular, la planificación y la evaluación pedagógica. Solo así se construye una educación intercultural que dialogue desde adentro, con respeto y reciprocidad. En este proceso, la figura de la Machi adquiere una relevancia profunda. No es solo guía espiritual: Es educadora del alma, terapeuta del territorio. Su rol, marginado por siglos, nos recuerda que educar no es solo transmitir contenidos, sino acompañar procesos de sanación, identidad y comunidad. Esto exige desde las autoridades condiciones reales: formación docente intercultural, financiamiento para contratar educadores tradicionales, materiales adecuados y acompañamiento territorial. Sin estos apoyos, esta política corre el riesgo de ser otra promesa vacía. El WeTripantu nos recuerda que todo lo que parece morir, en realidad, espera para renacer. Tal vez ha llegado la hora de que también la escuela renazca. Para eso, debemos volver a las entrañas de la tierra, al río, al canto, a nuestros abuelos y ancestros.
Invitamos a todas las comunidades educativas del Valle del Aconcagua: escuelas, liceos, jardines infantiles, centros de educación de adultos y universidades, a conmemorar el WeTripantu no como una formalidad simbólica, sino como una acción pedagógica, emocional y cultural. Que sea una celebración con sentido, donde niños y niñas comprendan que la tierra también habla, que sus abuelos también enseñan, y que su cultura es digna de ser celebrada. En estos tiempos invadidos por redes sociales, algoritmos y relaciones líquidas, construir identidad no es un lujo: Es una urgencia educativa. Y construir identidad es también educar el corazón..