COLUMNAS DE OPINIÓN: Crecimiento y creación destructiva
COLUMNAS DE OPINIÓN: Crecimiento y creación destructiva La productividad del país está estancada.
En plazos largos, más de la mitad de su incremento se explica por lo que Joseph Schumpeter llamó hace más de 80 años creación destructiva, ese incesante "artefacto" de innovación productiva y de procesos que va generando una continua reestructuración de la economía y a través de esta vía ampliando la producción. De hecho, Schumpeter llamó a este mecanismo la "característica esencial del capitalismo". Las oportunidades que abren estos procesos creativos parecen ser también un estímulo a la inversión, una fuente complementaria de crecimiento económico. Si bien la literatura especializada suele tratar estos factores separadamente, las conexiones en el nivel microeconómico no se pueden descartar. El impacto, entonces, de frenar este proceso de creación destructiva es significativo. Ahora, que dicha creación ocurra, involucrando a menudo decisiones complejas, múltiples actores, adaptaciones tecnológicas y cambios estratégicos, depende de distintas consideraciones. Por un lado, del talento empresarial. Por otro, de instituciones y reglas que configuren un marco propicio para que las ideas que alimentan esa creación disruptiva se puedan materializar. A veces, el peso de la prueba se pone en la primera de estas dimensiones. En esa aproximación se postula impulsar la innovación desde el Estado a través de distintas iniciativas o estímulos que conduzcan el proceso productivo. Sin embargo, las experiencias que se citan como ejemplos son, a menudo, controvertidas. Pero, sobre todo, de ser efectivas no tienen la capacidad de explicar los grandes incrementos en productividad que registran las economías en sus fases de crecimiento. Otro economista austríaco --Friedrich Hayek-ayuda a entender las limitaciones de esta alternativa.
La gran ventaja de los mercados libres, sostiene en ese gran ensayo que es "El uso del conocimiento en la sociedad", que cumple 80 años desde su publicación, es su capacidad de reunir información y conocimientos útiles, a veces contradictorios, que están dispersos entre múltiples actores. Además, entre ellos se encuentran distribuidas, de modos insospechados, las destrezas para hacer mejor uso de esos saberes. Particularmente, si ello involucra riesgos y beneficios. Es difícil pensar, entonces, que el Estado, más allá de aciertos particulares, pueda generar la innovación propia de sociedades dinámicas. De ahí que el esfuerzo del Estado deba estar orientado, antes que a sustituir o complementar el talento empresarial, a "habilitar" esa creación destructiva. Los ejemplos respecto de que nuestras instituciones y reglas están siendo un obstáculo a dicho proceso se suceden cada vez con más frecuencia, sin que sea evidente que estén satisfaciendo otro objetivo social interesante. Al mismo tiempo, la falta de dinamismo de nuestra economía se está haciendo evidente en diversos ámbitos. Por ejemplo, la tasa de crecimiento y destrucción de los empleos, sin olvidar algunos problemas de comparabilidad, ha venido a la baja. Más allá de la pandemia, que indudablemente redujo ambas mediciones, los niveles observados en la actualidad están por debajo de los visualizados en décadas pasadas. Este puede ser un indicador, entre otros, de la falta de reasignación de factores productivos desde empresas menos productivas hacia aquellas que lo son más. Sabemos hace, al menos, dos décadas que nuestra regulación laboral, particularmente nuestras reglas de contratación y despido, pueden producir estos problemas sin que contribuyan a un objetivo social preciso. La movilidad residencial intercomunal, en un eje algo distinto, pero que también puede ser fuente de productividad, registra una disminución. Aquí las reglas de zonificación urbana y la visión "experta" de lo que debe ser el desarrollo urbano parecen estar jugando un papel inadvertido en desincentivar el crecimiento. Ahora este proceso de creación destructiva, que resulta tan virtuoso, no es ampliamente compartido.
Casi 100 años antes que Schumpeter, en el Manifiesto Comunista, Karl Marx, junto con Engels, escribía que "la burguesía no puede existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de producción y, a través de este proceso, las relaciones de producción y con ellas todas las relaciones sociales". Estaban adelantándose a Schumpeter.
Sin embargo, unas líneas más abajo escribían que con este proceso "todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo que es sagrado es profanado y el hombre es compelido a enfrentar con un sentido sobrio su condición real de vida y sus relaciones con los demás". Las ideas pesan e influyen. Entonces, quizás, ese freno que observamos a la creación destructiva no sea inadvertido, sino que consecuencia de un diseño que pretende que ella no se desate. Hay que transparentar la discusión. Crecimiento y creación destructiva "... que el esfuerzo del Estado deba estar orientado, antes que a sustituir o complementar el talento empresarial, a `habilitar' esa creación destructiva... ". HARALD BEYER Escuela de Gobierno, UC.