Autor: Violeta Parra en sus
“ANTITONADAS” DE VIOLETA PARRA
“ANTITONADAS” DE VIOLETA PARRA IÑIGO DÍAZ“¡ Y a, camine! El que los cielos”, de Andrés Wood, se escenificula “Violeta se fue a cuentra”. En la pelíbusca siempre en can las expediciones iniciadas por Violeta Parra en 1953 en busca de una sabiduría de canto y poesía, custodiada como tesoro por las cantoras centrinas. La mujer, cuya carrera musical hasta ahí había estado definida por la interpretación del repertorio de música española, se internaba ahora en los campos y descampados chilenos para recopilar esas canciones, principalmente tonadas. Iba acompañada de su hijo menor, Ángel Parra, de nueve años, a quien en esa misma escena ella reprende por tomarse un descanso en la caminata. “En esos primeros viajes de recopilación, Ángel Parra cargaba una grabadora, posiblemente una Uher, de carrete abierto, muy resistente, la que usaban los antropólogos para llevar a la montaña o a la selva. Era una tecnología de modernidad absoluta que Alfonso Letelier, el decano de la Facultad de Artes de la U. de Chile, le había prestado a Violeta Parra para registrar los cantos.
Ángel Parra se quejaba mucho de la grabadora que tenía que llevar, porque era muy pesada”, describe el musicólogo Juan Pablo González (1956). Hoy director de la revista Contrapulso de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la U. Alberto Hurtado (UAH), González es reconocido por haber abierto el campo para los estudios de música popular en la musicología.
Es coautor de trabajos que transitan por la música chilena durante el siglo XX: dos volúmenes de Ediciones UC para la “Historia social de la música popular en Chile” en sus tramos de 1890 a 1950, y luego hasta 1973, junto al historiador Claudio Rolle y el músico Óscar Ohlsen. Más adelante completaría el período con los libros “Des/encuentros en la música popular chilena. 1970-1990” y “Música popular chilena autoral de fines del siglo XX.
Industria, memoria, ciudadanía”. Hoy presenta un trabajo más, que se centra en los r e s u l t a d o s d e e s o s v i a j e s d e Violeta Parra hace 70 años, con el niño Ángel Parra como ayudante. Pobreza y riqueza“TONADAS Y ANTITONADAS SOBRE RECOPILACIONES DE VIOLETA PARRA”. Juan Pablo González. UAH Ediciones. 52 pp$ 10.000. Publicado por UAH Ediciones, “Tonadas y antitonadas sobre recopilaciones de Violeta Parra” accede al universo de la tonada, lacanción chilena por excelencia, y profundiza en sus atributos desde la musicología. La tonada no se baila sino que se escucha, aunque dice González cuenta con una riqueza rítmica tan particular que se aproxima a la cueca como danza. A menudo el auditor confundirá una tonada con una cueca, lo que parece natural.
De acuerdo con el autor, esa sincronización se da justamente por aquellos rasgos rítmicos, producidos por la alternancia y la superposición del patrón del 6/8 y 3/4 y por sus características interpretativas: la tonada campesina es cantada principalmente por hermanas a una o dos voces en terceras paralelas con acompañamiento de una o dos guita-NÍARRALOIGRESPUBLICACIÓN Entrevista con el autor:De las tonadas campesinas a lasprimeros viajes, aquí en Hualpi, retratada por Sergio Larraín. ZERÉPANERACAMun musicólogo y compositor para guitarra clásica. descubiertas de manera inesperada hace poco tiempo, González volvió a revisarlas y tocarlas en la guitarra estando en España. Luego envió copias a cinco connotados compositores y guitarristas clásicos chilenos, sin revelar la autoría. Música en tensión“Mauricio Valdebenito, Chicoria Sánchez y Rolando Cori descubrieron el valor en estas obras como partituras para guitarra contemporánea. Sus observaciones están en la contratapa del libro. Otros dos músicos, en cambio, opinaron que tenían notas extrañas y elementos fuera del lenguaje, que interferían en la pureza del canto tradicional. Menos mal que ocurrió este contraste, porque desde ahí surgió la idea de la antitonada”, explica.
Juan Pablo González se nutrió del concepto de la “anticueca” de Violeta Parra para presentar estas partituras desde lo teórico y lo práctico: las cuatro obras fueron estrenadas ayer por el guitarrista Miguel Álvarez en un concierto del Festival Entrecuerdas, en la exballenera de Quintay, ocasión en que también se lanzó el libro, con el musicólogo y la historiadora Karen Donoso, quien escribe su prólogo. “La antitonada desestabiliza la lógica de la tonada como canción.
Respeta la forma, pero internamente la altera, la pone en tensión: una melodía en tonalidad mayor cuyo acompañamiento se desvía a tonalidad menor, unos acordes alterados que se aproximan al jazz o desplazamientos inesperados en algunas de las tres voces que desarrolla la guitarra”, dice González como compositor. Como musicólogo, concluye: “La cantora campesina tiene una guitarra con clavijas embutidas de madera y un encordado de alambre, que se afloja y desafina fácilmente. La quinta y la sexta cuerdas no se afinan, pero sí se rasguean, lo que le da un timbre percusivo. Y a veces la cantora era una persona muy mayor, que no hacía el cambio armónico a tiempo y seguía cantando, lo que también produce una imperfección.
En las antitonadas que escribí en 1980 fui fiel a la idea de cómo es la tonada campesina y todas esas anomalías”. El libro incluye un código QR desde donde se accede a las grabaciones de las cuatro tonadas, tres por Violeta Parra, además de las antitonadas para guitarra clásica, que además llegarán al disco el próximo año. rras, a veces con arpa. En la “Historia social de la música popular en Chile” el estudio se había centrado en la tonada urbana, desarrollada por conjuntos de huasos preparados para la lógica del espectáculo y los estudios de grabación. Se trataba de una tonada hecha para la industria y el consumo musical masivo, que estuviera a la misma altura de otros productos, como el bolero, el foxtrot o el rock and roll.
En “Tonadas y antitonadas” se revisan entonces los estudios preliminares sobre la tonada y recopilaciones que realizaron la propia Violeta Parra, Margot Loyola, Gabriela Pizarro, Raquel Barros y Patricia Chavarría, como las investigadoras históricas, hasta llegar a esos huasos urbanos, que le incorporaron canto con micrófono, virtuosismo en la guitarra, punteos introductorios y estribillo. “La tonada campesina, en cambio, no tiene estribillo. Margot Loyola la llamaba tonadita pobre, porque carece de estribillo y tiene una larga reiteración de estrofas. Pero al mismo tiempo es rica, porque en ese texto tan extenso se manifiesta la sabiduría y el pensamiento campesino profundo”, explica González. Partituras en un desvánEn 1979, Juan Pablo González era un músico en formación al interior de la U. de Chile. Estudiaba composición con Cirilo Vila y guitarra clásica con Ernesto Quezada, aunque al mismo tiempo estaba incursionando en espacios de la música popular como guitarrista y compositor en el conjunto Cantonuevo. Ensayaban en el Taller 666 con el cantor Dióscoro Rojas al frente. Ese año, la editorial Nascimento publicó dos mil ejemplares de un libro que “fue como si un rayo de luz iluminara de súbito un panorama tan oscuro”, escribe González en la obra. “Cantos folklóricos chilenos” fue la primera publicación que se hizo sobre Violeta Parra. Constaba de abundantes tonadas que ella había recopilado en ese breve tramo desde 1953 hasta su primer viaje a Europa. Además, tenía fotografías de Sergio Larraín y Sergio Bravo y, lo más importante, transcripciones a partitura de las melodías por Gastón Soublette. “Fui de inmediato a comprarlo a la Librería Universitaria en la Casa Central de la U. de Chile. Empecé a leer y cantar con la guitarra y el libro en ma-no, y de forma natural fueron surgiendo arreglos de algunas tonadas”, recuerda el musicólogo.
En 1980 González escribió cuatro piezas para guitarra clásica, basadas en esas recopilaciones, canciones que formaban parte de los repertorios de cantoras y poetas de edad avanzada de la zona centro sur: “Cuando yo salí a rodar”, que le entregó a Violeta Parra Mercedes Guzmán en San Bernardo; el parabién “Viva Dios, viva la Virgen”, que recibió de Eduviges Candia en San Carlos; “A dónde vas, jilguerillo”, muy conocida con el título de “A la mar fui por naranjas”, enseñada por su propia madre, Clarisa Sandoval, y la tonada con estribillo “En la cumbre de los Andes”, recibida en Lautaro de Elena Saavedra. Esta última es la única que Violeta Parra nunca grabó en sus tempranos LP. “Todas estas tonadas de raíz campesina se convirtieron en antitonadas. Es un concepto que Violeta Parra no utilizó y que tampoco se promueve. Yo lo planteo como parte de este libro para ver cómo y por qué se da esta transformación de las tonadas”, dice González. Pero esas partituras quedaron abandonadas en un desván por más de 40 años. Re-. A partir de la idea de la “anticueca”, el concepto planteado por el musicólogo Juan Pablo González describe una alteración de la tonada que conocemos. Está en su libro “Tonadas y antitonadas sobre recopilaciones de Violeta Parra”, que se lanzó ayer en el Festival Entrecuerdas. En la ocasión también se estrenaron cuatro “antitonadas” para guitarra clásica escritas por González en 1980 y basadas en las mismas recopilaciones. Juan Pablo González,