Multi-maltén
Multi-maltén Q uizás parte del público lector recuerde que, en o c a s i o n e s, h e comentado que el primer proyecto de paisaje público desarrollado en Chile fue la Alameda del Tajamar, levantada en 1756 en una sección de la ribera sur del río Mapocho. Este modesto paseo santiaguino se configuró con dos hileras dobles de Salix chilensis, plantados lo suficientemente cerca como para que, al alcanzar su madurez, su follaje proporcionara sombra.
Así, y pese a su sencillez, la sauceda ofrecería una nueva posibilidad de interacción social, una infraestructura de raíces vegetales reforzando la tarea de contención de los precarios tajamares, y una pátina de verdor moderna en comparación con el car a c t e r í s t i c o t o n o o c r e y amarillento del valle central.
A lo largo del siglo XIX, el rol ornamental de esos sauces chilenos fue asumido por álamos, acacias, cipreses, olmos y plátanos, por nombrar algunos de los árboles exóticos introducidos por sus habilidades para crecer con rapidez, tolerar diversos factores de estrés y diseminar semillas a la par de una nueva condición urbana. Hay registros estableciendo, sin embargo, que algunas promenades públicas estuvieron configuradas por nativos maitenes, una de las especies arbóreas de mayor distribución latitudinal en Chile.
Tal como señalara el abate Molina en 1776, entre asociaciones de bellotos, peumos, boldos, litres y quillayes, el Maytenus boaria destacaría por su fuste recto y elegante, de hasta 20 m de altura, por su "bellísima copa" ovalada y ramas colgantes con sencillos matices de un verde "alegre y brillante", realzando su sobresaliente capacidad esclerófila, típica de un árbol más resistente a la sequía. No es difícil imaginar que, en medio de sus deambulaciones, paseantes urbanos aprovecharan la oportunidad de aprender sobre la naturaleza de un árbol nativo cultivado con fines ornamentales, distinguiendo también sus posibilidades económicas.
De hecho, el latín boaria procede de boarius, que significa bovino, el ganado que, nos diría Molina, "apetece tanto sus hojas que abandona cualquier otro pasto siempre que las encuentra". En su Geografía Botánica de Chile de 1934, Karl Reiche destacaría el aprovechamiento forrajero del maitén en el sur de Francia, un uso industrial complementario al tradicional de sus hojas, cuya infusión calma la fiebre, es purgativa y cura erupciones cutáneas, particularmente las provocadas por el litre.
Si a esto sumamos que de sus semillas se obtiene una tintura amarilla para el papel y un aceite comestible, de sabor un tanto amargo, el maitén parece ofrecer una multiplicidad de roles que apenas empezamos a vislumbrar en la especie más abundante en la región del bosque esclerófilo. Multi-maitén Tal como señalara el abate Molina en 1776, entre asociaciones de bellotos, peumos, boldos, litres y quillayes, el Maytenus boaria destacaría por su fuste recto y elegante, de hasta 20 m de altura. Romy Hecht Arquitecta e investigadora UC PAISAJES IDEADOS FRANCISCO JAVIER OLEA.