Autor: DANIELA SILVA ASTORGA
El hombre de la literatura infantil en Chile
El hombre de la literatura infantil en Chile Manuel Peña, continente, en tres décadas de trabajo el investigador y escritor completó la tercera edición del libro “Había una vez en América: panorama de la literatura infantil y juvenil latinoamericana”. Lo acaba de lanzar. Lo espantó el solo hecho de imaginar una carrera de docente universitario con todas sus etapas, plazos, categorías. Venía llegando de especializarse en Literatura Infantil en España, y ya instalado frente a sus primeros alumnos de Gramática I en la U. Católica de Valparaíso, Manuel Peña Muñoz (1951) sencillamente palideció. Miró al grupo, soltó el libro de clases y arrancó. Ni la directora académica ni su madre lo convencieron de volver, recuerda a 45 años de ese momento de quiebre. Pero su problema no era hacer clases, de acuerdo con lo que el tiempo confirmó. Él quería eso que ha desarrollado en múltiples espacios y, al mismo tiempo, bastante más. Quería investigar, escribir más cuentos como le había sugerido su amiga María Luisa Bombal y compartir su pasión por los libros. Hoy, es el máximo investigador y divulgador chileno de la literatura infantil y juvenil. “Ese día en la Católica de Valparaíso pensé: Hago la clase y nunca más me iré de aquí, y salí. Fui valiente. En Santiago no conocía a nadie. Ni las calles. Pero venía con un impulso gigante gracias a mi maestra española. Ella me estimulaba, me decía siga, compre libros infantiles antiguos, vaya a la Biblioteca Nacional, busque revistas El Peneca... No decaiga, me escribía en sus cartas”, relata Peña.
Esa mujer crucial fue C a r m e n B r a v o V i l l a s a n t e (1918-1994), quien le sugirió que debía escribir la historia de la literatura infantil chilena. Peña lo hizo, continuó investigando al continente y, además, se aventuró con la ficción. Ha publicado 30 libros, entre cuentos, novelas, crónicas e investigaciones, como “Había una vez en América: panorama de la literatura infantil y juvenil latinoamericana” (Liberalia Ediciones), que transita desde el mundo prehispánico a la actualidad. Esta tercera edición es fruto de tres décadas de investigaciones, que quedaron cuidadosamente condensadas en 500 páginas. Peña lo acaba de presentar en la Feria del Libro de Guadalajara. Por teléfono celebra: “Esta feria es una fiesta. Fantástica, enorme, mucho público. ¡Y el stand de Chile ga-“Con este Había una vez en América me siento pagado. No creo que publique otra edición, ¡son 30 años! Pero sí tengo escrita la actualización de la Historia de la literatura infantil chilena. También una novela sobre Rubén Darío en Chile”, adelanta Muñoz, quien durante 15 años escribiónó primer premio! Qué nivel de profesionalismo y montaje”. celular y el TikTok”. Mirando en retrospectiva, Bravo-Villasante acertó. “Con su consejo, ¡absolutamente! Pero me vine llorando en el avión. Tanto, que me querían bajar. Sabía a lo que venía: Valparaíso. Un choque cultural”. El departamento en Santiago de Manuel Peña Muñoz tiene detalles en cada centímetro.
Es como un museo de todo lo que disfruta: juguetes antiguos, figuritas vinculadas o no a clásicos de la literatura infantil, reliquias de infancia en el cerro Los Placeres, muchos libros, y en los muros, ilustraciones como sacadas de cuento.
Confiesa que siempre ha buscado, incluso desde niño, la belleza visual y la de las palabras; “el arte”. Subraya ese último punto: “Un niño en contacto con los libros y la narración oral está formándose intelectualmente y en el mundo del arte.
Eso hace que esté mucho más preparado para la vida frente a uno que esté solo con elHa trabajado tanto divulgando la literatura infantil, formando a mediadores y narradores orales, ¿qué siente en lo más íntimo cuando ve a niños o niñas pegados en las pantallas?“Es que por otro lado, veo otra cosa Fui al Festival Nido, que se hizo en la Biblioteca Interactiva Latinoamericana Infantil y Juvenil (Bilij), y estaba lleno de niños participando en la narración oral, en el teatro de títeres, revisando libros en un ambiente relajado, tranquilo, seguro. Y hoy veo algo que antes jam á s v e í a : p a dres, no solamente madres, leyéndoles. Antes ese era asunto del colegio o de la mamá. También voy a colegios y veo que los niños tienen mucho interés en el libro y en las Bibliotecas CRA. Hoy se ven esas dos realidades. Niños que están mucho con internet, porque los padres no son sensibles al mundo del libro, y niños que viven al revés.
El libro da otra dimensión: abrazarlo, tenerlo, coleccionarlo”. ¿Optimista frente a lo que ve?“Sí, me sitúo en un ambiente sumamente positivo, porque cuando empecé a divulgar literatura infantil en 1979, aquí no existía ni el concepto. No estaba la asignatura en la universidad, tampoco hoy día todos los programas la tienen. Cuando escribí Historia de la literatura infantil chilena (1982), registré que entre 1973 e inicios de los 80 aquí no había edición de libros infantiles. Ni ilustradores, ni escritores. Lo que se leía era Papelucho. ¡De 1947! Hoy, en cambio, hay diagramadores, editores y un montón de editoriales independientes que publican libros de alta calidad. Entonces, se ha avanzado muchísimo. Hay librerías especializadas, cosa que antes no existía. Eso es extraordinario.
Se publican libros, se hace fomento lector, formación de mediadores y festivales de kamishibai, que son una alternativa para que el niño vea otras formas de contar cuentos”. A su juicio, ¿qué le falta a la literatura infantil en Chile?“Mayor desarrollo de la literatura misma. Faltan autores en poesía y narrativa. Son muy bellos los libros, pero falta la parte literaria, el texto, las palabras.
Que haya mayor desarrollo, nuevas tendencias y temas; que no se den vueltas en lo mismo”.. Desde Valparaíso a España en los años 70, y luego con viajes por todo este textos culturales para “El Mercurio”.