El ataque sin respuestas a un Profesor de Karate
El ataque sin respuestas a un Profesor de Karate --Nosotros estamos en una generación en que nos quejamos por todo, exigimos todo, me carga, me carga --comienza diciendo Claudio Báez, profesor de karate de 56 años y con más de 20 de trayectoria, quien fue baleado por un desconocido mientras realizaba una clase de karate a niños y adolescentes en el gimnasio municipal de Calera de Tango--. Lloramos por todo, no somos capaces de caminar cinco cuadras porque nos cansamos. Es aberrante. Conmigo no. A mí me encanta el amor, me gusta la fortaleza y, por eso, todo esto lo canalicé así.
Báez está en el living de su casa en una parcela en las afueras de Santiago, donde vive con sus perros y su pareja de hace más de 20 años, cuyo nombre ha preferido no publicar. También pide reserva con la ubicación de su casa, por un tema de protección. Junto a él reposan dos muletas que lo ayudan a caminar, además de la bota ortopédica que tiene en su pierna derecha. Cinco fueron los disparos ese jueves 24 de abril. Una de las balas perforó su pierna, otra atravesó su mandíbula y la tercera fue directo a la zona torácica, rozando el pulmón. Las otras dos no lograron impactarlo. --De a poco he ido mirando las heridas en el cuerpo. Tengo uno 200 puntos. Me pusieron una placa en la mandíbula y otra en el pie --explica Báez con una voz un poco arrastrada producto del impacto. La letra r es la que más le cuesta pronunciar. No más de dos segundos, dice, fue el tiempo que tuvo para ver la cara de su atacante a quien asegura no conocer.
El último recuerdo que tiene de ese día es bajando de la ambulancia en el Hospital Parroquial de San Bernardo, recuerda que vio a otro alumno y a personas que trabajaban en seguridad de la municipalidad, pero a los pocos segundos perdió el conocimiento. Báez estuvo en riesgo vital y fue entubado.
Unas semanas después empezó a recuperar la conciencia en el Hospital de la Mutual, donde había sido trasladado. --Desperté con el estado de no saber si vivir o morir, pero nunca sentí temor a la muerte. Sentía tantas máquinas y aluciné mucho. Se me pasó por mi mente "aquí se acabó todo". Toda mi carrera, me refiero.
Sin embargo, en ese momento, junto a él estaba su pareja. --Me miró con su rostro y me dijo: "No puedes abandonar" --dice Claudio, quien aprieta los labios y se queda un rato en silencio--. Y ahí sentí un ¡ pum!, de decir, ¡Párate!, ¡Párate! Al mes estaba caminando y hace poco más de tres semanas regresó a su casa. Del atacante, por el momento, no hay rastro.
Poco después del incidente, mientras Claudio Báez permanecía intubado y en cuidados intensivos, la alcaldesa de Calera de Tango, Hortensia Mora, salió en varios medios consternada por lo que había ocurrido y contando que el karateca llevaba más de 20 años en la municipalidad entrenando a jóvenes y que recientemente habían realizado un campeonato nacional en su escuela. También, exalumnos y colegas de Báez salieron a dar su apoyo frente a la situación en la que estaba.
Valentina Toro, campeona mundial de karate sub 21, y ex número 3 del mundo y quien entrenó con él en sus inicios, dijo: "Lo conozco tanto, desde tan chica, que sé que va a salir adelante y nos contará esto como una historia, porque él es muy místico.
Sus clases las suspende para contar historias". David Dubbó, ex campeón mundial de karate, posteó también: "Lamentablemente, el mundo del arte marcial y la familia del karate en Chile está consternada". Jaime Agliati, secretario general del Comité Olímpico, y amigo de Báez, habló en ese momento y dijo: "Lo conozco hace mínimo 40 años, es una tremenda persona, un gran motivador, tiene todos los atributos de un gran formador.
Anoche era una romería en el hospital, cerca de cien personas afuera rezando por él". Por su escuela han pasado cientos de niños y adolescentes, de los cuales algunos se han convertido en campeones nacionales, sudamericanos, panamericanos y mundiales. Además, es miembro de la Federación Nacional de Karate JKA y cinturón negro 5º Dan JKA, según la misma. Claudio pone la pierna con la bota ortopédica sobre un piso para mantenerla en alto, y cuenta su recorrido para llegar a ser entrenador. --Tuve una infancia con mucha dificultad. Yo era muy gordito y muy malo para todo. Si jugábamos fútbol, nadie quería ser conmigo y así en cualquier actividad --recuerda. Creció en La Reina, junto a su madre, su padrastro y sus hermanos pequeños. De su padre tiene pocos recuerdos, ya que se fue a Venezuela cuando él era un niño. --Con mi padrastro tenía una relación difícil, mucha libertad y también poco control. Crecí haciendo lo que quisiera, si quería ir a clases, iba, y si no, no. En algunos momentos me sentí solo.
Sin embargo, en la adolescencia encontró por primera vez un espacio en los deportes. --Empezó un cambio físico, ya era más alto y bajó la barriguita, ya no era el más malo en el fútbol, tenía dedos para el vóleibol. Creo que fue como a los trece años cuando el deporte empezó a entrar en mi vida e hizo un clic grande. Recién a los 17 años entró al mundo del karate cuando vio un cartel en la municipalidad anunciando la apertura de una escuela. --Cuando llegó el karate fue una explosión dentro de mí. Empecé a funcionar como un pequeño líder. Por primera vez sentía que yo tenía algo. Pero igual después de eso mi vida siguió en desorden.
Explica que obtuvo una beca por sus habilidades deportivas para estudiar Educación Física, pero dejó la carrera y también tomó la decisión de irse de su casa. --Tuve la oportunidad de estudiar, pero no lo aproveché.
Me levantaba sin saber para dónde iba, lo cual me empezó a entristecer por las noches y la angustia se apoderaba de mí --cuenta Báez y agrega: --Además, el ambiente en mi casa no me gustaba, algo dentro de mí que decía que yo no quería gritar ni vivir en insultos. Consiguió trabajo en una bomba de bencina y con lo que ganaba le alcanzó para costear una habitación en la población La Faena en Peñalolén. --Era un lugar muy distinto. Había mucha droga y delincuencia, pero debo decir que ahí siempre me trataron bien. Fue una etapa que marcó lo que soy ahora, el conocer la precariedad de vivir en población. Por eso cuando camino en la calle no veo tu profesión, sino al ser humano que está detrás --dice Báez, quien ha apadrinado a algunos niños de ese sector. Pasó por varios trabajos, entre ellos ayudar a un amigo con un puesto en la feria, hasta que decidió ir a buscar a su padre a Venezuela. Lo encontró, pero no tuvo mayores respuestas. De regreso, sin dinero, llegó a vivir con sus abuelos maternos. --En ese minuto, mi vida no tenía sentido. Regresé a seguir trabajando en cosas que no me agradaban --cuenta Báez, quien al poco tiempo consiguió empleo como vendedor en una AFP. Hasta que un día, que venía de vuelta de ver a una amiga en Talagante, pasó por fuera del Estadio de Calera de Tango y vio gente jugando fútbol. Paró el auto y se bajó. --Yo dije: "No aguanto más, el deporte es lo mío". Eran cientos de niños y papás, todos felices. Yo dije, "aquí hay algo", y fui a la municipalidad para ofrecer clases de karate. En agosto de 1999 partió como profesor de karate en la comuna, donde continúa hasta el día de hoy, y por donde han pasado muchos deportistas nacionales. Paralelamente, hizo clases en colegios, en gimnasios y donde pudo. --Yo consideraba el medio del karate muy malo, malos deportistas. Yo quería ganar y llevarlos a ser campeones del mundo, y en dos años tuvimos un seleccionado nacional. Y empezó el trabajo duro.
Según las investigaciones de la PDI y las declaraciones de los testigos, se ha podido establecer que el atacante que entró esa tarde del jueves 24 de abril al gimnasio tenía entre 20 y 30 años, era una persona que no frecuentaba el lugar, es decir, nadie lo conocía y que llevaba polerón y capucha. También se sabe que al entrar preguntó a un grupo de menores por el profesor Claudio Báez. Ahí le indicaron dónde hacía las clases.
El atacante entró y disparó. --Si consideramos el modus operandi o la criminodinámica, cómo se comete este hecho, claramente a esta persona la andaban buscando. ¿Por qué motivo? Ese es el móvil que hay que establecer --dice el subprefecto Ricardo Castillo, jefe de la Brigada Homicidios de la PDI, y añade que no hay antecedentes que hablen de un sicariato. Explica además que, una semana antes del ataque, las cámaras de seguridad de la municipalidad dejaron de funcionar, por lo que no cuentan con ningún registro del agresor. Hasta el momento, tampoco hay antecedentes penales ni relación con algún tipo de delito.
Por lo mismo, son varias las hipótesis abiertas que se manejan. --Las líneas investigativas nos hablaban del problema con un apoderado, un problema con un alumno, problema con otros profesores o algún problema sentimental --añade. --En el lugar había muchos menores, ¿pareciera que el ataque fue un arrebato? --Si lo vemos en ese sentido, bueno, una persona arrebatada que llegó y tuvo algún problema en algún momento con este sujeto y disparó sin medir consecuencias, porque las consecuencias podrían haber sido mucho más graves, en que uno de esos impactos que rebotan en todos lados podría haberle llegado a un niño.
Claudio Báez, en su casa, dice que solo una vez se ha permitido pensar en el porqué ocurrió todo esto. --Cuando me iba muriendo, en la ambulancia lleno de sangre, iba con un gran amigo mío, yo estoy entrenando a su hija de nueve años. En ese momento, le pregunté a él por qué. Él me dijo: "Profesor, esa pregunta no se la haga nunca más". Y yo nunca más me la hice. --¿ No? --No, porque no tiene respuesta. Si mi cabeza empieza a pensar por qué me pasó, me voy a estar victimizando. No voy a vivir con miedo jamás. No voy a caminar por la calle con temor.
Si me preguntas por qué, no hay (respuesta). Por equivocación, celos, a alguien le caí mal, no tengo idea, jamás me lo imaginé. --Se dijo que había recibido amenazas de un apoderado. ¿Es así? --Todo eso es mentira. Para ser alumno mío me interesa que sea buena persona. Si no lo eres, ni la plata va a comprar la entrada a mi escuela.
Siempre hay gente que le gusta mucho figurar, sobre todo papás que se confunden... Pero el ambiente es de primer nivel, nunca hubo un problema, porque yo no estoy para tener problemas: "Si no te gusta, ándate". --Otro profesor de karate dijo que él sí había recibido amenazas, y por eso había decidido retirarse, ¿le tocó vivir algo así? --Lo que sientan estos profesores yo jamás lo he sentido. ¿Si hay envidia? En todas partes, pero nunca le voy a prestar atención. Como tal, yo nunca recibí nada de lo que me menciona. Nunca me di cuenta. Me encanta tener diferencias, pero me he manejado en respeto.
Podrán decir, no sé, "este, que es tan de su forma". Sí, pero mi forma nos tiene en el sitial que Chile está hoy en el karate. --¿ Su estilo a algunas personas no les gustaba? --Es posible. Está lleno de gente cursi que se cree senséi. A mí me carga eso. --De todos modos, eso no es motivo para un ataque así... --Si tuviste motivo, es problema tuyo.
Yo nunca he vivido pendiente de lo que opinan de mí. --Y respecto al atacante, ¿quiere que lo encuentren? --Me gustaría que se hiciese justicia, claro que sí, porque alguien así lo va a volver a repetir, si es que ya no lo hizo antes. Este país no es en el que yo jugué de niño. El país de ahora... yo debo hacer algo para cambiarlo, humildemente y pequeñito, pero ahí está mi aporte. --¿ Es lo que quiere hacer ahora usted? --Desde el primer día, quiero enseñar a buenas personas. Como le dije al fiscal, no siento odio ni rabia, no tengo ese tipo de sentimientos hacia el individuo en cuestión.
Hoy, Claudio Báez quiere ver a sus alumnos, que a pesar de todo han seguido entrando. --Simplemente, estoy pensando en mis alumnos mayores y niños, que me vean y digan: "¡ Qué fuerte! ¡Démosle con todo!". --¿ Los quiere inspirar? --Podría ser... Bueno, ser esa inspiración para ellos. Hace dos meses y medio, un hombre, a quien dice no reconocer, entró a su clase de karate en Calera de Tango y le disparó cinco veces delante de sus alumnos menores de edad.
Aquí, Claudio Báez, quien ha sido entrenador de destacados karatecas nacionales, cuenta su historia, de cómo encontró en este deporte un sentido de vida, y de cómo se ha concentrado más en recuperarse que en el porqué le ocurrió esto. Sin embargo, dice: "Me gustaría que se hiciese justicia, claro que sí". Por el momento, del agresor, no hay rastros ni pistas. POR ANTONIA DOMEYKO FOTO FELIPE BÁEZ El ataque sin respuestas A UN PROFESOR DE KARATE "De a poco he ido mirando las heridas en el cuerpo. Tengo unos 200 puntos. Me pusieron una placa en la mandíbula y otra en el pie". "Si mi cabeza empieza a pensar por qué me pasó, me voy a estar victimizando. No voy a vivir con miedo jamás. Si tú me preguntas por qué, no hay (respuesta)". (respuesta)"..