COLUMNAS DE OPINIÓN: León XIV y las cosas nuevas
COLUMNAS DE OPINIÓN: León XIV y las cosas nuevas HAY VARIAS COSAS que destacar del nuevo Papa León XIV. Desde luego el nombre. El nombre en el caso de los Papas no es una simple denominación, es un programa, una divisa de ideas. Y este caso no debe ser una excepción. LEÓN XIII ES EL AUTOR de la encíclica "Rerum Novarum" (sobre las cosas nuevas) uno de los documentos que más influyó en el transcurso del siglo XX, especialmente en la primera mitad. Fue una de las bases de la doctrina social de la Iglesia y en torno a ella se erigió lo que se llamó --a la izquierda y a la derecha-el socialcristianismo.
Las cosas nuevas que sorprendieron a León XIII fueron la aparición del proletariado y la cuestión social que la aparición de esa nueva clase, expandida por el mundo junto con el capitalismo industrial, planteaba. ¿Cuál es la cosa nueva de hoy que lleva a este Papa a tomar el nombre de León? Varias son las que su trayectoria permitiría indicar; pero especialmente una puede aventurarse: el hecho de la multiculturalidad del mundo contemporáneo y la forma en que se la vive no desde el centro, sino desde la periferia.
Esto es lo que explica que en el discurso que pronunció, una vez nombrado o electo, pusiera particular énfasis en la necesidad de establecer puentes, esto es, formas de comunicación y de encuentro con quienes se perciben a sí mismos como distintos. Es probable que este Papa comprenda la multiculturalidad no desde las zonas dominantes de la cultura contemporánea, el centro de Europa, las grandes metrópolis, sino desde los lugares subordinados, aculturizados --en apariencia-por el consumo. Es probable que el quehacer pastoral que habría tenido en Perú, cuya nacionalidad este Papa lleva, explique esa impronta. En un mundo donde la multiculturalidad principia a causar alergia y a despertar el tribalismo, este Papa es todo un signo.
SE TRATA ADEMÁS de un agustiniano, es decir, de alguien que tiene plena conciencia del misterio de la condición humana, de ese equilibrio indiscernible entre la gracia en que confían los creyentes, y el libre albedrío.
Y San Agustín es, además, de entre todos los autores de la patrística, alguien que tiene plena conciencia de su excentricidad, de no provenir del centro del mundo de entonces, que era Roma, sino de África.
Y al declararse agustiniano, el nuevo Papa se muestra, o insinúa ser, un opositor al pelagianismo de la cultura dominante, a la idea de que cada uno es hijo de sus obras, el resultado nada más que de su puro esfuerzo. "Todos los hombres son gobernados por su propia voluntad y cada uno es dejado a su propia inclinación", dijo Pelagio y San Agustín derramó ríos de tinta para refutarlo. Es difícil que un agustiniano declarado, el nuevo Papa, se sienta cómodo con la cultura dominante, que ve en el fracaso una muestra indesmentible de una voluntad débil, quebradiza y floja. Y ESTÁ, CLARO, el hecho de que es norteamericano, la tierra de Trump. Es imposible ocultar la significación, incluso inconsciente, que este hecho puede tener. No hay alguien más pelagiano, casi hasta la perversión, que el Presidente Trump, alguien más confiado en sí mismo y en su voluntad, alguien que desprecie más a quienes han caído o fracasado.
Y que desde esa misma sociedad que ensalza y empina a personalidades como la suya, venga un Papa que vivió en Chiclayo, es una muestra flagrante del propósito de la Iglesia --quien conozca la historia de la Iglesia no debiera sorprenderse-de oponerse a esa corriente cultural tan opuesta, al menos en apariencia, a lo que ella práctica. { OPINIÓN } León XIV y las cosas nuevas CARLOS PEÑA. - -